Desde, al menos, la Revolución Francesa con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano hasta la actualidad, en el discurso político y ciudadano siempre escuchamos la palabra derechos. Pareciera como si luchando o enarbolando la bandera de los derechos a la vivienda, al empleo, a una vida digna… y consiguiendo que estas reclamaciones aparezcan en las Constituciones, estuviera todo resuelto.
Mientras, la palabra y el concepto de deberes, es sepultado, y no escuchamos que se mencione en boca de nadie.
No obstante, un análisis más meditado, nos permite descubrir que solo dando un mayor peso a los deberes del que se le da por la casi totalidad de las colectividades, permitiría acercar a la realidad esos valores, principios y derechos que se exigen.
Mientras, la palabra y el concepto de deberes, es sepultado, y no escuchamos que se mencione en boca de nadie.
No obstante, un análisis más meditado, nos permite descubrir que solo dando un mayor peso a los deberes del que se le da por la casi totalidad de las colectividades, permitiría acercar a la realidad esos valores, principios y derechos que se exigen.
Cojamos el desgastado lema de la Revolución Francesa- aquella revolución ensalzada por casi todos y creadora de la civilización opresiva que tenemos, que cambió el dominio de manos y generalizó el militarismo, el control del Estado, el capitalismo y el trabajo asalariado, por ejemplo- Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Pues bien, si definimos la libertad como un estado de no sujeción o dominación entre personas, nos damos cuenta de que ésta no es sólo un derecho, sino un deber. Tenemos el deber de no interferir o destruir las libertades ajenas. Y esto es más claro cuando se opta por defender el concepto de libertad como no dominación, frente a la idea dominante de libertad negativa o liberal, basada sólo en que nadie se entrometa en nuestras vidas excesivamente, mientras nos encerramos en nuestras vidas privadas, ajenos a casi todo lo que nos rodea, con lo cual, indirectamente, aumentamos el peso de los poderes sobre nuestras vidas.
La libertad como no dominación, para ser efectiva, implicaría la participación y toma de decisiones en todos los ámbitos vitales que nos incumben, para ir rompiendo con las estructuras piramidales. Pero esta idea de libertad a desarrollar, tampoco podría reclamarse sólo como un derecho. Si no es vivida e interiorizada como un deber por los individuos, no pasaría del papel, de las buenas intenciones, y nunca llegaría a cristalizar en la base de una nueva civilización. Acabaría siendo retórica hueca.
Lo mismo es aplicable a la igualdad. Tenemos el deber de tratar al prójimo como queramos que nos traten a nosotros.
En cuanto a la fraternidad, la solidaridad, el apoyo mutuo…es mucho más claro la necesidad de que estos valores sean vistos como deberes de unos con otros para lograr pasar de la caridad laica- que es lo que tenemos actualmente con los sistemas de bienestar jerárquicos, de reparto de migajas a los más desfavorecidos, migajas en disminución creciente- a la verdadera solidaridad, que consiste en compartir , en crear redes horizontales donde nadie quede abandonado a su suerte.
Por lo tanto, para nosotros, sólo una sociedad que ponga los deberes en el mismo o superior lugar al de los derechos-sin olvidar que los derechos siempre serán necesarios.-, deberes libremente aceptados, viviendo éstos en las mentes y corazones de los seres que constituyan esas colectividades podrá hacer realidad los valores y derechos que ahora sólo habitan en los papeles, en las intenciones.
Y, por tanto, sólo una civilización de los deberes así contemplados, podrá reconstruirnos como seres humanos destruidos por la mera reclamación de derechos, que nos ha convertido en seres pasivos, que aceptan alegremente la situación de siervos a cambio de ciertas comodidades que ya se están perdiendo y en seres insolidarios .
La comunidad de derechos y deberes equilibrados abriría la posibilidad de hacer nacer una civilización mejor, de mayor calidad humana, de gentes más conscientes.
Alfredo Carreras Rodríguez
Fuente: Alfredo Carreras Rodríguez