Teresa Claramunt 1862-1931. Esta anarquista catalana, obrera del textil, con una gran capacidad de convocatoria y movilización, luchó en defensa de la igualdad entre los dos sexos desde una perspectiva socioeconómica y apolítica. Fueron numerosos sus artículos en revistas y en periódicos de la época quejándose de la situación de la mujer. En 1905, escribió “La mujer. Consideraciones sobre su estado ante las prerrogativas del obrero” y, aunque han transcurrido cien años desde su publicación, aún hoy en día nos encontramos en las mismas o parecidas situaciones que en su día Teresa Claramunt se revelara en contra.
«LA MUJER. Consideraciones sobre su estado ante las prerrogativas del obrero» :
La principal causa del atraso de la mujer está en el absurdo principio de la superioridad que el hombre se atribuye. Sobre esta base falsa se constituye la sociedad actual ; y por tanto, los resultados forzosamente tenían que ser contrarios a todo bien común.
Extendiéndose hasta caer en el vergonzoso extremo de dividirse los hombres en clases y subclases éstas hasta el infinito, por la separación que crea el torpe afán de excederse cada uno con los demás. Una vez cultivados por los hombres los antagonismos de sexo, los frentes habían de envenenar su espíritu, haciéndolos despóticos y tiranos con sus semejantes. Empezaron siéndolo con las mujeres por ser más fácil, para luego el afán de dominar les ha hecho feroces.
La mujer es y ha sido para el hombre un ser incapacitado para todo y, salvo muy honrosas excepciones, nadie durante tantos siglos la ha defendido de esa usurpación de facultades. Se la ha considerado como el eterno niño.
Provisto el hombre de falaces recursos, han continuado viendo a la mujer un ser inferior, y entronizado en su orgullo la ha llamado y le ha dicho : “Yo soy tu amo y señor ; tu no puedes intervenir en los asuntos públicos, porque no posees el talento necesario ; tu no puedes legislar, ni siquiera disponer de tus bienes, porque te hemos reconocido incapacitada. Tu, hija o esposa, has de ostentar mi nombre, igual que ostenta el perro en el collar o el caballo en la manta que le cubre el lomo ; así como estos animales si pudiesen hablar, dirían “yo soy de fulano”, así también debes decir tú “yo soy fulana de fulano” ; y tus hijos llevarán mi nombre, me pertenecerán. Eres mía en el sufrimiento, eres mí esclava”.
Soltera lo eres de tu padre, casada pasas a serlo del marido y ambos te hacemos depositaria de nuestra honra que conservaras como conserva la gaveta el dinero que en ella depositamos. Tanto el marido como el padre tendremos derecho a matarte si con tus actos manchares nuestro nombre ; y si el nombre te lo entregamos deshonrado tú debes ocultarlo, aceptándolo con sumisión y respecto.
No tienes derecho a quejarte y menos a castigarnos como te castigamos nosotros, porque nosotros tenemos la libertad de que tú careces y nos es permitido sin desdoro lo que en ti merecería todos los reproches y los castigos más crueles.