Artículo de Ángel Calle, publicado en Rojo y Negro 250 - octubre 2011. Este está completo y con notas anexas.

Un año después de la huelga general convocada en 2010, el 29 de septiembre volvía a cubrir de protestas sindicales las calles de este país. Manifestaciones, concentraciones, llamamientos a una “huelga de consumo”, pasacalles y puntos informativos se situaban en las agendas compartidas de diferentes sindicatos (CGT, CNT, SAT, Co.Bas., ESK, Solidaridad Obrera, STEA y otros) a las que se sumaban colectivos sociales (barriales, ecologistas, organizaciones políticas extraparlamentarias) y hasta asambleas o comisiones específicas enroladas en el espacio del 15 M1.

Había cierta expectación por saber
del alcance de este llamamiento, por varias razones. En primer lugar,
se intensifican los recortes sociales y se constitucionaliza, en
buena parte de la Unión Europea, las limitaciones al déficit
público y las prioridades de pagos de la deuda externa bajo la
presión de un ajuste estructural.

Había cierta expectación por saber
del alcance de este llamamiento, por varias razones. En primer lugar,
se intensifican los recortes sociales y se constitucionaliza, en
buena parte de la Unión Europea, las limitaciones al déficit
público y las prioridades de pagos de la deuda externa bajo la
presión de un ajuste estructural. Como consecuencia de ello, se
inicia un ciclo de protestas en septiembre anclado en temas de
educación (Madrid), sanidad (Cataluña) o aplicación ley de
dependencia (Baleares) en las que, a pesar de estar las convocatorias
auspiciadas por grandes sindicatos, cobra fuerza la organización
asamblearia y la prioridad de iniciativas sobre las siglas, muy en la
línea de lo que parece apuntar el espacio 15 M. Como segundo
elemento, el espacio del 15 M emerge como descolonizador de
imaginarios de pasividad, especialmente entre la gente joven,
apareciendo como un potencial aliado o un fértil sustrato para una
contestación social desde múltiples campos, particularmente desde
el terreno laboral. Todo ello, finalmente, empuja a los sindicatos
“alternativos” a convocar(se) “hacia una huelga general”
señalando que “la lucha está en la calle”.

¿Qué
ha ocurrido en este nuevo 29S? Las convocatorias han tenido su eco en
las capitales de provincia. Los medios de masas apenas han reflejado
esta jornada de protesta. Principalmente, el grueso de personas
participantes provenía de las y los militantes de base de las
organizaciones sindicales convocantes. Una primera valoración sería
que, a pesar de encontrarnos en un ciclo en alza de protestas
sociales, las expectativas de estos sindicatos se han topado con una
realidad más floja, menos atractiva, en lo que a asistentes se
refiere. Resulta entonces pertinente analizar con algo más de
detalle la naturaleza de esta convocatoria sindical; las
potencialidades y limitaciones del 15 M frente a la misma; y, por
último, los posibles escenarios en los que el presente ciclo de
protestas (sectorial-laboral y social) pueda entroncar con propuestas
de huelgas generales en sentido amplio, es decir, laboral, social y
ecopolítico2.

¿Está el 15 M alejado de las
reivindicaciones laborales? Conviene aclarar primero que el 15 M se
asemeja más, a mi entender, a un espacio de movilización que a un
movimiento social en sentido clásico. En efecto, la potencialidad
del 15 M, que es hoy ya una realidad, impacta preferentemente en el
ámbito de “lo político”, entendiendo por tal la cultura de
protesta crítica con la democracia autoritaria y la agenda
neoliberal. Dicho impacto está siendo tejido alrededor de una red de
ágoras interconectadas en diferentes planos. El 15 M es, pues, una
recodificación de lo político sobre la base de tres grandes
herramientas de democratización, complementarias, intercambiables e
intersecables entre sí: la toma de plazas (incluyendo barrios), los
comunautas o redes que facilitan las nuevas tecnologías (que activa
calderas virtuales de descontento) y la organización físico-virtual
de protestas que representa Democracia Real Ya. No es una red social
cohesionada en torno a unos rasgos identitarios bien concretos; ni
presenta unas demandas uniformes y específicas en torno a “la
política”, es decir, dirigida a permear y transformar en una
dirección clara las actuales estructuras económicas, las
instituciones públicas que las amparan o el metabolismo
socio-ambiental que generan nuestros modelos de producción y
consumo. Una siembra de ágoras, una nueva cultura política, una
recodificación de códigos expresivos y de protesta, una red de
dispositivos de democratización, una transición social, nuevos
satisfactores frente a las amenazas a la vida… todo son términos o
metáforas que, en mi opinión, mejor se adaptan a la realidad del 15
M y que desmarcan este fenómeno de la movilización social tal y
como fue entendida, por activistas o teóricos, en los siglos XIX y
XX.

