En un reciente artículo, presentado bajo el titulo de Chomsky: "No me interesan estos falsarios intelectuales, vacíos de todo contenido"(1), se reproducían unas declaraciones de Chomsky, sobre el filósofo esloveno Slavoj Zizek (2) y el difunto sicoanalista francés Jacques Lacan.

Estas declaraciones suscitaron una reacción bastante confusa y anecdótica de Zizek y la consiguiente respuesta (3) de Chomsky para justificar la “irracionalidad” de Zizek y el por qué había dicho que no tenía “el menor interés en tener una conversación con él” y había conversado con Ángela Davis: “una persona intelectualmente estimable, piensa seriamente y tiene cosas a decir, y algunas interesantes”.

Estas declaraciones suscitaron una reacción bastante confusa y anecdótica de Zizek y la consiguiente respuesta (3) de Chomsky para justificar la “irracionalidad” de Zizek y el por qué había dicho que no tenía “el menor interés en tener una conversación con él” y había conversado con Ángela Davis: “una persona intelectualmente estimable, piensa seriamente y tiene cosas a decir, y algunas interesantes”.

No es mi interés entrar en esta polémica; pues ni Zizek ni Chomsky han expuesto divergencias de fondo y sólo se han lanzado descalificaciones apoyadas en “argumentos” ad hominem que se fundan en las supuestas o reales falacias o contradicciones del otro.

No obstante, ¿cómo no reaccionar ante la insistencia de Chosmky en justificar sus tomas de posición por la relevancia que para él tienen los acontecimientos y no en base a lo que ellos son? Así su persistencia en no reconocer el error de haber dado más relevancia y significado a las atrocidades cometidas por Indonesia en el Timor del Este que a las cometidas por los jemeres rojos en Camboya. ¡Como si no fueran las dos situaciones igual de infames!

Claro que entonces, para Chomsky – empeñado en denunciar la manipulación de la información en Occidente y en particular en los USA – era más importante dar relevancia a lo de Timor del Este y quitársela a lo de Camboya. Lo que podría comprenderse entonces; pero no ahora. Y aún menos el justificarlo con lo de: “utilizamos los datos que teníamos disponibles”.

Por eso, a pesar de coincidir con Chomsky en el poco interés que tienen las posturas fundadas en el uso y abuso de «términos extravagantes compuestos de archisílabos», la verdad es que me es difícil comprender su manera despectiva de referirse a Zizek y su obra. Pues, por mucho que Zizek sea «un buen actor» para hacer «puestas en escena y que las cosas parezcan apasionantes», no es digno de un intelectual, del renombre de Chomsky, el descalificar a otro en los términos que él lo hace con Zizek en esta entrevista. Como tampoco el tratar a Lacan de «charlatán integral», aunque éste no hiciera «sino coqueteos ante las cámaras de televisión, a la manera típica de tantos intelectuales de París».

Es verdad que, a fuerza de ser requerido sin descanso por entrevistadores de todo tipo, Chomsky no tiene mucho tiempo par reflexionar lo que responde y de ahí que de tanto en tanto diga cosas que en otras condiciones quizás no habría dicho. A lo que debemos agregar su inclinación en dar más relevancia a lo que pone en evidencia los abusos de Poder del imperialismo norteamericano y occidental que a los de otras formas de dominación. Una falta de objetividad que, sin embargo, él no para de reprochar a los demás.

Es por ello pues que me ha parecido oportuno adjuntar a este comentario el texto que sigue:

(1) http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/25512

(2) En esta breve entrevista, se le preguntaba a Chomsky qué pensaba “del trabajo de Slavo Zizek” y si le interesaría mantener una conversación con él, como la última que Chomsky había mantenido con Ángela Davis en la ciudad de Boston.

(3) Tanto la reacción de Zizek como la respuesta de Chomsky pueden leerse en : http://pijamasurf.com/2013/07/tio-slavoj-zizek-vs-chomsky/

Chomsky, la objetividad y el realismo…

Dos respuestas de Chomsky, a las preguntas que le hiciera Ángel Ferrero para una entrevista publicada en el número 37 de la revista Enciclopèdic de noviembre de 2011 (*), me incitan a reaccionar y a escribir lo que sigue. La primera, porque es cuestión de la objetividad, y la segunda, porque, en la pregunta, es cuestión de un artículo mío(1). Dos respuestas que, al parecerme absolutamente contradictorias, me obligan a seguir interrogándome sobre la objetividad en el pensamiento de este prestigioso intelectual en los últimos años. Veamos pues por qué me parecen contradictorias esas dos respuestas.

