Otra de las cosas que me asquea es el silencio.
Debe ser porque soy poeta y al serlo, no puedo comprender un solo mundo callado.
No puedo soportar la afonía, me parece tan criminal como la misma muerte indiscriminada que nos atiza.
No entiendo al ser humano que vive con los labios cosidos de indiferencia.
Me
repugna pensar que hay gente que pasa por la vida sin gastar la
garganta, sin usar la voz para decir basta, sin cerrar los puños,
sin dejar volar la rabia.
Me
repugna pensar que hay gente que pasa por la vida sin gastar la
garganta, sin usar la voz para decir basta, sin cerrar los puños,
sin dejar volar la rabia.
Porque
no hace falta mirar a la lejanía para ver que a nuestro lado van los
pies descalzos, las mesas no están puestas, la violencia asoma en
cada esquina y nos asfixia.
No
hace falta ser una iluminada para saber a quien beneficia nuestro
mutismo.
Y
yo no entiendo esta vida si no es contigo, con los pueblos, con pan,
con abrigo.
Y
yo no entiendo esas voces sin parir, esas voces enfermas que con su
mudez nos castigan.
No
las entiendo.
Me
dan asco los que caminan con la boca apretada porque nosotros, los
que hablamos alto, los que no tememos miedo a la palabra dicha a
pleno pulmón morimos por decirla limpia de injusticia.
Silvia
Delgado