Hablaré del no-voto en el contexto de los momentos electorales con los que se adornan cada cierto tiempo las democracias representativas. Es en tal contexto en el que “afirmo mi voluntad de no votar", como una pausible y necesaria respuesta a la parafernalia de la mediación democrática instituida.
Tengo presente un horizonte de gobernanza global y de crisis financiera auto-mantenida, en un proceso de incesante reapropiación y reordenación por el Estado-Capital, que alcanza nuevas y dramáticas cotas de explotación, opresión y alienación humanas y medioambientales.
Afirmo mi voluntad de no votar.
Afirmo mi voluntad de no votar.
Esta frase de sencilla formulación contiene todo un mundo, que es en
realidad un intra-mundo, una intencional ejecutoria de índole
personal, que de la inmanencia de su afirmación se dirige a negar la
trascendencia expresada en el verbo, en el acto profanamente sagrado
-por machaconamente publicitado y vendido, cada cuatro años por
ejemplo- de emitir un voto a favor de alguno de los supuestos
contrincantes -partidos políticos con vocación de gobierno- en el
tragicómico teatro de la Política -con mayúscula-.
Esta Política, se escribe precisamente
con mayúscula inicial, por su efectiva
gestión-ocupación-usurpación-gobernación del Poder, o siendo
rigurosos, por ser la expresión y la mediación ‘democrática’ de
los poderosos, de quienes realmente tienen -por ocupación y
usurpación- y ejercen -mediante su gestión y gobernación- el
Poder sobre los demás, los otros y otras, los des-poseídos
-título por cierto de una
lúcida y minuciosa novela de ciencia-ficción política de la
siempre sugerente escritora Ursula K. Le Guin-.
“Afirmo
mi voluntad de no votar” sólo puede ser proferido por algún
sujeto des-poseído, en un ejercicio consciente de desobediencia al
‘deber’ cívico de emitir un voto. El sujeto des-poseído al afirmar
acepta estar desobedeciendo un ‘deber’ instituido, es pues y se
coloca como un desobediente in-cívico. Desobedece intencionalmente a
la civilidad que legitima su estar des-poseído.
La
otra actitud posible -consciente e inconsciente- es la del súbdito,
quien sumisamente vota por que acepta -consciente e inconsciente- su
condición ‘natural’ de estar des-poseído de todo y de cualquier
poder sobre su vida y la vida de quienes le rodean.
Obviamente
este par de actitudes electorales, no agotan la multiplicidad de
actitudes reales de la gentes reales a la hora de ejercer el derecho
al voto, pero ejemplifican el arco de actitudes posibles, y por
desnudamiento -habrá quien diga por simpleza- las describe y las
confronta. Pues efectivamente estamos ante el ejercicio de un derecho
individual, y ejercer un derecho no es ni más ni menos que
ejercerlo: tanto si me atengo a votar como a no votar, estoy
ejerciendo mi derecho al voto. Pero aquí se agota el derecho en
cuanto individual, siendo entonces un contrasentido la obligatoriedad
de votar, lo que deja de ser derecho y pasa a ser una coerción más
entre las muchas instituidas.
Afirmar
públicamente.
No
obstante, cuando “afirmo mi voluntad de no votar” y lo hago no en
mí círculo íntimo o en mi fuero interno, si no que lo expreso
públicamente y hago por difundirlo a los cuatro vientos, a quien
pueda llegar y a quien quiera oírlo, estoy consignando y elaborando
un mensaje cargado de acciones, emociones e ideas.
Afirmo,
precisamente, mi condición ‘no natural’ de desposeído: estoy sin
duda des-poseído, pero en absoluto quiero ser un des-poseído, pues
esa es una determinación impuesta, por usurpación del Poder -con
mayúscula-. Esto significa claramente que tras el no-voto y junto al
no-voto, la lucha sigue.
Afirmo,
igualmente, mi voluntad, mi querer, mi decidir, mi propio poder -con
minúscula-.
Pero
además, y sobre todo, lo que afirmo es que esa voluntad, ese querer,
ese poder no es sólo ni primariamente mío, si no que la afirmación
interpela a las demás personas, a las otras y otros, que están
igualmente des-poseídas, y quieren, desean, deciden no ser meramente
des-poseídas.
Afirmo,
pues, mi querer estar abs-temio -consciente, lúcido-, y abs-tenerme
de participar en lo que por sí es in-participable, ya que es siempre
la ilusión de un poder participado del que nunca efectivamente se
participa, porque la participación real pertenece a un orden y a un
mando exclusivo y excluyente, el de quienes detentan los poderes del
Estado-Capital, las gentes poseídas de poder, por usurpación a los
des-poseídos.
