Artículo de opinión de Joseba Santesteban, del Grupo de comunicación de CGT-LKN Nafarroa

 

Los clásicos del siglo XIX en sus teorías económicas alternativas nos ilustran en las alternativas para este XXI de la tecnología. Habrá quien critique estas fórmulas por anquilosadas y poco modernas, sin reparar en el detalle, y por ello haya que preguntarse, si el sistema y la organización básica del trabajo que defienden las posiciones neoliberales, aunque nos lo quieran vender con una atractiva envoltura, han evolucionado.

Los clásicos del siglo XIX en sus teorías económicas alternativas nos ilustran en las alternativas para este XXI de la tecnología. Habrá quien critique estas fórmulas por anquilosadas y poco modernas, sin reparar en el detalle, y por ello haya que preguntarse, si el sistema y la organización básica del trabajo que defienden las posiciones neoliberales, aunque nos lo quieran vender con una atractiva envoltura, han evolucionado. Siendo lamentable que en el presente siglo, después de caminos de lucha, nos encontremos, con las salvedades que correspondan, en el mismo punto de partida de aquella primera revolución industrial. Sirva para ilustrar, la comparativa de las largas jornadas de trabajo de finales del siglo XIX y las jornadas “interminables” que posibilita la flexibilidad laboral del siglo XXI, por la que, además, se termina debiendo horas a la empresa.

El primero de octubre, la implantación de la jornada de 8 horas, cumple 98 años. Conquista sindical de referencia, con base en la movilización en unos años donde la revolución de las masas suponía la decisiva influencia en la evolución social. Hoy esa necesaria movilización precisa de renovación en sus formas puesto que, como frecuentemente vemos, la sociedad abducida por el capital está más por no perder lo poco que le permite sostener el pago de las deudas contraídas. Y sin embargo, como en el siglo XIX, la base de esa movilización se encuentra en el sentido de lo común y de la colectividad, que es intrínseco al desarrollo de la humanidad, sustentada en el principio de solidaridad. Principio fundamental en el que se basa la teoría, enraizada directamente en un modelo social alternativo, del reparto del trabajo.

El trabajo: reforzando el sentido que de “realización humana” tiene la noción de trabajo, es incuestionable la “necesidad” de vivir trabajando como ley de vida, y podemos afirmar, tomando como referencia a Bakunin, que el trabajo es garante de la existencia y del desarrollo pleno de la persona. Bajo esta referencia un horizonte que sindicalmente no puede perderse es la humanización del trabajo, que se produce cuando las necesidades fijas y limitadas del sentido más primario y las necesidades sociales e individuales son satisfechas. Siendo así, una sociedad democrática y solidaria debe alzarse en favor de quienes no pueden ver satisfechas esta conjunción de necesidades.

Los datos reales en cuanto al empleo, continúan en una senda de incertidumbre en cuanto a ocupación, pero de certeza en cuanto a la precarización del trabajo. Obviamente desde una perspectiva de reparto no se es capaz de volcar una tendencia de precariedad, si no va acompañada de medidas redistributivas de la riqueza, pero sí lo es de contribución a reducir una tendencia de desempleabilidad, aun admitiendo la condición de explotación que el término empleabilidad, asociado a salario, guarda, y que el reparto del trabajo por si mismo no soluciona un problema tan grave como es el desempleo, de clara tendencia perenne.

Las instituciones continúan en la senda iniciada bajo las apuestas por las llamadas políticas activas de empleo, que insisten, entre otras medidas sustentadas en las subvenciones, en la formación para aquellos colectivos con especial dificultad de inserción laboral. Unas medidas intrínsecamente capitalistas que siendo una obligación de la empresa, son asumidas por la administración. Medidas que difícilmente logran resolver el principal problema.

Las medidas de reparto, reforzadas en la filosofía de la reducción de la jornada laboral y una redistribución de recursos, se sitúan hoy por hoy como la vía más factible en la renovación de las plantillas; del acceso al primer empleo en el que poder convalidar experiencia y conocimiento, dando un valor añadido en términos de calidad o de servicio. Son también una herramienta para empresas donde la coyuntura de transición en esa revolución industrial 4.0 les supone decisiones de adaptación traumáticas. Es una medida sin explorar frente a los despidos. La sección de CGT-LKN en TRW, planteó como alternativa a los despidos medidas de reparto del trabajo, con respaldo del correspondiente estudio económico que sustentaba la viabilidad de tal propuesta, destapando los intereses reales de la empresa.

El sindicalismo dispone en las medidas de reparto del trabajo una herramienta más con la que poder ofrecer salidas dignas a distintas problemáticas socio-laborales. Pero es necesaria una apuesta común que presione a la Administración en la elaboración de medidas que se encaminen al establecimiento de una jornada laboral más humana, importante causa que ha de llegar, y debemos evitar que se imponga al albur del capricho flexibilizador. Tomando el relevo a la implantación de la jornada de 8 horas, sindicalmente tenemos la importante tarea de incidir e insistir en la oportunidad de la reducción de la jornada laboral; retomando el factor movilizador referido, es necesario llevar esta filosofía a los centros de trabajo que como factor determinante de transformación social son el elemento sustancial de cambio. Como medida complementaria, reforzando ese factor movilizador, tenemos una herramienta por explorar. Aun sabiendo que la negociación colectiva presenta importantes limitaciones, debemos llevar a la misma propuestas de medidas de reparto, de tal manera que los convenios colectivos tengan una referencia explícita al reparto del trabajo.

Joseba Santesteban

Grupo de comunicación

CGT-LKN Nafarroa


Fuente: Joseba Santesteban