La primera es una respuesta de Chomsky a una pregunta en la que, tras recordarle que en 1969 se había publicado en castellano un ensayo suyo titulado «La objetividad y el pensamiento liberal» (2), se le pide si recuerda cómo cubrió la prensa norteamericana la Guerra Civil y la Revolución española. Chomsky responde que, en esa época, tenía 7 años y que fue después cuando pudo enterarse de la apasionada hostilidad de los medios de comunicación y el Gobierno norteamericanos a la Revolución. Una hostilidad que les hizo cubrir ese acontecimiento casi por completo desde esta perspectiva, y, en lo concerniente a la Guerra Civil, desde una posición ambivalente (3).

Efectivamente, en este caso, la falta de objetividad, la parcialidad de los medios de comunicación y del Gobierno norteamericanos fue evidente y Chomsky hizo bien en denunciarla. Pues, aunque podía comprenderse tal parcialidad por el miedo de esas instituciones a la Revolución española, resultaba incomprensible que los «demócratas» norteamericanos no defendieran la Democracia en España como decían defenderla en los Estados Unidos. Y aún más tratándose de «demócratas» que se pretendían ser «intelectuales de izquierdas», como se especificaba en el subtítulo del libro: «Los intelectuales de izquierdas frente a la guerra del Vietnam y la Guerra Civil Española».

¿Cómo pues no aplaudirle a Chomsky su contundente y legítima denuncia de tal falta de objetividad de una inteligentsia progresista que justificaba la política bélica y colonialista del Gobierno de los Estados Unidos? Y ¿cómo no agradecerle además haber incluido un polémico análisis del libro The Spanish Republic and the Civil War (1931-1939), en el que su autor, Gabriel Jackson, no disimulaba su compromiso con la democracia liberal representada por algunas de las figuras de la República española? (4)

Aplausos y agradecimiento bien merecidos. No sólo porque, al comportarse así, Chomsky restituía la verdad sino también porque al hacerlo era coherente y consecuente con la actitud ética, que había mantenido hasta entonces, de no transigir ante lo que no creía justo, razonable o verdadero. Actitud por la que merecidamente se le consideraba un intelectual íntegro; pues, pese a no ocultar sus simpatías por el ideal socialista, no había dudado en denunciar también la falta de objetividad de los intelectuales «progresistas» que habían ocultado los crímenes cometidos en nombre del socialismo por los Estados que se reclamaban de él.

Objetividad a la carta…

Ahora bien, ¿cómo aplaudirle una objetividad a la carta? El considerar normal haber viajado a Venezuela para reunirse con el coronel y presidente Hugo Chávez y avalar su pretoriano «socialismo del siglo XXI». Aunque en la respuesta a Ferrero diga ahora que su viaje sólo fue de unas horas acompañando a su amigo Michael Albert, «que dirige Znet, con el objetivo de facilitarle algunos de sus objetivos libertarios a largo término». Pues, aunque sea verdad lo que Chomsky le dijo a Ferrero y que haya sido su «amigo» Michael Albert quien haya preparado, con Chávez, la entrevista «improvisada» en el palacio presidencial de Miraflores, lo cierto es que, visionando el video de la entrevista (5), se puede apreciar lo «improvisado» de la misma. Como también se puede ver el papelito que Chomsky hace allí escuchando las bufonadas de Chávez gracias a su «amigo Albert». Un papelito que Chomsky no estaba obligado a hacer, y, aún menos, de agregar, tras agradecerle a Chávez sus palabras de bienvenida, este comentario adulador: «Hablar de la paz es, de alguna manera, fácil lo difícil es crear un nuevo mundo, un mundo diferente. Para mi resulta muy emocionante ver en Venezuela cómo se está construyendo ese otro mundo posible aquí y ver a uno de los hombres que ha inspirado esta situación». Pues, si lo pensaba, no debería haber puesto esa cara de susto al pronunciarlas (parecía estar en un entierro), y si sólo era para agradecerle a Chávez las palabras elogiosas que éste había pronunciado hacia él, habría sido suficiente con agradecérselas y estrechar la mano que el militar le tendía…

