He visto caer minotauros convertidos en sólo piel y algunos huesos.

Llamo minotauros a estos seres casi mitológicos que dieron lo mejor de sí mismos por un mundo mejor. Gente que fue en un tiempo combativa, que trabajó por la creación de un lugar más habitable.

He visto caer minotauros convertidos en sólo piel y algunos huesos.

Llamo minotauros a estos seres casi mitológicos que dieron lo mejor de sí mismos por un mundo mejor. Gente que fue en un tiempo combativa, que trabajó por la creación de un lugar más habitable.

Digo que los he visto caer convertidos en sólo piel sólo huesos, porque así fue. Encontraron el paraíso en el lugar equivocado. Seducidos por la droga que los transportó ágilmente, pagaron el peaje de su lucha, de sus ideas, al fin pagaron con su propia vida.

Y creo que hay un componente personal en esto, pero también creo que la droga es una más de las armas que utiliza el poder para convertir en vigilia todos los sueños de rebeldía.

No es nuevo esto que digo, no es nuevo el letargo en el que se hunden los pueblos que son invadidos con sustancias de todo tipo.

No es nuevo afirmar que el negocio de la droga lo atesoran los mismos que idean las masacres, los mismos que empujan al mundo hacia la barbarie. Y me importa un carajo lo que piensen ahora mismo los beatificadores de su consumo, los argumentadores de sus bondades, los que seguramente me tacharán de reaccionaria, los que prontamente exhibirán su retahíla de que el problema no está en la sustancia, si no en la persona que abusa, que la cuestión es hacer un uso racional de ella, que la farmacopea es droga, o que se ha usado durante toda la historia para abrir la mente y nuevas percepciones etc.


Reflexionando sobre estos tiempos que nos toca vivir, sobre el aquí y ahora, sobre los zarpazos que da la bestia pienso que es urgente mantener las ideas limpias, es urgente no escuchar los cantos de sirena que esas dosis de sueños nos ofrecen amablemente en cada esquina, en cada bar, en cada conversación.

Es urgente, hablemos del aquí y del ahora, de esta realidad turbulenta, de esta agresión permanente al ser humano, de esta violencia que nos atraviesa el costado, hablemos de la necesidad de decir basta a tanta impunidad, hablemos de los paraísos que queremos edificar hombro con hombro, no de los que están edificados ya y se compran y se venden fácilmente.

Hablemos de la soledad del ser humano, de su condena a la tristeza, de esas porciones de alegría que lo secuestran y lo encadenan.

Hablemos de la urgente necesidad de mantener la rebeldía más lúcida que nunca, hablemos de ser libres de toda atadura ficticia, de todo mundo paralelo y estúpidamente risueño.

Si alguien ha visto caer minotauros como yo he visto, sin duda alguna sabrá por qué digo que cualquier idea subversiva “colocada” se convierte simplemente en una esclava.

Texto : Silivia Delgado / Viñeta : J. Kalvellido