Y
afirmo, finalmente, que niego la mayor del ‘cívico’ deber de votar
por alguno de los contrincantes, pues tales contrincantes se
presentan a mi conciencia, y así también puede que a tu conciencia
y a la de otros más, como falsas alternativas, en un juego amañado,
como un siempre repetido intercambio de roles y puestos, como
expresiones distintas pero similares de la mediación ‘democrática’
de los Poderosos, que buscan la legitimidad que nunca han tenido de
mantener y acrecentar el estado de ‘usurpación’ – de nuestra
vidas, tiempos y esfuerzos, de nuestro pequeño e inocuo poder
propio-. Más aún hoy en un contexto de masiva, descarada e indigna
reapropiación privada de nuestras vidas, tiempos y esfuerzos.
Si los
Poderosos siempre han querido el estado social de generalizada
des-posesión, ahora en su ingente capacidad de reapropiación
privada, desean convertir tal estar des-poseídos en ser
Absolutamente des-poseídos. Es decir, esclavizados a sus designios
de explotación, opresión y exclusión. Y quien hace que esto sea
posible es el hipócrita juego electoral de suma-no-cero que pone en
bambalinas cada cierto tiempo el Estado-Gobernanza global. Esa
supuesta amalgama tecno-burocrática y experta que piensa y decide
por el Bien Común, es decir, por el Único Bien de la Usurpación
generalizada, de la Propiedad Privada en dos palabras.
El
no-voto difuso e incontrolabable.
Sé de
antemano que el ‘no voto’ electoral, es una herramienta más de
denuncia de un estado de cosas, ni la primera ni la más fundamental
y ni siquiera la más efectiva, pero sé también que las cifras del
‘no voto’ serán objeto de los bisturís de analistas, entendidos y
no entendidos, que jugarán a especular e interpretar en torno a sus
significados ocultos y no ocultos. Y es este carácter ubicuo,
especulativo, casi inaprensible, del no voto, lo que le hace
extrañamente ‘poderoso’ y atractivo.
Me
gusta, y emocionalmente me agrada, saberme no comprendido por la
prole de voceros del Poder. Es una línea de fuga, una fractura no
controlada, una expresión netamente des-poseída de sentido para
quienes andan entre los poderosos.
Como
casi cualquier otro acto de desobediencia civil, empaña por
disruptivo la armoniosa convivencia democrática loada y alabada por
doquier. Y con ello señala al Poder directamente como culpable, bien
por activa o por pasiva, de lo sucedido. Claro está que esta
culpabilidad del poder a penas es momentánea, las urgencias de la
gobernación rápidamente la desdeñarán como simple anécdota
electoral. Pero, a pesar de esto, o incluso por esto mismo, la
afirmación del no voto ha tenido la oportunidad de hacerse un hueco
en las conciencias de muchas y muchos,… y en las estadísticas
oficiales también, y sabemos que en este mundo social de imágenes y
espejos, lo que es ponderado numéricamente tiene al menos su minuto
de realidad.
¿Apostasía
electoral?
Mientra
escribo estas líneas, los siempre ocurrentes desobedientes del Grup
Antimilitarista Tortuga de Alicante, han ido un paso más allá y han
propuesto la “apostasía electoral”, solicitando “al gobierno
del Reino de España que nos excluyan del censo electoral, para así
no votar, no resultar persona designada para estar en mesas
electorales de ningún tipo de comicios, que se excluyan nuestros
datos de cualquier lista que los partidos políticos usen para hacer
envíos de publicidad electoral, y no computar como personas
electoras a los efectos de que los partidos políticos reciban
subvenciones.” Ver en:
http://www.grupotortuga.com/Queremos-que-nos-borren-del-censo.
De tal
manera la afirmación de no votar puede ser vindicada como el derecho
también a excluirse completamente del fenómeno electoral en sí, un
no estar en el censo electoral y un no formar parte de los efectos
que ello comporta.
El
único gran problema que tiene esta apostasía es el mismo que tiene
la otra, la relacionada con la Iglesia Católica: presupone el
reconocimiento implícito de la autoridad a quien se solicita tenga a
bien, en función de su potestad, de reconocer tu apostasía. Cuando
lo que realmente quiero a fin de cuentas, es intentar afirmar,
expresar, difundir, mi potestad de decir simplemente No voto, algo
que quieren siempre ocultar, minusvalorar o eliminar, y no reconocer
una vez más la potestad instituida. Es en el ejercicio del derecho
al voto –derecho ganado, que no otorgado, a pesar de sus
reglamentaciones estatales- donde tiene sentido el no-voto, la
abstención activa. No obstante esto, son siempre saludables
las iniciativas que cuestionan, ilustran y ejemplifican, lo que el poder
instituido y electoralmente amañado significa en nuestras
democracias representativas.
Por
consiguiente, porque me gusta, porque me importa, porque inquiere y
cuestiona, “afirmo mi voluntad de no votar”, y concluyo: Sí, No
Voto.
Antonio
J. Carretero – noviembre 2011
Fuente: Antonio J. Carretero