El pasado 27 de septiembre hubo una convocatoria de huelga contra la guerra genocida y la ocupación de Gaza por parte de Israel. Al hilo de esa convocatoria se celebró una concentración delante de un supermercado Carrefour, por tratarse de una empresa que hace gala de colaborar con el ejército israelí y con la política de instalación de colonias ilegales.

La Delegación del Gobierno quiso proteger con ahínco a Carrefour y envió un buen número de agentes de Policía Nacional a pastorear a las personas que allí protestábamos. Así, dos compañeros fueron identificados y a uno de ellos se le ha notificado una multa de 900 euros, multa “buscada” por la policía: “échese más adelante que ya nos conocemos”, “aquí no puede estar”, pero luego “allá tampoco”… Es tratar a un manifestante como a una persona potencialmente peligrosa.

Naturalmente es una sanción recurrible, ¡nadie ponga en duda que estamos en una democracia!, pero el recurso sólo conlleva la pérdida de tiempo y de dinero pues la judicatura acostumbra a fiarse más, mucho más, de lo que diga un policía que no de lo dicho por un manifestante nada fiable.

La máquina, las máquinas del Estado trabajan sincrónicamente en muchos casos, y siempre diferencian claramente entre orden y no-orden, entre mantenimiento de la normalidad y su interrupción, y, por tanto, entre quienes detentan y se benefician del sistema rodado de lo existente y quienes lo cuestionan.

¿Tiene esto mucho que ver con la justicia? Poco, o nada. La equiparación de la justicia con el orden y la normalidad es tendencia habitual pero muy injusta. Sobre todo cuando de esa normalidad cuelgan realidades como el genocidio de Gaza y el apoyo a Israel de nuestros gobernantes.

Israel incumple reiteradamente todas las resoluciones de la ONU, pero no pasa nada, ¡es normal! Netanyahu ha sido condenado por la Corte Penal Internacional, pero no pasa nada, ¡es normal! Puede seguir paseándose por el mundo y siendo recibido por insignes mandatarios.

Cuando la normalidad la dicta el poder y solo él, algo va mal. Cuando dentro de la endiablada política internacional, ese dictado del poder incluye en su normalidad aberraciones tan sangrantes como el genocidio de Gaza, algo va fatal. Si la sociedad acabáramos por aceptar esa normalidad estaríamos muy cerca del no tener arreglo. Ni merecerlo.

¡Por el fin de la invasión de Gaza, y de todas las guerras!

 


Fuente: CGT-LKN Nafarroa