Las columnas de la Marcha de la Dignidad no han llegado a Madrid para cambiar un gobierno. Lo que realmente deseamos es el cambio del sistema. Recuperar la democracia.
O mejor dicho, reinventarla para que se ajuste al origen etimológico de la palabra: El gobierno del pueblo. Porque el sucedáneo que nos han vendido es un puro cuento chino.
El pueblo no gobierna nada, más bien sufre el desgobierno de una casta política arrogante y desalmada. Seres ajenos a las tragedias y a la desesperanza que padece la gente.
O mejor dicho, reinventarla para que se ajuste al origen etimológico de la palabra: El gobierno del pueblo. Porque el sucedáneo que nos han vendido es un puro cuento chino.
El pueblo no gobierna nada, más bien sufre el desgobierno de una casta política arrogante y desalmada. Seres ajenos a las tragedias y a la desesperanza que padece la gente.
Endilgándonos mentira tras mentira para regalar a los más ricos lo que consiguen robar a los más pobres. Aplastando con bota de hierro los derechos elementales, incluso el del pataleo, para preservar su alegre latrocinio de lo público. Para que no nos canteemos mientras les dura el expolio.
A las dignas columnas de hombres y mujeres libres les aguarda en Madrid un recibimiento cuasi militar. Ese tesón pacífico que muestran los marchistas les acojona más que un escuadrón de combate sobrevolando la Moncloa. Primero se les ignoró. Se impuso un silencio tácito en los medios que apenas unos pocos, como Público, se atrevieron a romper.
Pero en los últimos días, gracias a la ayuda involuntaria de Ignacio González, salieron de las sombras. El presidente de la Comunidad madrileña (que curiosamente no ha elegido nadie en las urnas) se viene arriba y advierte a los partidos que apoyan a la Marcha que están «jugando con fuego». Según este tipo oscuro que mantiene soterrado su patrimonio y unas turbias relaciones con dudosos empresarios, el ideario de las Marchas de la dignidad coincide con el de los neonazis griegos «Amanecer Dorado». ¡Con un par!
Pero en algo coincido con él. Algunas veces los extremos se tocan. En su caso la conexión se establece entre su lóbulo extremo derecho cerebral y una almorrana extrema que también se carga a la derecha. Vamos que piensa con el culo pero enfocando siempre a diestra.
Es normal que don Ignacio y todos los mariachis que nos desgobiernan estén tan atacados. ¿Cuánto tiempo pensaban que se podía sostener este atraco a mano armada contra la ciudadanía? Alguna reacción es previsible cuando te están arrebatando el pan y la esperanza con diurnidad, premeditación, alevosía y cachondeo. Las mujeres y hombres que marchan ahora sobre el suelo madrileño son dueños de la llave que puede abrir nuestro destino. Otro mundo, otra forma de entender la democracia, bulle en sus corazones.
Tic, tac, tic, tac.. Ha empezado la cuenta atrás para los cuentistas como Ignacio González. En este país no nos caben más canallas. ¡Que se vayan a su casa! O a sus áticos de lujo a esperar que les desahucien por desahogados y chulos. A ver qué sienten.
Mientras tanto, el Himno a la Libertad rebota en las gargantas de la columna aragonesa. Madrid nos abre los brazos pese a la legión de antidisturbios que están preparadas para abrirnos las cabezas. No tienen idea de cómo son de duras. Como un adoquín, se lo juro.
Ana Cuevas
Fuente: Ana Cuevas