Lucina Quintero, quien espera pacientemente en una banca a que salgan las muchas visitas que recibe su madre, afirmó a este diario que los médicos no confirman aún cuánto tiempo más debe estar ahí la ex comisariada ejidal. “Aunque ciertamente ya está de salud un poco mejor… pero ojalá se pudiera ir a casa pronto”
Atlixco. Debido a las acusaciones públicas hechas por familiares sobre la falta de atención médica urgente para la presa política Enedina Rosas, quien se opone al proyecto del gasoducto Morelos, las autoridades del penal de Atlixco y de derechos humanos decidieron permitir el traslado de la ambientalista al hospital municipal San Juan de Dios, en donde es atendida desde el pasado 11 de septiembre.
Atlixco. Debido a las acusaciones públicas hechas por familiares sobre la falta de atención médica urgente para la presa política Enedina Rosas, quien se opone al proyecto del gasoducto Morelos, las autoridades del penal de Atlixco y de derechos humanos decidieron permitir el traslado de la ambientalista al hospital municipal San Juan de Dios, en donde es atendida desde el pasado 11 de septiembre.
Y es que luego de casi medio año de permanecer recluida en el Centro de Reinserción de Atlixco (Cereso), la mujer campesina comenzó a padecer las complicaciones del deterioro de la salud debido a dos factores, según la versión de su hija Lucina Quintero: la insalubridad en la que viven especialmente las mujeres internas de esa cárcel (cohabitan más de 14 en un cuarto de cinco metros de ancho por 8 de largo) y la nula atención de doctores ante una enfermedad.
“¡Parece que quieren que se muera!”, expresó la propia Lucina durante el Foro por la Libertad de los Presos Sociales y contra la Represión que se desarrolló hace unos días en el auditorio de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la UAP.
“Pajarita”
Durante una visita a ese nosocomio la noche de este jueves, este reportero constató que la ex comisariada ejidal de San Felipe Xonacayucan recibe una constante revisión de parte de médicos y enfermeras, quienes toman la presión arterial cada dos horas y aplican nebulizaciones (con una mascarilla) tres veces al día para evitar que el problema de los bronquios aumente.
“Sufro constantemente del pecho, pero especialmente hace 15 días comencé con un desguanzo (sic) y con mareos. Ya sabes, uno que es ‘pajarita’ acostumbrada a caminar libremente por el campo extraña esos aires”, comentó la plática en la habitación 103.
La mujer de 55 años recordó, mientras una enfermera entra sigilosamente al cuarto para checar las pulsaciones de su brazo, que avisó a tiempo a los encargados médicos del Cereso de Atlixco que no estaba muy bien de salud.
–¿Y qué respondieron?
–Prácticamente nada; fue precisamente un jueves cuando notifiqué de esto a la gente de la cárcel y apenas alcanzaron a decirme que debería esperar hasta el lunes siguiente. ¡Pero mis mareos y desguanzos eran cada vez menos soportables!
Señaló que a través de su hija, Lucina Quintero, obtuvo una inyección y varias pastillas del responsable médico de los internos para tratar de calmar los malestares y dolores. “¡Pero una pastillita no hace nada!, y así pasaron las horas y los ataques de tos eran de plano mortales por las noches”, contó.
Continuó: “Pero algo sucedió que el miércoles anterior llegó al Cereso una mujer (a quien no identificó plenamente) quien dijo ser la ‘que manda’ en derechos humanos para reclamar que mi hija había denunciado que no atendían mis problemas de salud”.
–¿Y qué contestó?
–Pues sí, le dije que era verdad. Con dos o tres pastillas y una inyección no cambian las cosas. Entonces prometió que al día siguiente (jueves 11) sería trasladada a este hospital, y desde entonces estoy aquí; aunque quiero dejar en claro que responsabilizo al gobierno del estado de lo que suceda con mi vida por esta falta de respeto.
Lucina Quintero, quien espera pacientemente en una banca a que salgan las muchas visitas que recibe su madre, afirmó a este diario que los médicos no confirman aún cuánto tiempo más debe estar ahí la ex comisariada ejidal. “Aunque ciertamente ya está de salud un poco mejor… pero ojalá se pudiera ir a casa pronto”, finaliza, mientras los dos policías que custodian a Enedina intentan escuchar la conversación.
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