¿No se daba cuenta Chomsky del «show» que le habían montado su «amigo» Albert y Chávez – con transmisión en directo por la televisión pública venezolana – para instrumentalizar su visita a Venezuela como un espaldarazo al chavismo? ¿Cómo pensar que una persona de su inteligencia pudiese no verlo? Es por ello que no se le puede excusar de haberse prestado a tan grotesca comedia. Ni siquiera por el hecho de que poco después hiciera comentarios más comedidos sobre el chavismo y su pretendido «socialismo del siglo XXI». Como tampoco lo excusa el que, en 2011, firmara una carta pública pidiendo la libertad de la jueza María Lourdes Afiuni, detenida por órdenes de Chávez, y que en relación con este caso declarara: «La concentración del poder ejecutivo, a menos que sea muy temporal y por circunstancias específicas, como la lucha contra la segunda guerra mundial, es un asalto a la democracia. Se puede debatir si las circunstancias (de Venezuela) lo exigen, como por ejemplo: las circunstancias internas y la amenaza externa de ataque, que es un debate legítimo. Pero en mi juicio, en el caso que se debate, éste no lo es» (6). O que nunca más haya vuelto a sacar lo de «un mundo nuevo diferente» refiriéndose al chavismo y que ahora se limite a definirlo, como lo hace en la entrevista a Ferrero, en la que se limita a decir que «el modelo de Chávez para Venezuela… es un modelo mixto» y que «hay elementos positivos, incluyendo una fuerte reducción de la pobreza, pese a las condiciones muy difíciles (golpe de Estado y subversión) y el crecimiento de comunidades y centros de trabajo autogestionados».

No, no es posible excusarle de haberse prestado a tal bufonada porque no es la única, y siempre justificándolas con la «excusa» de que hay «elementos positivos…» ¿Cómo olvidar su efusivo apretón de manos con Fidel Castro a finales del mes de octubre de 2003? Apenas seis meses después del fusilamiento sumario de tres jóvenes negros habaneros que habían intentado secuestrar una lancha costera de transporte de pasajeros para escapar de la isla. Uno de los peores crímenes en la historia de la Revolución cubana, y a pesar de que Chomsky había firmado un documento público de protesta por tal crimen; pues esos jóvenes no habían matado ni siquiera herido a nadie.

El problema, con Chomsky, es que no para en estos últimos años de dar una de cal y otra de arena. Como si no se diera cuenta de las contradicciones en las que cae frecuentemente y que tanto reprochó y reprocha a los intelectuales que se meten en el bolsillo la objetividad y la dignidad cuando se trata de juzgar conductas de afines ideológicos. Una parcialidad que les hace decir negro a lo que un día dijeron que era blanco sin ruborizarse. Y pese a que siguen pretendiéndose objetivos y consecuentes. ¡Cómo pues no reprocharles tal parcialidad e inconsecuencia! Aunque la mayoría de ellos tienen la excusa de vivir lo que piensan. ¡Como todos! Pues es indiscutible que vivimos lo que pensamos, y de ahí que, cuantos piensan en autoritario, juzguen la vida siempre desde esa «perspectiva», como se lo dijo Chomsky a Ferrero refiriéndose a los intelectuales demócratas norteamericanos ante la Guerra Civil española y la guerra en el Vietnam.

El Chomsky «anarquista.»..

Lo curioso es que Chomsky haya olvidado lo que escribió entonces frente a esa subordinación intelectual : «Los intelectuales están en condiciones de exponer las mentiras de los gobiernos, de analizar las causas y motivos de los hechos, y a menudo sus intenciones ocultas. Al menos en el mundo occidental tienen el poder que les da la libertad política, el acceso a la información y la libertad de expresión» (7). Pues, si siguiese pensando como pensaba entonces, eso es lo que debería haber hecho en Cuba y en Venezuela y no pronunciarse en la «perspectiva» del Poder, como lo hicieron entonces y lo siguen haciendo todos intelectuales que no exponen «las mentiras de los gobiernos». Además, eso es lo que debería haber hecho un intelectual que se ha pronunciado durante casi toda su vida contra la autoridad, la jerarquía y la dominación, y que lo ha explicado así: «El anarquismo me atrajo desde que era un joven adolescente, apenas empecé a pensar sobre el mundo más allá de límites bastante estrechos, y desde entonces no he hallado mayores razones para revisar esas actitudes tempranas. Pienso que sólo tiene sentido buscar e identificar estructuras de autoridad, jerarquía, y dominación en todos los aspectos de la vida, y desafiarlas. A menos que hubiera justificación para ellas, son ilegítimas, y deben desmantelarse para incrementar el alcance de la libertad humana. Eso incluye el poder político, propiedad y dirección, las relaciones entre hombres y mujeres, padres y niños, nuestro control sobre el destino de generaciones futuras (el imperativo moral básico subyacente al movimiento medioambiental, en mi opinión), y mucho más. Naturalmente esto significa un desafío de coerción y control de las grandes instituciones: el estado, las inexplicables tiranías privadas que controlan la mayor parte de la economía doméstica e internacional, y así sucesivamente. Pero no sólo esto. Lo que yo siempre he entendido como esencia del anarquismo es la convicción de que se debe plantear a la autoridad una prueba de asunción de responsabilidad, y que ésta (la autoridad) debe desmantelarse si no puede lograr esa asunción de responsabilidad. A veces se puede lograr la asunción de responsabilidad.» (8)