Por otra parte, el 15 M es un espacio
de movilización que, en absoluto, está al margen del contexto
económico y laboral. Lo protagoniza una juventud, no principalemente
adolescente, si no que emerge desde el “malestar” de no tener
casa, ni llegar a ser mileurista, de ser una “juventud sin futuro”
condenada a no tener ni expectativas emancipatorias (en lo social, en
lo económico) ni el colchón social de generaciones precedentes
(bienestar debilitado y poco pensado para sus condiciones
emancipatorias, consumo como forma de realización, derechos sociales
a la baja, apoyos familiares inestables o inciertos en lo económico).
Enuncia la precariedad como uno de los pilares de su descontento. E
incluso viene planteando inciativas que establecen un vínculo entre
sus demandas y las propuestas asumidas por los sindicatos convocantes
del 29 S o por la izquierda política, como es el caso de las marchas
celebradas el 19 de junio de 2011 frente a la disciplina económica
que impone el llamado “pacto del euro”.

Con todo, no parece que el 29 S haya
entroncado con el seno del 15 M. Por varias razones: algunas sitúan
la pelota en el tejado del sindicalismo clásico (combativo o no); y
otras hacen recaer responsabilidades en el propio 15 M, un espacio o
proceso muy poroso y abierto. Cabe empezar primero el análisis con
las comunalidades entre ambos espacios, salvo quizás excepciones
locales o dinámicas personales que puedan darse. Mantienen en común
una crítica con el “sindicalismo de gestión”3
que representarían las dos organizaciones sindicales mayoritarias.
En el caso de la tradición del sindicalismo libertario o anarquista,
el 15 M conectaría bien con las culturas de “hipersensibilidad”
frente al poder. También, aunque sean discursos que los medios de
comunicación avivan con menor intensidad, y como demuestran los
contenidos y comisiones desarrollados en la práctica totalidad de
asambleas o acampadas locales, el 15 M asume como propia y con
naturalidad la mirada hacia formas sociales de autogestión de
necesidades básicas, hablemos de consumo, de educación o de
búsqueda de canales de expresión.

Desde mi observación participante y
por entrevistas realizadas en diversos espacios asamblearios creo
dibujar tres perfiles de respuesta a la relación con el sindicalismo
calificado de “combativo”, dentro del seno del 15 M. Algunos de
ellos y ellas se encuentran próximas a los planteamientos dichas
organizaciones; y otros no tanto, incluso escépticos hacia la
conveniencia táctica o estratégica (para el desarrollo del 15 M) de
identificarse en banderas sindicales, sea cual sea su perfil. Como
primer gran discurso, observo una simpatía preferente por todo aquel
actor que haga visible las condiciones de precariedad laboral, y cómo
la agenda neoliberal va caminando hacia la imposición de una
“flexibilidad” sin contrapartidas de ningún tipo. La posibilidad
de una huelga general se asume como un escenario, como mínimo, a
tener en cuenta. Para este sector más laboral (ligado a
organizaciones sindicales o de izquierda; o en una situación de
precariedad prolongada en sus teletrabajos, como autónomo, etc.) la
huelga es “la” herramienta, si bien se considera (desde estos
ámbitos) que se ha de trabajar desde la red de ágoras y de su
cultura de generar procesos y no de imponer la aclamación de
proyectos (sociales o de movilización). Dentro de un sector más
movimentista, quizás con menos experiencia o contacto de
organizaciones sociales previas, el 15 M tiene que dar sus frutos. Es
más un “movimiento” que un ágora limitada a ser “red de
asambleas”, expresión y no acción que se opone, que conflictúa
en las plazas, barrios o lugares de trabajo. Dicho movimiento se
facilitaría con objetivos grandes, articulaciones precisas y una
sucesión de hitos para alcanzarlo. “¿Para qué estamos aquí si
no es para luchar contra la precariedad que nos imponen los
mercados?” escuchaba decir a una joven. Finalmente, en un sector
más juvenil, la pluralidad del ágora 15 M es un termómetro
de su capacidad de seguir impactando en el presente (de forma más
expresiva) y en el futuro (de forma más estructural). En este sector
encuadramos expresiones como: “no hay que excluir a nadie en
ninguna movilización, si no apelar a las bases, a las personas… El
15 M no puede identificarse con unas siglas, tiene que mantenerse
abierto”. Las respuestas e intercambios de argumentos siguen a
estas exposiciones: “¿acaso no existen organizaciones nuevas que
se están apoyando [en referencia a DRYa] constantemente desde esta
asamblea?”, “¿no estamos hablando de un problema que afecta a la
mayor parte de este país?”.

