Vuelve a presentarse ante la ciudadanía el tema, ya añejo, del uso endiablado de las palabras. Cual si fuesen andanadas de cañón se lanzan sobre el intelecto en un afán de diluir, atemperar, el inmenso “mosqueo” que siente la persona vapuleada por los nefastos acontecimientos. En estos días se trae y se lleva el término transparencia, cual si de un bálsamo de Fierabrás fuese que aplicado por arte de birlibirloque, produjera los efectos mágicos en la vida política que recompusiera inmediatamente el irreversible descrédito que la clase política atesora. 

Aquellas personas que están en eso de la política con una perspectiva honrada, que se dejen de gaitas y dimitan a la carrera de la misma, porque se están quemando a velocidad de vértigo. Es tanta la contingencia de refuerzo negativa que conlleva el aparecer en compañía de personajes siniestros, que, “quítele Vd. el reflejo al perro de Paulov”. 

Aquellas personas que están en eso de la política con una perspectiva honrada, que se dejen de gaitas y dimitan a la carrera de la misma, porque se están quemando a velocidad de vértigo. Es tanta la contingencia de refuerzo negativa que conlleva el aparecer en compañía de personajes siniestros, que, “quítele Vd. el reflejo al perro de Paulov”. 

Cuando de transparencia hablan esas mentes preclaras, que estando no vieron, ni oyeron nada, que nada creyeron de esta colosal estafa a todo el pueblo, no se observa ni un signo de mínimo rubor en sus duras, duras, caras. Y es que la transparencia no deja desnuda sus almas comprometidas con tanto desbarajuste interesado. Nada de saber de lo acontecido anteriormente, nada de dar cuentas de la razón, la raíz de tanto fraudulento fraude, más que Ley de transparencia se vende pretendiendo una Ley de punto final a las irresponsabilidades asumidas por muchos de aquellos que hoy debaten y baten el texto de la próxima flamante Ley. Una ley que, ¡Oh cielos!, toca a la intocable, la innombrable, casa Real, pero que nada dice de fondos reservados, de repartos de contratos multimillonarios a empresarios dadivosos con el partido de turno, que nada cuenta, porque no es ese su objeto, el sentido de tantos miles de millones enterrados en los oscuros sótanos de Bancos y entidades financieras. Nada de eso ha quedado expuesto de forma transparente ante los ojos incrédulos de la ciudadanía, de eso nada se supo y, por voluntad de las divinidades del olimpo parlamentario, nada se sabrá. 

Hace falta transparencia para ver lo que ha ocurrido y también para aflorar tanta economía sumergida, tanta fuga de capitales, tanto chanchullo político financiero. Pero ya que están entretenidos en la nueva ley sería necesario, torno a la necesaria transparencia, incluir la fiscalidad para que la ciudadanía pueda desgravarse absolutamente cualquier gasto que tenga, de forma que en el IRPF (impuesto de rendimientos de personas físicas), se refleje el gasto total y de esta forma emerjan los ingresos de toda la ciudadanía, haciéndolos de una vez Transparentes. 

Rafael Fenoy Rico Comunicación Educación CGT

 


Fuente: Rafael Fenoy Rico