“Vosotros machistas, sois los terroristas”, “Estamos hasta el culo de tanto machirulo”, “Se va a acabar, se va a acabar la dictadura patriarcal”.No, no son eslóganes cantados un 8 de marzo, en la manifestación del Día de la Mujer Trabajadora. Estos lemas fueron coreados por hombres en la manifestación convocada en Madrid el pasado 20 de octubre por Una asamblea de hombres contra la Violencia de Género, cuyo lema era “Hombres contra la violencia machista”. A ella acudieron medio millar de personas y se guardó un minuto de silencio por la mujer asesinada esa misma mañana por su compañero sentimental. Era la víctima número 60 de violencia doméstica en lo que va de año. Ese mismo fin de semana, hubo también manifestaciones convocadas por hombres en Granada, Sevilla, Barcelona, Vitoria, Valencia y varias ciudades más.

“Vosotros machistas, sois los terroristas”, “Estamos hasta el culo de tanto machirulo”, “Se va a acabar, se va a acabar la dictadura patriarcal”.No, no son eslóganes cantados un 8 de marzo, en la manifestación del Día de la Mujer Trabajadora. Estos lemas fueron coreados por hombres en la manifestación convocada en Madrid el pasado 20 de octubre por Una asamblea de hombres contra la Violencia de Género, cuyo lema era “Hombres contra la violencia machista”. A ella acudieron medio millar de personas y se guardó un minuto de silencio por la mujer asesinada esa misma mañana por su compañero sentimental. Era la víctima número 60 de violencia doméstica en lo que va de año. Ese mismo fin de semana, hubo también manifestaciones convocadas por hombres en Granada, Sevilla, Barcelona, Vitoria, Valencia y varias ciudades más.

“Asiste muchísima gente a las manifestaciones contra el terrorismo. ¿Por qué no cada vez que muere una mujer ?”. Esto no sale de boca de ninguna mujer. Se lo pregunta Fabián. Él es uno de los hombres que forma parte de Una asamblea de hombres contra la Violencia de Género de Madrid. Para Fabián, los hombres tienen que dejar de ser cómplices de la violencia “porque el silencio no ayuda a generar un proceso de cambio”.

Aunque en España existen grupos de hombres por la igualdad desde mediados de los 80 en Sevilla y Valencia, en Madrid hace apenas unos años que empezaron a dar sus pasos los primeros colectivos de hombres. Estos grupos de hombres cuestionan la “masculinidad hegemónica” actual que les otorga privilegios y una situación de poder dentro de la sociedad, por encima de la mujer. El trabajo de estos grupos cuestiona las conductas y los hábitos adquiridos. Consideran que la violencia contra las mujeres es un “problema colectivo” porque, como señala Carlos, de la Asamblea convocante de la manifestación., “tenemos unos privilegios que nos cuesta perder”. Para Fernando, “no es soportable seguir así, que siga sucediendo”, que sigan muriendo mujeres. Y Javier apostilla que “la sociedad machista nos afecta a todos” y que, por eso, “los hombres quieren participar activamente en el cambio de relaciones, construir otro tipo de relaciones”.

En eso está de acuerdo Toño, del grupo de hombres del barrio madrileño de Lavapiés, o como prefiere llamarlo, “aunque sea más largo”, grupos que cuestionan la masculinidad hegemónica tratando de integrar la perspectiva de género. Toño entró en el grupo porque sentía una “insatisfacción en mi relación con otros chicos, detectaba mogollón de cosas de compañeros y compañeras que me incomodaban, que les incomodaban, que no sabía muy bien como gestionar” e “intuía que había cosas que necesitaba hablar con otros chicos”. Lo mismo le ocurrió a Raúl, del grupo de hombres del colectivo Kontracorriente, de Vallecas. Decidió entrar en el colectivo porque “me cuestionaba un montón qué tipo de vínculos tenía, cómo eran mis vínculos y, sobre todo, cómo eran mis vínculos con hombres”.

Ambos coinciden en que, en esos momentos, lo mejor es trabajar esos sentimientos en grupo. Para Raúl, “cambiar tú solo es bastante más difícil”. Según Toño, el trabajo necesario de revisión personal y de autocrítica, un “proceso de crisis”, es “mejor vivirlo en grupo porque individualmente vas a tener menos herramientas, menos posibilidades”. Considera que el grupo sirve para ver que “soy parte de un proceso, de un contexto. Tengo una responsabilidad individual pero también soy fruto muchas veces de estructuras en las que estoy inmerso y me están afectando. Para eso sirve el grupo : para detectar qué parte hay estructurada, ser consciente y, luego, emplear un proceso que va a ser más largo, que te va a meter en procesos de crisis, pero que siempre es bonito y siempre de crecimiento personal. Y que siempre te va a llevar a lo relacional”.

