Artículo de opinión de Rafael Fenoy
Mucho se habla de pobreza energética aunque, al fin y al cabo, toda pobreza supone la existencia de su inseparable contrincante la riqueza. Y es este el asunto que debe procurar el análisis ya que es la clave para resolver situaciones indignas de cualquier ser humano.
Mucho se habla de pobreza energética aunque, al fin y al cabo, toda pobreza supone la existencia de su inseparable contrincante la riqueza. Y es este el asunto que debe procurar el análisis ya que es la clave para resolver situaciones indignas de cualquier ser humano.
El sector energético en este país fue monopolio del Estado en tiempos de la dictadura. Definido como estratégico, en su momento, requería de la custodia estatal para garantizar un crecimiento sostenible en el tiempo, planificando y ejecutando la política de los planes de desarrollo del Gobierno del General Franco, a partir de 1959, una vez finiquitada la etapa autárquica con el plan de estabilización económica. La década de los 60 fue para España de crecimiento ordenado por la planificación del Estado. Más de tres millones de españoles y españolas emigraron por necesidad y, entre las divisas que enviaban desde el extranjero y las que traía el incipiente turismo, la economía española comenzó a despegar de la miseria que la postguerra supuso.
Una inmensa acumulación de plusvalía (vida de las gentes) se produjo en grandes empresas estatales en algo más de 20 años. Llega la transición política y naturalmente los políticos necesitan gastar dineros a espuertas y quienes tienen dineros desean hacer el agosto comprando al estado “democrático” todo lo que a precio de saldo se salda. Nunca un pueblo ha sido saqueado tan hábilmente como el nuestro.
Felipe González, que gobernó desde 1982 hasta 1996, privatizó nada menos que 80 grandes empresas públicas. Esto supuso un ingreso al Estado de algo más de 13 mil millones de euros. ¿Mucho o poco? Un solo dato: En 2009 la multinacional italiana ENEL adquiere por algo más de 11 mil millones la cuarta parte de Endesa (electricidad) que se encontraba en el paquete privatizado por el gobierno socialista. Esta joya de la corona de patrimonio común, como otras, (Repsol, Argentaria o Telefónica) fueron mal vendidas. Por su parte el PP de Aznar, desde 1997 al 2004, se “deshizo” de lo que quedaba de Endesa, Tabacalera, Repsol, Gas Natural, entre otras, recaudando sobre 30 mil millones. Un patrimonio, calculado actualmente en más de 400 mil millones de euros, se dilapidó por bastante menos de la quinta parte de su valor. ¡Qué gran negocio!
Y efectivamente el negocio ha existido porque los jefes de los partidos socialista y popular han encontrado acomodo en los consejos de administración de esta multinacionales. Ejemplos: Aznar, del PP a Endesa, o Felipe González, del PSOE a Gas Natural, con sueldos anuales declarados superiores al cuarto de millón de euros. También a la inversa, directivos de estas empresas han accedido al poder del Gobierno, como De Guindos (de Endesa a Economía). Un interesante artículo de Desiderio Martín, publicado en Rojo y Negro, ilustra este asunto.
Poco queda por malvender y el Estado asiste al proceso inexorable de su banca rota, (aumento galopante del déficit público), con la consecuente sangría de la Caja de las Pensiones y deterioro de servicios públicos esenciales. Para resolver la pobreza energética hay que comenzar por la redistribución de la riqueza acumulada, mediante las “clausulas suelo” del pacto político de la transición española.
Rafael Fenoy
Fuente: Rafael Fenoy