Como primeras conclusiones tenemos que
el manejo y aliento a la construcción de procesos desde la
diversidad es un elemento que suma cohesión a este espacio (o resta
en caso de merma). Lejos de percibir que los argumentos manejados son
“A” contra “B”, aparecen bajo el 15M otros escenarios,
digamos “C”, en los que sea el “apelar a las personas” o el
lenguaje irónico o los encuentros más allá de siglas dan margen
para incluir a la vez que para realizar la crítica: tales elementos
dieron pie a encuentros de sindicalistas y no sindicalistas en la
preparación de movilizaciones de septiembre (enseñanza, reforma de
la constitución); “Sindicatos. gracias por venir… tarde”
rezaba una pancarta el 6 de septiembre en Madrid durante una
convocatoria frente a la reforma de la constitución en la que
participaban sindicatos mayoritarios. Incluso en comisiones y
asambleas se habla de explorar un “sindicalismo sin sindicatos”,
trasladar el “espíritu del 15-M” a los centros de trabajo y las
relaciones laborales. El 15 M entiende la movilización desde la no
articulación clásica, y eso implica rechazar una política de
representación a través de plataformas o similares. El 15 M se
ofrece, fundamentalmente, como ágora, como canalizador de
descontentos, como expresión en la calle. En él muchas personas
vienen trabajando, a la par que lo hacen en sus sindicatos. Pero no
como espacio destinado a ser moldeado, pues el “gobierno de los
muchos” no admitirá “entrismos” o “proyectos” cuyo poder y
finalidad no residan en procurar esferas de autonomía más allá (y
más acá) de la política clásica. Mi valoración es que el 15 M
entiende más de expandir y enredar las voces críticas en el
presente que de poner en marcha un futuro que contraiga dicho
presente. Y eso encaja mal para quienes vean este espacio,
principalmente, como caladero de movilización, de la misma manera
que hay partidos que lo ven como un caladero de votos.

Por su parte, el 15-M ofrece
“resistencias implícitas” al desarrollo de “la cuestión
laboral”, dificultando situar como parte de su proceso una lucha
abierta en temas de precariedad, incluyendo un proceso de trabajo
para llevar a cabo una huelga social. Si bien la precariedad lanza a
la calle a gran parte de los jóvenes, la composición final del 15-M
no consigue atraer, en estos primeros instantes, a formas de
precariedad que tengan su expresión en el mundo rural, en el mundo
de la inmigración o en ciertos sectores desempleados de larga
duración, sean jóvenes o mayores. Por otra parte, experiencias de
lucha laboral que entroncan con dinámicas menos identitarias e
incluso más territorializadas existen, aunque no parece por el
momento que sean herramientas de trabajo en el seno del 15M: oficinas
de derechos sociales, campañas exitosas en temas como el
telemárketing o las empresas de limpieza, encierros y luchas locales
por los derechos de las personas inmigrantes, etc.

Ciertamente el 15 M puede estimular, y
está estimulando, otros escenarios de contestación social, incluso
laboral. Pero, para bien o para mal, no puede resolver los problemas
de convocatoria (interna y externa) de los propios sindicatos
alternativos, no viene a sustituirlos. Ni tampoco genera propuestas o
iniciativas desde las que deshacer los cinturones de soledad o de
apatía que se ciernen sobre los “precarios globalizados”, la
ciudadanía y las clases trabajadoras pasivas frente a la agenda
neoliberal. Estos contextos están muy cimentados en condiciones
estructurales que escapan, en estos momentos, del punto de mira
estable y decidido de una red de ágoras, las cuales permanecen más
apegadas a procesos de democratización “desde abajo” que a
levantar una agenda social de movilizaciones destinada a impactar en
la estructura económica y laboral. Quizás, en unos años, cuando el
15 M sea una referencia de organización de la rebeldía social,
organizaciones más críticas en sus prácticas y porosas en sus
formas puedan ayudar a instalar el 15 M en los centros laborales y en
las relaciones de trabajo, de cuidados y de consumo. Quizás, el
actual 15 M pueda dar lugar a formas de movilización estables y
dirigidas al núcleo de la política, en particular de la
globalización capitalista. Quizás: todo dependerá de la capacidad
de atenazamiento de las agendas políticas que aún retiene la propia
agenda neoliberal; de quienes trabajan en el seno del 15 M por
construir procesos lentos pero firmes en la construcción de otros
mundos; y de las aperturas y apuestas críticas que puedan surgir
desde el sindicalismo alternativo, en primer lugar, hacia la propia
construcción en su seno de alternativas sociales, laborales y
ecopolíticas, las cuales, lejos de anclarse en el XIX, se abren al
caminar (en la protesta y en la gestión de bienes comunes y
necesidades) a las formas reticulares, más porosas y diversas, de
fenómenos emergentes como el 15-M.

Por Ángel Calle Collado

_____

Notas:

1Ver
ver
http://madrid29s.wordpress.com/2011/09/27/29s-listado-de-convocatorias-estatales/

2Ver
artículo publicado en Materiales Rojo y Negro:
http://www.rojoynegro.info/articulo/agitacion/angel-calle-el-15-m-trabajo-sindicalismo

3
Un análisis sobre esta oposición entre “sindicalismos”, que
cobra plena actualidad, puede verse enb el artículo de
Cortavitarte,
“El movimiento obrero en
el Estado español: entre el corporatismo y las alternativas
transformadoras”, publicado en el año 2000 en el libro de Grau e
Ibarra (coord.),
Anuario de movimientos
sociales. Una mirada sobre la red
, n.1,
Barcelona, Icaria/Betiko Fundazioa.


Fuente: Ángel Calle Collado