Corrupción policial


  •  Luo intentaba visitar a una compatriota detenida que denunció robos de agentes de paisano

    "Sentí un fuerte golpe en la boca y como me caía al suelo. Fue todo muy rápido". Así resume Haibin Luo, el dueño de una agencia de viajes, la agresión que asegura que sufrió el pasado 15 de marzo a las puertas de la comisaría de Villaverde-Usera. El presunto agredido había acudido, junto con otros comerciantes, a preguntar por la detención de una compatriota que avisó a gritos a sus clientes de que habían entrado en el local policías de paisano que robaban a sus clientes. Luo cayó desmayado y, según su versión, fue atendido por el Samur-Protección Civil, que lo trasladó al hospital Doce de Octubre.

    Corrupción policial

  •  Luo intentaba visitar a una compatriota detenida que denunció robos de agentes de paisano

    «Sentí un fuerte golpe en la boca y como me caía al suelo. Fue todo muy rápido». Así resume Haibin Luo, el dueño de una agencia de viajes, la agresión que asegura que sufrió el pasado 15 de marzo a las puertas de la comisaría de Villaverde-Usera. El presunto agredido había acudido, junto con otros comerciantes, a preguntar por la detención de una compatriota que avisó a gritos a sus clientes de que habían entrado en el local policías de paisano que robaban a sus clientes. Luo cayó desmayado y, según su versión, fue atendido por el Samur-Protección Civil, que lo trasladó al hospital Doce de Octubre.

    Haibin Luo fue a la comisaria de Usera-Villaverde la noche del 15 de marzo. Horas antes, la policía había detenido a Chen Mei Yi, una mujer que regenta una local de acceso a Internet. La dueña alertó a sus clientes de que acababan de entrar policías de paisano que, supuestamente, robaban a los clientes el dinero que llevaban en las carteras. Uno de esos policías la empujó contra la pared y, tras cogerla del cuello, la esposó y la acusó de atentado contra un agente de la autoridad. Fue trasladada a comisaría.

    La noticia corrió por el barrio y algunos conocidos decidieron ir a comisaría, según el relato de Haibin Luo. Cuando llegaron, preguntaron por la detenida. El agente de la puerta les dijo que no había nadie con ese nombre y que se marcharan. «Hacía mucho viento y no nos dejaron estar junto a la puerta para pasar menos frío, mientras venía nuestro abogado», recuerda Luo.

    Intentaron entrar de nuevo para preguntar, pero les echaron otra vez. Los afectados aseguran que los agentes cerraron la puerta de forma que las personas que iban a denunciar tenían que llamar al timbre. «Estaban detrás de los cristales y se reían de nosotros», asegura otro afectado, Xiaonan Chen.

    Luo se acercó e intentó grabar con su teléfono móvil la escena. En ese momento salieron cuatro agentes. Uno de ellos le quitó el teléfono, mientras otro sacaba su porra, según su versión. Le pegó en la boca. El comerciante cayó desmayado. Sus compatriotas intentaron ayudarle, pero los policías se lo impidieron, cuenta Luo.

    Un agente cogió al herido por los pies y otro por los hombros y le llevaron hasta la acera que hay enfrente de la comisaría, recuerda Chen. La mitad del cuerpo quedó en la acera y la otra mitad en la calzada. Los chinos que estaban junto a él llamaron desde sus teléfonos al Samur. «Antes de que viniera la ambulancia, llegó el abogado y ya nos dejaron entrar en la comisaría. Eso sí, nos pidieron la documentación a todos para ver si teníamos los permisos de residencia», añadió Chen.

    El herido fue trasladado al hospital Doce de Octubre, donde fue atendido del golpe en la cara. «No voy a dejar que esto acabe así. Quiero que se aclare todo y que alguien investigue quién lo ha hecho», comenta con indignación Luo, que tiene 36 años, está casado y es padre de dos hijos. Llegó a España hace ocho y montó una agencia de viajes en Usera.

    El caso de Luo se conoce días después de que un grupo de comerciantes chinos denunciara que agentes de paisano robaban dinero de los clientes de locales mientras hacían inspecciones las noches de los fines de semana.

    Es el caso de Weijong Jin, que lleva tres años en Madrid y regenta desde hace tres meses un salón de té en Usera. Asegura que el pasado 8 de febrero entraron dos hombres de paisano que enseñaron unas placas de policía. Obligaron a los clientes a levantarse y a poner sus carteras encima de la mesa. «Cogían las carteras y se marchaban con ellas a la calle como si estuvieran comprobando algo», asegura Jin. Al día siguiente le llamaron sus clientes y le dijeron que les faltaba dinero. A él mismo le habían robado 400 euros, según afirma. «Nunca te puedes creer que sea la propia policía la que te robe el dinero», añade. Así le ha ocurrido en cuatro ocasiones, según denuncia.

    Un hecho similar le pasó a Xiaonan Chen, que lleva cinco años en Madrid y dirige un restaurante desde hace un año. Un día de marzo entraron dos presuntos policías de paisano. Preguntaron a voces por el dueño del local y ordenaron que se callara todo el mundo. Un cliente, según Chen no se dio cuenta y siguió hablando. Un agente le golpeó por la espalda, levantó la mesa y tiró los platos. Después empujó a la mujer, que estaba embarazada.

    Los clientes, que eran todos orientales, tenían que dejar su documentación y pasar a la parte posterior del local. Cuando recogieron sus pertenencias, se dieron cuenta de que les faltaba el dinero.

    Este periódico intentó recabar anoche, sin éxito, la versión policial de lo ocurrido.


    Fuente: F. JAVIER BARROSO / EL PAIS