El título tendría que ser huelga general, pero me temo mucho que no lo será. El cercano 27 de enero está convocada la huelga general por la CGT, en Catalunya. A pesar de que la convoque la CGT hay una multitud de pequeños colectivos, de asambleas de barrios y pueblos, de grupúsculos sospechosos de pedir la luna y la justicia social, que están detrás de esta huelga que algún sindicato tenía que convocar. Y no podía ser ni CCOO ni UGT, bastante trabajo tienen en Madrid para negociar sus prebendas y ajustar sus presupuestos. Y disimular, por supuesto.

El título tendría que ser huelga general, pero me temo mucho que no lo será. El cercano 27 de enero está convocada la huelga general por la CGT, en Catalunya. A pesar de que la convoque la CGT hay una multitud de pequeños colectivos, de asambleas de barrios y pueblos, de grupúsculos sospechosos de pedir la luna y la justicia social, que están detrás de esta huelga que algún sindicato tenía que convocar. Y no podía ser ni CCOO ni UGT, bastante trabajo tienen en Madrid para negociar sus prebendas y ajustar sus presupuestos. Y disimular, por supuesto.

Y habían muchas dudas que un sindicato, de los llamados minoritarios, convocara una huelga llamada general, palabras mayores. Pero se trata de perder el miedo, darnos cuenta que no tenemos nada que perder porque queda poco para perder y mucho a ganar. Es una huelga por la dignidad, para decir basta. Palabras difíciles en épocas de supervivencia, pero ante la ofensiva de aquello que llaman los mercados, nos queda la cultura de la resistencia, una cultura que el poder se empeña en borrar y anular. Una cultura que tiene muchos años. Una cultura que muchos de los que leéis esto, habéis vivido de forma directa o indirecta. Que no podemos perder.

La huelga del día 27 de enero no se tiene que medir en porcentajes, ni en números. Será difícil que los precarios puedan hacer huelga, que los que se informan de las cosas de la vida por Belen Esteban o Intereconomia se enteren de la convocatoria, que los que escuchan los medios oficiales y los mass media no se dejen engañar por la utilidad de la huelga. También será difícil que los cuerpos policiales del país no metan el miedo en el cuerpo a todo aquel que tenga ganas de estar en la calle el 27. Un día donde se juegan mucho los sindicatos mayoritarios que representan a miles de delegados sindicales, trabajadores que viven de negociar las condiciones laborales de las personas que trabajan en sus centros de trabajo.

Estaremos unas cuántas en la calle, sindicadas o no sindicadas, trabajadores y paradas, empleadas que no cobran desde hace meses a pesar de ir puntualmente a trabajar, mujeres y hombres, cansados y resistentes, haciendo huelga oficialmente o momentos antes de ir al trabajo a intentar resistir por un sueldo para mantenerse. Pero dignos.

¿Vestidas de negro ?, ¿Con un sombrero en la cabeza ?, ¿Con una flor en la solapa ? ¿Nos imaginamos alguna cosa para saber que queremos cambiar, que estamos moviéndonos para decirle al emperador que está desnudo y que basta ya de engañarnos ? ¿Que nos podemos continuar organizando ?

Sobran los motivos, se nos mean encima y están acostumbrados a que callemos, a no responder, a humillarnos, a agachar la cabeza. Basta, somos muchos los que vemos y sufrimos sus abusos. El día 27 dirán que somos una minoría, unos radicales, los medios nos insultarán por ejercer el legítimo derecho a la huelga y a defendernos de sus miserias. De forma no-violenta, con la palabra y la acción. Con el gesto.

Esperémonos, busquémonos, hagamos. Seamos.

Artículo de opinión de Toni Àlvarez, afiliado a la CGT de Tarragona y colaborador de la revista «Catalunya».