Un proceso continuo

Raúl explica que “hay una primera parte que es darte cuenta de cosas que pasan y que te pasan. Y hacer ese traspaso de que las cosas que pasan, me pasan. Muchas veces nos quedamos en que las cosas pasan fuera, pero a mí no me afectan nada y la culpa es de la sociedad”, pero “si todos estamos dentro de la sociedad, tenemos parte de la responsabilidad. Para mí, mi proceso en el grupo de hombres es darte cuenta de eso. Darte cuenta de que lo que me pasa a mí no me pasa a mí porque me llame Raúl y por mis características o mi forma de vida, sino que también le pasa a Paco, que le tengo al lado, a Dani… Hay cosas que nos pasan igual. Vivimos un malestar muy parecido respecto a cómo vivimos relaciones de pareja, el amor, la sexualidad…Al verme reflejado en los demás, me alivia bastante. No es ‘mal de muchos, consuelo de tontos’ pero sí ‘no es mi pedrada, mi historia”. Así, después hay que identificarse cosas que no te gustan respecto a esos roles que tienes dentro y si quieres cambiarlo tienes que ponerte las pilas. No es solamente nombrarlo. Yo puedo decir que quiero aprender inglés y por nombrarlo no aprendes inglés. Y es igual. Si hay cosas que no me gustan, las tengo que cambiar, y lo tengo que cambiar en relación, en las relaciones que mantengo con mis amigas, mis amigos, mis parejas, mi familia… y tener siempre esa mirada de estar construyéndote. Y también la mirada de que todavía hay muchas cosas que no has llegado ni a mirártelas, ni a darte cuenta de lo que te pasa.” Es un proceso continuo porque “hay cosas que están muy, muy dentro y que tienen que ver con relaciones, cómo te vives en relación…También puedes echar pelotas fuera y decir a mí no me pasan estas historias, pero no vale para nada”.

Para Toño, es necesario “romper ese pacto de silencio con la comunidad hegemónica. Quien calla, sigue otorgando que no haya una denuncia social. Hay que romper esa máscara de soledad, de “llanero solitario” que también forma parte de la masculinidad porque nos han enseñado que uno es autosuficiente y se las basta y se las sobra, que es persona madura, que el hombre tiene que ser recto, decidido, tiene que estar en la acción. A lo mejor tenemos que vivir un proceso largo de no acción o de acción interna, de menos discurso. Se nos está invitando a muchos espacios de los que nunca nos hemos responsabilizado y que son espacios de crecimiento personal maravillosos como es el tema de cuidados, de corresponsabilidad doméstica… Espacios donde no nos vemos, ni los consideramos y quizás es el momento…Es un proceso de aprendizaje”.

Sin embargo, también son conscientes de que es un proceso en el que tienen que ser cuidadosos porque la lucha feminista ha sido recuperar espacios para las mujeres de los que habían sido expulsadas. Los grupos de hombres pueden ser vistos como intentos de recuperar los privilegios que van perdiendo. A menudo se pueden generar confusiones porque existen grupos de hombres contra la igualdad que se organizar para perpetuar esos privilegios. Son grupos machistas que apoyan un ideario de superioridad masculina o asociaciones de padres separados que utilizan la reivindicación de la custodia compartida como excusa para denigrar a las mujeres.

Renunciar a los privilegios

No es el caso de estos grupos, integrados por hombres de entre 25 y 40 años, mayoritariamente heterosexuales y entre los que abundan educadores sociales, gente que trabaja en servicios sociales y activistas políticos. En estos grupos se cuestionan esos privilegios concedidos. “Si encima somos unos privilegiados, no es el objetivo crear más espacios de privilegio para nosotros. Hay una fase necesaria de llegar a la conclusión de que efectivamente la sociedad me pone en una posición de privilegio y que también me han privado de espacios de relación que te llevan a una incapacidad personal y relacional, a una sensación de aislamiento, de incomunicación con personas de tu otro género, de tu mismo género y hasta la relación contigo mismo y con tus emociones y tu manera de estar en el mundo”, señala Toño.