Claro que eso lo decía en 1995; pero quince años después no dice otra cosa en la entrevista que le hace Ferrero. En ningún momento hay una puesta en causa de lo que había dicho antes sobre el anarquismo. De ahí que a la pregunta «¿Cuál es la vigencia del anarquismo en el siglo XXI?, Chomsky responda: «La actualidad será lo que hagamos con ella. Las oportunidades existen. Si se aprovecharán y se desarrollarán o no, es una cuestión de voluntad, elección y compromiso.» Inclusive, a una pregunta de Ferrero sobre que, en algún, momento había escrito que los anarquistas deberían «defender algunas instituciones del Estado contra los ataques lanzados contra ellas» y reconocido haber participado a la elecciones «si el efecto del voto tiene repercusión», Chomsky le precisa: «Un rechazo rígido a participar en la acción política debería ser, en mi opinión, objeto de crítica. Pero no creo que esto tenga nada que ver con ‘una teoría consistente del Estado’, sea el que sea, o con ‘inconsistencias de las teorías anarquistas’. Más bien es una forma de dogmatismo que no tiene en cuenta las consecuencias humanas, y no veo ningún mérito en ello.»

El Chomsky «anarquista sincero» y reformista…

Así pues, si Chomsky continúa considerando vigente la propuesta anarquista, es lógico preguntarse: ¿por qué en estos últimos tiempos ha caucionado (por acción o inacción) propuestas y experiencias autoritarias descaradamente totalitarias? ¿Cómo es posible que después de haber denunciado la falta de objetividad de los medios de información occidentales y haber escrito que estos deberían tener «la obligación de descubrir la verdad e informar de ella, y no reflejar pura y simplemente la percepción del mundo que desearían los grupos de poder» (9), se haya prestado a ser instrumentalizado por medios que están al servicio de gobiernos totalitarios o meramente burocráticos? ¿Cómo ha podido conciliar su defensa de «la verdad e informar de ella» con el respaldo emocionado a Jefes de gobierno que la censuran y persiguen a cuantos informan de ella? (10).

Es verdad que ya en 1976 precisaba: «Yo no me considero verdaderamente como un pensador anarquista. Digamos que soy una especie de compañero de ruta» (11). Como más recientemente se pronunció – como ya hemos dicho antes se lo recuerda Ferrero – por un «reforzamiento de ciertos aspectos de la autoridad del Estado» y hecho suyo un slogan de los campesinos sin tierra brasileños que dice: «debemos agrandar la caja hasta que podamos romper los barrotes» (12). Es decir: que Chomsky se sitúa él mismo en una perspectiva de pretendido realismo político: «El ideal anarquista,, sea cual sea su forma, ha tendido siempre, por definición, hacia un desmantelamiento del poder estatal. Yo comparto este ideal. No obstante, muy frecuentemente éste entra en conflicto directo con mis objetivos inmediatos, que son defender, inclusive reforzar ciertos aspectos de la autoridad del Estado (…) Hoy, en el marco de nuestras sociedades, yo creo que la tragedia de los anarquistas sinceros debe ser defender ciertas instituciones del Estado contra los asaltos de que son objeto, aunque esforzándose por obligarles a abrirse a una participación popular más larga y efectiva. Esta manera de proceder no está minada del interior por una contradicción aparente entre estrategia e ideal; ella es el resultado de la jerarquización práctica de los ideales y de una evaluación, igualmente práctica, de los medios de acción» (13).

Así pues, si nos atenemos a esta explicación-justificación debemos considerar a Chomsky como un anarquista «sincero» al que la “jerarquización”, entre «ideales» y «medios de acción», le lleva a practicar un realismo reformista cuando se trata de «la vida y las aspiraciones legítimas de las gentes que sufren», y a olvidar las barbaridades de los regímenes dictatoriales, que se pretenden antiimperialistas, por considerar peor la barbarie del imperialismo yanqui.

