Supongamos que vienen a mi casa un día con rifles de asalto, supongamos que me arrancan el vestido, me golpean en la cara, me vacían los bolsillos, me humillan frente a mis vecinos y me obligan a vivir encadenada a la verja viendo cómo otros se alimentan con los frutos de mi huerto, viendo cómo eructan en mi mesa, cómo violan en mi cama, cómo golpean niños en el patio de mi casa.
Supongamos
que ocurre esto, supongamos que el jardín lo han convertido en una
fosa, que manchan de sangre el suelo, las paredes, supongamos que
entran y salen con mis lámparas, con mis libros, con mis semillas,
que se lo llevan todo, que me escupen, me tiran del pelo, me pegan si
les digo algo, si reclamo y supongamos que rompo las cadenas que me
han atado noche y día a la puerta de mi casa.
Supongamos
que ocurre esto, supongamos que el jardín lo han convertido en una
fosa, que manchan de sangre el suelo, las paredes, supongamos que
entran y salen con mis lámparas, con mis libros, con mis semillas,
que se lo llevan todo, que me escupen, me tiran del pelo, me pegan si
les digo algo, si reclamo y supongamos que rompo las cadenas que me
han atado noche y día a la puerta de mi casa.
¿Qué
haré?, ¿marcharme corriendo y permitir que el lugar sagrado que
construí quede para siempre en otras manos?
¿Qué
haré? ¿Esperar y cuando se marchen recuperar mi vida y mi trabajo?
¿Qué
haré?, ¿aliarme a los que van armados para que me dejen un rincón
donde dejarme acariciar el lomo?
¿Qué
haré?
¿Me
resignaré?
¿Dejaré
que mis hijos vivan lejos, lejos de la justicia, de las raíces,
lejos del pan que horneo, lejos de la tierra que siembro?
¿Qué
haré?, ¿podré ser pacifista si veo el cadáver de mi madre
pisoteado en el suelo?, ¿a quién reclamaré todo este daño?,
¿quién podrá forzar a los que van armados para que me devuelvan mi
casa, para que dejen quietos mis recuerdos?
¿Quién
reparará el hambre pasado, el dolor, la humillación, los días
asfixiados con temblor y miedo al plomo?
Esto
es lo que está pasando, entran a saco en casas ajenas, en casas con
banderas izadas que no son las nuestras, en casas que viven a su
manera, entran y arrancan de cuajo los frutos de la tierra, rocían
el aire con terror y dejan a las puertas encadenados a millones de
seres muertos, mutilados, hambrientos.
¿Qué
harán esos millones de seres?, ¿mantendrán un pacifismo cargado
con la paz que lleva el diablo o intentarán por todos los medios
recuperar la dignidad con piedras y con palos, con lo que sea
necesario?
Aunque
sólo sea para que los hijos no les vean resignados a una vida sin
futuro, no se quedarán de brazos cruzados.
Silvia
Delgado