Artículo publicado en Rojo y Negro nº 391, julio-agosto 2024

Hace un tiempo volví a trabajar y, como no podía ser de otra manera, empecé a hacer maldades. Organizarnos, crear una sección sindical y molestar a la empresa con quejas y demandas. Claramente, ahora no soy la favorita de mi jefe, pero para algo él gana el triple o más que yo. Hoy vengo a ahondar en por qué hacemos lo que hacemos.

Nadie nace sindicalista ni anarka, pero yo en algún momento de mi vida me estampé contra una bandera de CGT y todavía no he superado el síndrome postraumático con toques de síndrome de Estocolmo, el combo perfecto para ser militante. Evidentemente, hay gente que no comprende este frenesí colectivo, así que me suele ocurrir que la gente me hace siempre las mismas preguntas sobre el tema con cara de estupefacción. Hoy, sin ánimo de despreciar a esta gentecilla, que espero que siga hablándome, vengo a responder a la pregunta de siempre, pero como soy una borde vengo a dejar por escrito la escena y su respuesta y así simplemente les pasare el link al artículo y podré seguir con mi vida.
La cosa suele ir así: alguien que te conoce pone cara rara y te suelta algo como: “Es que creo que eres la única persona joven que veo tan metida en esto. Lo laboral da bastante palo” —la última parte suele ir acompañada de un poco de timidez y aburrimiento, aunque su sorpresa sea real—. Podríamos empezar teorizando sobre por qué la juventud no está en esta lucha, pero eso ya es algo que hace CGT, así que pasemos directamente a mis opiniones que seguro que son mejores (nótese que como futura reina de este sindicato debo tener el ego alto).
Resumen rápido: porque me voy a pasar la vida trabajando y me niego a que gran parte de las horas de mi tiempo no puedan ser espacios de lucha y transformación. Si, ya sé que voy a ser pobre siempre, pero al menos que sea divertido. Seguro que algune lectori piensa “pero si esto de los problemas con la empresa es una pesadilla” y no puedo negar los malestares que se crean cuando empiezas a molestar, están ahí y cada cual los lleva como puede, pero también hay momentos que compensan. Os puedo asegurar que, cuando le di la demanda al jefe y este se vino abajo en un momento de fuerte crisis culpándose del día en que me contrató, sentí satisfacción…saber que duerme un poco peor porque existo me consuela. Os aseguro que en la sección nos echamos unas buenas risas.
Ser sindicalista es como hacer una chapuza en una okupa: te lían tus amigues con que os apetece arreglar el espacio y te acabas viendo obligade a aprender electricidad, fontanería, paletería y a abusar de las bridas. ¡Un drama total!, pero en compañía. En lo laboral sería equivalente a leer convenios, leyes orgánicas, reales decretos y aprender a escribir de manera infumable como les abogades. ¡Ah! y a recitar la LOLS de memoria. Una fantasía para cualquiera que se quiera sacar una segunda carrera de manera inesperada. Todo ello sin tener en cuenta toda la maravilla de la acción directa que se pueda hacer, desde mails incendiarios hasta silicona en la persiana pasando por flyers. El sindicalismo es un deporte completamente variado para todo tipo de cuerpos y digo cuerpos en plural porque definitivamente es un deporte en equipo.
El sindicalismo me ha dado las herramientas para recordarme que un curro es solo un curro y que soy más en la vida, que este trabajo no me encierra, mi jefe no me gobierna y que, si queremos, podemos ser más poderoses que él. Me ha dado libertad. Espacio para recordarme que mi vida está allí fuera, que esta empresa la montó alguien al que ni veo y que simplemente se aprovecha de mí mientras me tiene entre cuatro paredes. Si estas paredes han de ser una jaula que al menos sean del color que yo quiero, que la podamos remodelar, cambiar y reconstruir. El trabajo asalariado no liberará nunca a nadie y muchísimo menos nos va a dignificar.
El sindicalismo recoloca esta parte de mi vida en un lugar donde transformar, conocer gente y traerla al lado oscuro —diría une amigue mie—, convertir sus trampas en lugares de resistencia. Habitaré el mundo como lo sienta, libre, autogestionado, colectivo y, sobre todo, juntis.

Ester M.
Joven, enfadada y mordaz
mapache@rojoynegro.info

 


Fuente: Rojo y Negro