La estrategia del «mal menor»…

La única manera pues de entender la posición de Chomsky, en el conflicto que se plantea entre el ideal y los objetivos inmediatos, es que el ideal (el desmantelamiento del Estado) debe quedar fuera de la realidad y que frente a ella debe primar la estrategia del «mal menor»… Sea para tratar de reformar lo feo de la realidad como para no «hacer el juego a la derecha» denunciando a los falsos revolucionarios. Es decir: dejar de lado la ética y ser pragmáticos asumiendo la estrategia de acción reformista socialdemócrata. En la España de hoy: atacar a Rajoy y apoyar a Rubalcaba, olvidado lo que éste y los socialistas hicieron cuando estaban en el Poder.

Es obvio que para cualquier anarquista «sincero» (y por ello debe entenderse: no dogmático) hay momentos en que es necesario escoger entre enfrentarse prioritariamente a un enemigo antes que a otro. Defender, por ejemplo, los servicios públicos ante los apetitos de las grandes empresas privadas. Pero todos los anarquistas tenemos bien claro que eso no debe llevar a sacralizarlos, justificando el aparato burocrático que los gestiona (una gestión jerárquica no muy diferente de la de las empresas privadas), y aún menos a caer en la ilusión de creer que es procediendo así que se conseguirá «romper los barrotes» de la «caja» en la que el Estado y el Capital nos tienen encerrados.

Y lo tenemos bien claro porque demasiado hemos visto a dónde conducen la creencia en ese reformismo de compromiso y la práctica de tan ingenuo o cínico realismo. El propio Chomsky no ha podido evitar de reconocerlo. Inclusive en el caso de la teoría marxista-leninista de la «desaparición progresiva del Estado». Además, como se lo ha recordado el anarcosindicalista norteamericano James Herond : «Los predadores no están fuera de la caja; la caja son ellos y sus prácticas. La caja misma es mortal. Y cuando nos damos cuenta de que la caja tiene las dimensiones del mundo, y que no hay ya más «exterior» donde escaparnos, entonces podemos ver que no hay otra manera de no ser asesinados, brutalizados y oprimidos que la de destruir la caja».

Cada uno tiene el derecho de tomar partido ante la realidad y Chomsky esta en su derecho de tomar el que toma en ocasiones; pero sigo pensando que, si quiere seguir denunciando la falta de objetividad de ciertos intelectuales subordinados al imperialismo yanqui, no debería olvidar lo que escribió en 2003: «Hay una célebre definición de hipócrita en los Evangelios : es aquella persona que se niega a aplicarse a sí mismo el rasero que aplica a los demás» (14).

Octavio Alberola

(*) http://www.aurorafundacion.org/IMG/pdf/ENCICLOPEDIC-37_Revista_de_l_AEP.pdf

(1) Haciendo referencia a mi artículo Chomsky, bufón de Chávez

(2) Este ensayo, denunciando la intervención norteamericana en Vietnam, se publicó en España en 1969 con este título y despojado del análisis de Chomsky sobre el libro La República española y la Guerra Civil de Gabriel Jackson y del subtítulo del libro: «Los intelectuales de izquierdas frente a la guerra del Vietnam y la Guerra Civil Española» .

(3) La ayuda norteamericana a Franco fue – por acción o por inacción – decisiva en el triunfo de las tropas fascistas.

(4) Figuras calificadas de «moderadas» por ser «partidarias de la modernización y la democracia representativa, sin experimentos revolucionarios…»

(5) La entrevista difundida por la televisión venezolana puede verse en este video

(6) De su rectificación a las declaraciones hechas, a propósito del caso de la jueza Afiuni, al periódico inglés The Observer.

(7) En el artículo La responsabilidad de los intelectuales, publicado el 23/2/1967 en The New York Review of Books.

(8) De la entrevista hecha por Kevin Doule, para Red and Black Revolution en 1995.

(9) En su libro Los guardianes de la libertad.

(10) Para ver algunas de estas contradicciones: http://infokiosques.net/IMG/pdf/chomsky-20p-A5-pageparpage.pdf

(11) En De l’espoir en l’avenir. Entretiens sur l’anarchisme et le socialisme, Agone, Comeau&Nadeau 2001.

(12) En Respuestas a ocho cuestiones sobre el anarquismo, Z-net, 1996.

(13) En Responsabilité des intellectuels, Agone, 1998.

(14) En Poder y terror.

Octavio Alberola


Fuente: Octavio Alberola