Barbarie, el fin de una civilización. Sería otro titular válido : el afán de lucro de una minoría sigue produciendo catástrofes y la masa popular, adormecida. Pero, entrando en el asunto, y con el título expuesto : si, como se supone y todos los datos van en igual sentido, la tragedia de Spanair se debe a un problema de mantenimiento, sería una catástrofe anunciada y a la que prácticamente nadie ha prestado la adecuada atención.

Barbarie, el fin de una civilización. Sería otro titular válido : el afán de lucro de una minoría sigue produciendo catástrofes y la masa popular, adormecida. Pero, entrando en el asunto, y con el título expuesto : si, como se supone y todos los datos van en igual sentido, la tragedia de Spanair se debe a un problema de mantenimiento, sería una catástrofe anunciada y a la que prácticamente nadie ha prestado la adecuada atención.

No vamos a referirnos a los culpables de siempre, a los empresarios y políticos engolfados en obtener beneficios de las piedras, a costa de ordeñar a muerte al ganado, que somos, casualmente, todos los demás. No, allá ellos con su responsabilidad. Lo peor es la culpa de todos los demás, los trabajadores, los “inocentes”, los “sanos” ciudadanos demócratas, cívicos y, hasta anticapitalistas y revolucionarios. Siendo miles los ejemplos conocidos, los palpados a diario en nuestros tajos, somos responsables todos, sin duda, de lo que ha pasado. Y de lo que pasará, si no se pone remedio.

El capitalismo salvaje que sufrimos, dispuesto a arrastrar con él a su tumba a todo lo demás, a la misma civilización humana si puede, ha entrado en una alocada dinámica de liquidación de todo lo productivo y de los mecanismos de seguridad aprendidos como necesarios durante siglos.

Se privatiza todo, incluyendo AENA, Iberia y Spanair, entregando el transporte aéreo (también la carretera y ferrocarril) a especuladores que han llevado a esta empresa a la crisis, con especulación financiera y miles de despedidos. A la privatización de este Servicio Público se añade el recorte forzado de todo tipo de gastos necesarios, hasta el mantenimiento mínimo.

Recordemos el caso del Yak-42, mal cuidado y con resultado catastrófico del que nadie es culpable, especialmente ningún generalito. El metro de Valencia, feudo del PP y en plena levitación papal, en perfecto estado, pero con mejoras de seguridad inmediatas. La irresponsabilidad del metro de Madrid, acusando la consejera pepera de sabotaje a los trabajadores para ocultar los fallos de mantenimiento, como han confirmado los técnicos y el análisis de pernos y otros elementos deficientes (sin ceses, en su momento), y sin hablar de las negligencias del 11M, podíamos referirnos a la explosión de un Challenger yanqui, en el que se reconoció dejación de cuidados por recortes económicos hasta caerse placas protectoras convertidas en bombas para el fuselaje, o la mortandad de Nueva Orleans , por dilación criminal en la reparación de los diques, ante la llegada de un huracán mediano.

No son sólo los tiburones de Spanair los culpables, como se tratará (o no) de liquidar este horror. Ni las ciegas fuerzas de la Bolsa, ni una gestión deficiente (o, demasiado eficiente), sino todo un sistema social y económico que lo permite y a lo que aboca. Desde el Consejero Lámela, hasta el Jefe del Estado, pasando por ZP y, si se quiere, de cada una de las ovejas que, cada día más mudas y anestesiadas, pastamos resignadas por estos pedregales y asfaltos. Hay que cambiar este modelo de mundo, que es la causa última y real de las catástrofes por irresponsabilidad y codicia. Y no mañana. Hay que cambiarlo ya.

Hace unos años nos escandalizábamos, precisamente, ante un rosario de accidentes de líneas tercermundistas, siempre atribuidas al mediocre mantenimiento. Hoy, los tercermundistas somos nosotros, las empresas privatizadas y nosotros mismos. Por permitirlo.

Lo vemos todos los días en este paraíso de las funerarias privadas, en el país campeón del pistolerismo y los intermediarios, los conciertos y las concesionarias, los vampiros y las sanguijuelas. El país de la Europa monopolista que está a la cabeza de los accidentes laborales, con más de mil muertos al año, frente a los 300 británicos, los segundos del ranking. Sólo hay que leer la prensa u oír las noticias, cada día más censuradas, para darnos cuenta de que o nos libramos de la broma explotadora o somos todos responsables de que esta máquina de picar carne obrera siga funcionando. Y, lo peor, sólo nos damos cuenta cuando algo extremadamente brutal ocurre, sin percatarnos de la degradación monstruosa de las relaciones humanas y las condiciones de trabajo y de seguridad colectivas que vamos sufriendo paulatina y cotidianamente, y cuya sola enumeración precisaría no de un panfleto, sino de una enciclopedia.

En Sanidad, estamos hartos de ver la pérdida de calidad por ese enfermizo afán de beneficios y de lucro. Abuso de plantillas mínimas, abuso de descansos insuficientes, abuso de pluriempleo, de polivalencia, de activismo, de chapuza y remiendo, de ir cubriendo el expediente ahorrando en lo que no se ve pero es fundamental, especialmente en el capítulo humano, incluida su formación, participación y motivación

Todos hemos comentado alguna vez, la diferencia cualitativa entre la Pública y los piratas de la sanidad. ¿Pero, qué hacemos ? ¿Esperar otra catástrofe, o que encubran mil casos puntuales ? ¿No somos todos un poco culpables por no impedir la privatización, la degradación y liquidación de los servicios públicos ?

Este verano-otoño se consuma una parte de la subasta de la Sanidad madrileña : Güemes de Fabra ha llamado a los inversionistas a repartirse la tarta de la primaria, laboratorios e informática de Madrid, el 23 de septiembre, al hotel Velazquez, de Madrid, a las 6,30 de la tarde, estando todos convocados, a iniciativa legal de la Coordinadora de Trabajadores contra la Privatización, de la que forma parte nuestro sindicato, a contestarle lo que nos parece su iniciativa. Acude. Estamos obligados. Todas las voces son necesarias y, en contra de lo que nos quieren hacer creer, útiles.

Cada un@ a su nivel. Es urgente acabar con el desmantelamiento de la Sanidad Pública

Es una prioridad obligar al gasto suficiente en dotación y mantenimiento de los Servicios Públicos, su titularidad pública y calidad.

Es una necesidad histórica acabar con el agonizante, injusto y desastroso, capitalismo y sustituir ese agotado e irracional sistema social y económico por otro más razonable, eficaz y humano.

O seremos culpables, tod@s, del hundimiento de la civilización en la barbarie.

EL 23 DE SEPTIEMBRE, TOD@S A LA CALLE

EN DEFENSA DEL PATRIMONIO PÚBLICO

EN DEFENSA DE UNA SANIDAD PÚBLICA Y DE CALIDAD

LA SANIDAD NO SE VENDE, SE DEFIENDE


Fuente: Sindicato de Sanidad CGT Madrid