Invitar al combativo Tim Robbins a inaugurar un festival de cine solidario parece una decisión coherente. Que el responsable del evento sea el Ayuntamiento de Madrid, con mayoría absoluta del PP, y, especialmente, la concejalía que dirige Ana Botella resulta un poco más chocante. Pero la subvención supera el millón de euros, así que los políticos creen tener derecho a fotografiarse con un popular actor, aunque sea de izquierdas. Eso es lo que ocurrió ayer, pese a que Robbins trató de evitar la foto y acabó declarando que se sentía «utilizado».
Sin buscarlo, el protagonista de filmes como Cadena perpetua o Mystic river se vio metido en una polémica de la que salió airoso y demostrando que está perfectamente informado del debate sobre la lucha contra el terrorismo que se ha suscitado en España con motivo de las manifestaciones del sábado.
Durante una rueda de prensa, el actor ironizó sobre las ganas de Alberto Ruiz-Gallardón de hacerse una foto junto a él. «Podría habérsela hecho con los manifestantes», señaló en alusión a la ausencia del alcalde de Madrid de la marcha, siguiendo la consigna de su partido. El director de Pena de muerte hizo este comentario tras pasar por una sesión de fotos en la que inicialmente iba a estar él solo pero a la que se sumaron Ruiz Gallardón y Botella. Se lo habían explicado al actor la noche anterior y él había mostrado su rechazo. Por eso, en el posado quedó un poco desplazado. Y renunció a asistir por la noche al preestreno del filme.
«Apoyo el festival, pero no voy a salir en la foto con políticos de derechas. Tengo la sensación de que me han utilizado», comentó en distintas entrevistas con los medios de comunicación, en una de las cuales recordó que en su país tampoco se retrata junto a políticos.
A Robbins, de 48 años, le llamó la atención lo «vivos» que están los ciudadanos españoles que se manifestaron —»no creo que en mi país respondiéramos así a un atentado», dijo— pero le resultó preocupante la actitud de Ruiz-Gallardón. «Resulta sospechoso que el representante de una ciudad sea incapaz de escuchar la voz de la ciudadanía en favor de la paz», reiteró.
Activista contra la guerra de Irak y por los derechos humanos, este actor se caracteriza por encarnar a personajes que nada tienen que ver son sus ideales, sino más bien al contrario. En la película que abrió el festival de cine solidario de Madrid, Atrapa el fuego, Robbins es un policía torturador. Cuando por razones del guión le ha tocado ser el malo, el actor no ha hecho ascos ; incluso no rechazaría interpretar a George Bush, pese a que lo detesta, si el guión mereciera la pena. No solo se deja llevar por las intenciones solidarias de una historia que llegue a sus manos. «El guión tiene que estar bien escrito, no me valen solo las intenciones sociales», dice.
A Robbins, ciudadano de un país cuyos mandatarios despiertan aversión en medio mundo, es inevitable preguntarle si sus opiniones políticas han influido negativamente en su carrera. «Si empiezas a pensar en ello, entras en un camino paranoico y peligroso», responde. Pero fijar claramente su manera de pensar sin pelos en la lengua le da dado muchas satisfacciones y la oportunidad de conocer a «personas interesantes», entre las que destacó a Robert Altman, Nelson Mandela, Harry Belafonte y Bruce Springsteen.
Fuente: MERCEDES JANSA (El Periódico)