Desgraciadamente, los abusos perpetrados por la policía local de Valencia son demasiado frecuentes, pero no lo son tanto las denuncias que logran ver la luz pública y mucho menos las sentencias judiciales que condenan a los cuerpos de seguridad del Estado por excederse en sus funciones.
El resultado de esta realidad es el miedo de quienes son tratados indignamente (posiblemente el objetivo buscado) y la arbitrariedad e impunidad de quienes, en una posición de fuerza, se ven amparados para hacer del maltrato su modus operandi.
En la ciudad de Valencia, tenemos ejemplos públicos recientes (los que quedan silenciados son la inmensa mayoría) como el de una vecina de Patraix que fue detenida arbitrariamente mientras se manifestaba contra la instalación de una subestación eléctrica en su barrio y a la que la Fiscalía solicita 4 años de cárcel en un nítido intento de criminalizar un movimiento ciudadano tan legítimo, justo y necesario como molesto para el Ayuntamiento y la compañía eléctrica Iberdrola. O el de un joven independentista que fue literalmente electrocutado con electrodos (práctica ilegal, lógicamente) mientras estaba siendo identificado. También fue muy comentado el caso un vendedor ambulante, golpeado y detenido por no retirar un cartel contra la guerra de Iraq. Y en la memoria de todos, el caso de un policía nacional que grabó los abusos de la policía local contra inmigrantes y vendedores ambulantes… algo que le valió la denuncia del cuerpo y una posterior sentencia absolutoria.
El caso de T.C.B., afiliado a la Confederació General del Treball, es uno más entre las situaciones inesperadas y grotescas que se producen cuando la “autoridad” trata de imponer sin razón su criterio.
T. dejó aparcada su furgoneta en el carril bus delante de una tienda de animales para comprar comida. Al percatarse de la presencia de un policía local y de una grúa municipal, se acercó rápidamente para retirar el coche a lo que el agente replicó instándole a pagar en ese momento el desenganche de la grúa (¡¡60€ !!), el desenganche de un enganche que no se había producido. T., ante el absurdo y abusivo requerimiento, contestó que en todo caso le enviaran una multa por mal estacionamiento. Así, se subió en su coche y se marchó. Para su sorpresa, T. observó unos metros adelante, que el policía local le estaba siguiendo en un coche patrulla y que le conminaba a través del megáfono a que se detuviera. T. paró y el policía se le aproximó amenazando “si no me pagas el desenganche te pongo una denuncia por desacato a la autoridad” a lo que T. contestó con un “si lo cree conveniente hágalo pero no voy a pagar un desenganche que no ha existido” y continuó la marcha.
De repente, T. se percató de que no uno, sino tres patrullas de la policía municipal estaban persiguiéndole. Rápidamente detuvo su coche y en una maniobra peligrosa los vehículos policiales le rodearon. Uno de los agentes, además de exigirle la documentación, le invitó a abrir el maletero del automóvil donde había un televisor, un DVD y cinco películas. El policía le pidió la factura de esos objetos y cuando T estaba respondiendo que en ese momento no tenía ningún recibo vio cómo la grúa municipal estaba tratando de enganchar su furgoneta. T. se subió a su vehículo e intentó arrancarlo. La respuesta de los agentes fue tan inmediata como brutal : uno de ellos sacó la defensa y rompió la luna delantera. T. apagó el motor y un nuevo golpe hizo añicos la ventanilla del copiloto. Abrieron la puerta del conductor, sacaron a T., lo tiraron al suelo, amenazándole con romperle los dientes si pedía socorro a los viandantes, y le pusieron los grilletes brutalmente, tanto que le causaron lesiones. Después le trasladaron a la Jefatura Superior de Policía donde permaneció detenido 32 horas. Los cinco discos en manos del policía que luego no se presentó al juicio, desaparecieron.
Hace unos días, T. compareció ante el Juzgado de lo Penal de Valencia como acusado. La Fiscalía solicita penas de prisión por desacato a la autoridad, resistencia, etc… Pero el juicio también ha resultado algo estrambótico y muy aclarador : Sólo tres de los cuatro policías que llevaron a cabo la operación estaban presentes y el cuarto “testigo” era otro agente, con camisa negra y aspecto de neonazi, que nada tenía que ver con los hechos aunque afirmaba ser uno de los protagonistas. Asimismo, el policía que se obcecó en el pago del desenganche, llegó a afirmar que “es que es un rojo” como justificación para su empecinamiento y posterior despliegue de medios policiales. T. llevaba una bandera republicana en la parte trasera de la furgoneta y que se veía perfectamente, algo imperdonable, por lo visto.
A estas alturas, T. espera la sentencia y la celebración de un posterior juicio a raíz de la denuncia que él interpuso contra los agentes. A la pregunta de cómo valora lo que le ha sucedido él no duda en responder “Todo esto es normal en todos los ayuntamientos del PP. El de Valencia es un ayuntamiento de derechas que pretende aparentar ser demócrata pero que no lo es. Es el fascismo de Franco, lo disfrazan, para ganar votos, pero no lo ocultan”.
Por su parte, la Confederació General del Treball denuncia la práctica con total impunidad de actos abusivos por parte de la Policía, algo que sólo se entiende si, en efecto, estados y gobiernos pretenden imponer así “orden” y “silencio”… un imposible.
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Gabinete de Prensa CGT-PV
Fuente: Gabinete de Prensa CGT-PV