Migrar es un derecho universal… pero no para las personas pobres o empobrecidas… la libertad de migrar en estas sociedades capitalistas, deshumanizadas, solamente le es dada al capital, al dinero…
¿Refugiad@s? ¿De qué? ¿de quién? ¿por qué?
Hay ocasiones en las que parece que las cosas ya no puedan ser peor: hay sequía, te han desertizado los arrozales, te han quemado la tierra con productos ajenos dejándola yerma, las batallas entre los «señores de la guerra» (camuflados de tribu, clan, religión verdadera o lo que sea) no cesan y arrasan con cualquier persona que se ponga en medio; el enfrentamiento alcanza nivel de guerra y del machete se pasa a las bombas racimo o químicas o, tan «sólo», a las bombas que destruyen edificios y vidas, hospitales y escuelas,…
¿Refugiad@s? ¿De qué? ¿de quién? ¿por qué?
Hay ocasiones en las que parece que las cosas ya no puedan ser peor: hay sequía, te han desertizado los arrozales, te han quemado la tierra con productos ajenos dejándola yerma, las batallas entre los «señores de la guerra» (camuflados de tribu, clan, religión verdadera o lo que sea) no cesan y arrasan con cualquier persona que se ponga en medio; el enfrentamiento alcanza nivel de guerra y del machete se pasa a las bombas racimo o químicas o, tan «sólo», a las bombas que destruyen edificios y vidas, hospitales y escuelas,…
O quizás nada de eso ocurre, simplemente has considerado moverte a un lugar que crees te hará la vida mejor. Entonces decides que debes salir de tu tierra.
Pero no vas a ir de vacaciones, no tienes dinero ni para los pasajes ni para un pasaporte falso ni para acreditar en el país al que entres que puedes pagarte la estancia. Debes acudir a la huida personal…o a las mafias. Conoces los riesgos, pero no cabe duda de que en eso, en situación de riesgo, ya estabas. Así que inicias el camino.
Si hubieras llegado a mi país hace 5 o 6 años, te hubiéramos declarado emigrante. Si no te pillaban en la frontera no hubieras sido deportado. Si no te pillaban en una calle cualquiera días después no habrías sido ingresado en un CIE esperando, «desaparecido» en una burocracia extraña, a que alguien decida qué hacer contigo mientras te mantiene con vida hacinado junto a otras personas como tú. No sabrías, dudarías, si era mejor ser hambriento en tu tierra o ser un no reconocido en ese submundo extraño.
Pero has venido ahora (bueno hace ya 2,3,4 años), en masa, huyendo de guerras y matanzas, dejando tu casa – que no era pobre -, dejando tu ciudad -que era tranquila -, dejando tu trabajo – que no era de esclavo -, trayendo tu cerebro con estudios, con idiomas,…porque tú eres una persona refugiada, algo distinto a un emigrante (dicen). Pero vas a llegar al mismo lugar, a esta «tierra de leche y miel».
Y te recibimos con esa nueva etiqueta pero, aunque no te retornamos, no te dejamos pasar a tierras más lejanas. No has traído papeles, no has traído dinero, no vienes de turista, ¡huyes de la guerra! ¡eres una refugiada!
Y, hacinadas en «campos», como si fuerais una planta, una hierba mala, os arrinconamos; no contagies mis ciudades. Los organismos internacionales te pondrán tiendas y repartirán comida, pero ¡no entres en mi jardín!
Y ahora viene el invierno, otra vez. Pero este año pega fuerte. Ahí te tengo, bajo las lonas.
¿y yo que hago? ¡Yo soy la UE, grande y libre!. Vergüenza fue la ley que hice para diferenciar ciudadanas y emigrantes, todas las leyes de extranjería…; más vergüenza fue el acuerdo con Turquía y la compra de espacio en Grecia para que allí se quedaran los y las refugiadas. Más vergüenza aún es que en todo este tiempo no haya sido capaz de acoger ni a una décima parte de los compromisos que adquirí, yo UE, cuna de civilización. Y ahora, todavía más vergüenza, que siga con las fronteras cerradas para que no os mováis de unos campos de refugiados en los que malvivís (sin bombas, eso sí) esperando no se sabé a qué ni a quien.
Frente a esas vergüenzas de la UE, de la que somos parte con rango de residentes, honor a todos y todas quienes han sabido ir a estar con vosotras, apoyaros «in situ», participar de vuestros padecimientos,…Agradecimiento y honra a quienes se han atrevido a ayudaros a burlar burocracias y a cruzar caminos no permitidos. Gracias a quienes visibilizan día a día vuestra cotidianidad en peligro.
Triste, muy triste que quienes no somos parte de esas inútiles instituciones no hayamos sabido cómo superar las leyes indignas, las policías represoras, los Parlamentos inútiles. Triste que individual o colectivamente no hayamos sido capaces de hacer desaparecer esas barreras ilegítimas que os mantienen “concentrados”. Lo intentamos, eso sí. Chillamos, protestamos, acompañamos…
Pero sabemos que no es suficiente y lo vemos más claro aún estos días en que el frío es intenso no sólo en vuestros corazones y en los nuestros sino, sobretodo, sobre vuestros cuerpos desprotegidos.
¿Seremos capaces de dejar de discutir si tenéis o no motivos para abandonar vuestra tierra y buscar refugio aquí? ¿seremos capaces de superar nuestra comodidad y nuestros miedos y abriros la puerta y acogeros en nuestras casas? ¿conseguiremos que llegue algo de calor a los helados corazones de la burocracia que dicta leyes contra las personas?
Ojalá sí lo logremos, antes de paséis a ser algo peor que migrantes, algo peor que refugiados: estadística de decesos.
Mientras tanto desde el SP recomendamos a todas las personas que puedan que consideren el envío de aportaciones económicas (el envío de productos, alimentos, etc, es caro y comporta necesidades logísticas y más cosas) a las muchas realidades de apoyo existentes en Grecia (no sólo pero, ahora, fundamentalmente) y que os serán fáciles de encontrar y conocer porque, afortunadamente, son muchas las personas y colectivos implicadas en solidaridad y saben de la existencia de los mismos.
Y, desde luego, mucho más aún, que en la medida de lo posible no sea aportación de un día, ni sólo de dinero, sino que sea una asunción de la cuota de responsabilidad que cada uno/a de nosotras/os tiene en la construcción de una nueva sociedad y, por tanto, que ejerzamos nuestro derecho y obligación moral de llevar a la práctica granitos de nuestros pensamientos y discursos.
¡Salud!