“Yo me voy construyendo como hombre porque me van reforzando mi identidad como hombre en mi familia, cuando entro a comprar el pan, en el autobús… en espacios sociales donde se me están otorgando privilegios, un rol, y eso te va construyendo identidad”, señala. “Te vas construyendo en contextos sociales que van reforzando determinadas conductas. Darte cuenta de esto es genial porque, si eres consciente, lo puedes ir trabajando y puedes negarte a que te coloquen en lugares donde no quieres estar. Es liberador. Pero la gente tiene un miedo”. Se trata, indica Toño, de “bajarte del pedestal, de abandonar el modelo hegemónico de la masculinidad, que tiene muchos beneficios para la salud psíquico-emocional porque intentar mantener esa máscara que a mucha gente no le encaja, le incomoda, que es un zapato que no es tu horma, muchas veces conlleva más riesgos para la salud que darte cuenta de que a lo mejor te la puedes ir quitando”. Se trata de “vivir un proceso de crisis, de pérdida de privilegios y de cambio de chip que te van a llevar a un proceso que no excluye el dolor para nada (si excluyera el dolor no sería real)” para “romper ese sentimiento de soledad, esa sensación ante el avance de la mujer en la sociedad.”. “Mucho tío anda por ahí con un despiste abismal”, añade.

“Yo sigo viendo espacios de poder en el trabajo, en la sociedad en la que nos movemos. Y son hombres los que ostentan y sustentan esa estructura. Lo bonito es que vayamos siendo conscientes de que somos parte de un proceso, permitiéndonos equivocarnos como grupos de chicos, no creyéndonos abanderados de nada.”

Los bloqueos : yo también soy opresor

En ese proceso, tanto Raúl como Toño coinciden en señalar que se dan bloqueos, sobre todo a la hora de reconocerse como “opresores”. “Quitarte la máscara del opresor, eso cuesta. Hay hábitos adquiridos y eso cuesta”, indica Toño. “Hay un bloqueo muy gordo en reconocerte y verbalizar que tú has sido opresor en más de una ocasión. Cuando hablamos de maltrato, los medios te lo ponen tan radical [el asesinato de mujeres por sus parejas], que para ponerte en ese espejo, te bloqueas. Hay un proceso de reconocimiento porque el maltrato es muy amplio : hay control, hay celos… hay muchas cosas que tienen cierto tinte de maltrato y hay muchos grados e intensidades. Sí que he visto un bloqueo, me he visto a mí y en gente bloqueos para reconocer esos pequeños actos de poder que ejerces en la relación que te colocan en una lugar de poder, no de igualdad”, explica. Actos de poder que el psicólogo Luis Bonino llama “micromachismos”.

Algunos bloqueos, como señala Raúl, “no los superamos”. Para este educador social, es necesario reconocer la dificultad de muchos hombres en reconocerse en esas posiciones de poder que les lleva a una “posición reactiva” respecto al tema de la violencia, “diciendo que todos los hombres no somos iguales, pero con una actitud muy agresiva respecto a eso”. Y añade : “como si te saltara un clik, te pones a la defensiva, de forma agresiva, diciendo que tú no estás ahí. Una de las reflexiones en un grupo que estuve fue ¿por qué te salta un chip que te dice yo no estoy ahí ? ¿Qué tienes dentro respecto a eso ?¿Qué has hecho mal y no te quieres reconocer ? ¿Has participado en alguna agresión en algún momento de tu vida ? Seguramente que has participado porque todos hemos estado en esta vida, en algún momento en una agresión psicológica, o sexual.. y hay que intentar reconocer eso. Y también reconocerse esa posición reactiva”.

Por eso considera esta manifestación “muy adecuada” y cree que se debería seguir trabajando en este camino. Para Toño, “sigue haciendo muchísima falta una crítica a la masculinidad que sigue existiendo. Creo que hay muchos hombres, por comentarios que oyes, por gestos, por películas que ves, hay mucha gente incómoda, insatisfecha… que a lo mejor no le pone nombre. A mí el trabajo de género me sirvió para ponerle nombre a cosas que, en el cole, ya de pequeño, me pasaban. Es un trabajo bonito para hacer desde los grupos de chicos. Esto que nos pasa, no solo te pasa a ti, nos pasa a todos, tiene que ver con una estructura… y le pones nombre.”


Fuente: Kamala Orozco