Artículo de opinión de Rafael Cid
El independentismo logra record absoluto de escaños, complementado con una fuerte impronta de republicanismo de izquierdas. Pincha estrepitosamente la burbuja Podemos y el pablismo. Y el bipartidismo dinástico PP-PSOE, que ha ostentado alternativamente el poder del Estado desde 1978, se convierte en testimonial en Catalunya.
El independentismo logra record absoluto de escaños, complementado con una fuerte impronta de republicanismo de izquierdas. Pincha estrepitosamente la burbuja Podemos y el pablismo. Y el bipartidismo dinástico PP-PSOE, que ha ostentado alternativamente el poder del Estado desde 1978, se convierte en testimonial en Catalunya.
El veredicto de las elecciones catalanas, autonómicas en clave plebiscitaria, significa la apertura de una proceso rupturista por la confluencia en cuestionar el régimen del 78 por parte de fuerzas de izquierda y hace añicos la política del miedo urdida por la Marca España (instituciones, bipartidismo dinástico, banca, patronal, iglesia y bloque mediático). Las urnas también han lanzado una severa advertencia al partido morado precisamente en el momento crucial en que Podemos maniobra para capitalizar a distintas fuerzas ciudadanistas para las próximas generales.
Con una participación próxima al 78% será difícil restar legitimidad a la consulta, más allá del utilitarismo ramplón sobre si hay que sumar escaños o votos, porque la concurrencia el 27-S ha superado con creces el balance de otras convocatorias cruciales: la Constitución fue refrendada por un 67,1% de electores; el Estatuto obtuvo un 59,7% y la Constitución Europea, ese marco que ahora se usa desde Madrid como estaca frente al independentismo, se aprobó con un raspado 48,9% de los votos. Juntos por el Sí y la CUP superan la mayoría absoluta de 68 representantes políticos en el nuevo Parlament (62 más 10).
Está claro que Ciudadanos con 25 diputados ha copado parte del electorado españolista que se avergonzaba de un PP (pierde 8) liderado por un agitador de la xenofobia y un PSC (baja 4) delirante en su política yenka (delante, detrás, derecha, izquierda…), cuando hace pocos años gobernaba en aquella decisiva comunidad. Y ese sorpasso deja en meramente virtual la representación política del tándem, porque el partido del gobierno en el Estado y la primera formación de su leal oposición han quedado en el territorio catalán como fuerzas marginales. Eso significa más que un choque de legitimidades; insufla una quiebra constitucional en toda regla.
La revelación positiva, aunque esperada, está en la CUP (con 7 diputados más), una fuerza de origen municipalista, republicana y anticapitalista cuyo chupinazo sirve para reafirmar la plena validez de las políticas horizontalistas inspiradas en los movimientos ciudadanos (15-M; Nunca Máis, etc.). Grupos todos ellos surgidos de la desobediencia de la sociedad civil a la crisis y a la corrupción sistémica, que tuvieron su puesta de largo en los pasados comicios locales, originando proyectos de abajo-arriba al margen de los mecanismos trillados de un partido-un jefe-una ideología. El subidón de la CUP debe inscribirse en la estela de lo que ya sucedió con Ahora en Común en Madrid, Barcelona en Comú, Compostela Abierta o Marea Atlántica, por poner el ejemplo de las ciudades más emblemáticas de esa nueva forma de participación política sin denominación de origen.
Y luego está el pinchazo de la burbuja Podemos (se deja 2 escaños), que lejos de asaltar los cielos, como prometió su máximo representante en momentos de sublime levitación, ha sido el gran perdedor, empobreciendo políticamente a sus socios ICV, EUA y Equo. No solo no logra superar al PSC, al que ha declarado públicamente como oscuro objeto de deseo, sino que en vez de aportar a la coalición Catalunya Sí que es Pot la ha lastrado hasta límites poco dignos. A partir de ahora, Pablo Iglesias ha puesto en almoneda su flamante reinado como gran promesa al no poder superar ni siquiera al moribundo PP de Albiol.
Así no es extraño que su secretario general se haya refugiado en la sede de Madrid dejando el marrón de explicar lo sucedido a su insípido cabeza de lista, dado que la visibilización urbi et orbi del batacazo muestra un Podemos en situación comprometida a la hora de articular alianzas privilegiadas con las “fuerzas comuneras” cara a las generales (¡curioso a ese súbito pre-acuerdo con Anova y EU en Galiza!). El propio Iglesias, que personalizó la campaña con más voluntad que entendimiento, dado el impreciso perfil del candidato Rabell de la coalición radical de izquierdas (¿la Syriza catalana?), ha dejado de ser emergente para acaudillar un frustrante “no pudimos”.
Queda por saber si, caso de activarse el proceso constituyente en Catalunya, se promoverá también la ruptura democrática en todo el Estado. Pero esa es otra historia.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid