Artículo publicado en Rojo y Negro nº 391, julio-agosto 2024

Beto Pianelli trasmite argentinidad, le gusta entrar en la conversación a través del humor y tras dos frases parece un viejo conocido. Presume de tatuajes y a la vista destaca uno en el antebrazo izquierdo con Carlos Gardel, Maradona, la grada de Boca Juniors y una pareja bailando tango. En el mismo brazo, bajo la manga de la camiseta, lleva el logo del sindicato del que es secretario general: La Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro, perteneciente a la Central de Trabajadoras y Trabajadores de la Argentina (CTA).

Decías hace unos años en una entrevista: “Nos unimos con el diablo y su cola para enfrentar a este gobierno”. Eso era cuando estaba Macri, ¿ahora, con Milei, qué hacemos?
¡Con ese mucho más! [Risas] En realidad la frase no es mía, es de un ucraniano que dirigió el ejército rojo, es de Leon Trotsky. La utilizo mucho porque lo que tenemos delante es el fascismo. Ahora mismo las discusiones tácticas que tenemos entre una forma u otra, entre reformistas o revolucionarios pasan a segundo plano, lo que hay que hacer es eliminar a ese enemigo que no va a mirar si vos sos conciliador o no. La necesidad del frente obrero, de la unidad obrera, pasa a ser un elemento central. En Argentina estamos viviendo un proceso unitario inclusive con gente con la que no teníamos muchas expectativas.

¿Cómo es ese espacio de unidad? Por ejemplo, se logró crear un bloque con organizaciones que trabajan con derechos humanos, que en la Argentina son muy potentes y que son las que permiten la posibilidad de gobernar o de no gobernar. Nadie es alternativa en Argentina si no logra que algún sector de las organizaciones de derechos humanos te apoye, ahora están todas juntas con los movimientos sociales, las organizaciones feministas y sindicales. Milei ha logrado unir a todas las organizaciones, porque incluso con Macri hubo un sector del sindicalismo que no se lo peleó.

El gobierno de Javier Milei a poco de constituirse afrontó un primer paro general. ¿Qué valoración haces?
Se dan dos hechos históricos en esa primera huelga, por un lado que sella una unidad, así que Milei empieza el proceso con un bloque unitario a la contra. Y segundo, que por primera vez en la historia en un acto de CGT (sindicato peronista y mayoritario en Argentina) hablan Madres de la Plaza de Mayo y Madres Línea Fundadora. Esto último es muy significativo porque incluso antes del Golpe de Videla hubo sectores sindicales que había colaborado con elementos golpistas. Ese paro fue una acción rápida y comenzó un proceso histórico de unidad trascendental.

Uno de los movimientos que más ataca Milei es el feminismo, primero desmontando el Ministerio de la Mujer y luego cerrando la subsecretaría de protección contra la violencia de género. ¿Por qué esa impugnación tan bestia en un país donde es habitual el feminicidio?
Cuando hay un proceso de profundización de derechos siempre hay una reacción, lo que pasa es que a veces esa reacción es mayor o menor. Milei hay que entenderlo a partir de las limitaciones del proceso popular abierto en los últimos años, desde la crisis del 2001 hasta el momento. Hubo procesos que no atentaban contra el capitalismo pero que sí mejoraban la distribución de la riqueza de una manera cualitativa a través de políticas neokeynesianas, pero eso tuvo un límite, no se profundizó, no hubo propuestas hacia adelante. Eso llevó primero al gobierno de derechas de Macri, luego al de Alberto Fernández, que le pilló la pandemia y no volvió a la senda anterior de Cristina Kirchner, y por último al de Milei. Todo esto supuso un tiempo de recortes en el que una parte de la sociedad se pregunta defraudada: “¿Hasta cuándo va a durar esto?”. Milei tiene un acierto monumental que es hablar de “la casta”, algo que todos sabemos que existe, incluso sindical, y con eso logra que le acompañe en la votación una parte importante de la sociedad y de los sectores más vulnerables. Con una política que, por cierto, les está liquidando en solo seis meses, así que su ataque al feminismo forma parte de su política ce corte populista fascistoide.

Más allá de la confluencia actual, ¿cuál es la situación del sindicalismo en Argentina?
Hay tres grandes fracciones. La más grande es la CGT y después están las dos CTA. La primera no es homogénea, hay diferentes corrientes que a veces incluso expresan cosas antagónicas. Tanto la CGT con sus diferencias internas como las dos CTA responden a procesos históricos del pasado. A diferencia del caso español, las diferencias sindicales no son ideológicas. En ese marco, actualmente incluso el sector más pro pactar, más pro empresarial de la CGT está dentro del bloque de oposición a Milei.

En tu cuenta de Twitter hay una frase del periodista detenido y desaparecido en dictadura Rodolfo Walsh: «El terror se basa en la incomunicación». ¿El proceso de unidad que comentas va en contra de ese aislamiento que beneficiaría al fascismo?
Exactamente. Mi posición es que la lucha contra Milei se está haciendo bien. No tengo críticas a la CGT de Argentina ni a los movimientos sociales, siempre hay gente que quiere ir más rápido, pero creo que se está actuando bien en un plan de lucha colectivo que se expresa de diferentes formas: la huelga general, las luchas del 8 y el 24 de marzo, la marcha estudiantil, las movilizaciones del 1 de mayo… Hay un accionar unitario y eso contrarresta a un Milei que anda viajando por todo el mundo.

¿Cómo ha quedado el kirchnerismo en esta nueva fase?
El kirchnerismo está en un proceso de reconstrucción o refundación. Ha tenido un límite, interpretó un periodo, pero la crisis agraria despertó a una oligarquía que luego se abrazó a Macri y que más tarde llevó al gobierno de Alberto Fernández. El tema de los liderazgos en América Latina, no solo en Argentina, es muy fuerte. Con Cristina pasó como con Chávez, con Lula, con el Pepe Mujica o Correa… El liderazgo popular es algo que se siente muy fuerte, por más colectivo que sea un proceso. Pero Cristina ya no puede ser lo que era, porque hubo muchos errores, porque también fue parte del gobierno de Alberto Fernández. Hoy esto está en discusión y en la pelea por el liderazgo creo que está claro que hay un nombre que destaca que es Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, que no viene del peronismo sino más bien del marxismo. En el último 1 de mayo Kicillof estuvo en la manifestación de la CGT con todo su equipo.

¿No crees que precisamente después de lo ocurrido en los últimos años hay que separar la gobernabilidad de la lucha sindical y los movimientos sociales?
Claro, un sindicato es un frente obrero, si no te centras en el contrato que tenemos en la defensa de los derechos colectivos e individuales de los trabajadores te conviertes en otra cosa. Eso no significa que no haya que intervenir en política, porque si no lo haces hay otros que lo van a hacer por vos. En la CTA somos un sindicato autónomo, pero no somos boludos, no hacemos el juego a la derecha. Hay que intervenir, obviamente con tensiones, pero eso no te puede impedir apoyar, defender o enfrentar cuando sea el caso. En el proceso actual que vivimos hemos sido todos golpeados y eso lo tenemos que tener claro. La experiencia argentina tiene que servir para ese debate. Así que no jodamos, lo importante aquí es el modelo de sociedad que queremos, cuál es la perspectiva. Si no tenés un imaginario distinto para proponerle a la sociedad que el que propone Milei no habrá cambio porque como dice un historiador hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Y esto es lo que hay que romper en el imaginario social, construir una alternativa al capitalismo y al fin del mundo es una tarea nueva.

Jacobo Rivero


Fuente: Rojo y Negro