El 13 de octubre de 1909, hace cien años, moría fusilado en el castillo de Montjuïc el pedagogo, anarquista y librepensador catalán Francisco Ferrer i Guardia, condenado a la última pena en virtud de una polémica sentencia que lo consideró « autor y máximo responsable » de los sucesos revolucionarios conocidos históricamente como la Semana Trágica.
Con la ejecución, la España dogmática e intransigente, encarnada en el Gobierno de Maura, pretendió saldar, en un controvertido ajuste de cuentas, la deuda que con ella tenía contraída el creador de la Escuela Moderna, cuyas ideas políticas y pedagógicas representaban un ataque frontal a los valores defendidos por el sistema canovista. Y para ello no dudó en instruir un proceso arbitrario y tendencioso, viciado en todos y cada uno de sus autos, y falto de las más indispensables garantías jurídicas, que desembocó en un fallo escandaloso, considerado por historiadores y juristas como uno de los más flagrantes errores judiciales de la historia moderna.
Ferrer i Guardia fue la cabeza de turco elegida por quienes defendían el eufemismo de la « revolución desde arriba » para advertir a los que la intentaban « desde abajo » del alto coste que suponía disentir de un régimen ineficaz y caduco empeñado en perpetuar sus prerrogativas, al que la injusta muerte de aquél dio el golpe de gracia en el proceso de su desintegración definitiva.
Fuente: La Malatesta