Cuando se habla de Renta Básica, a muchas personas les suena poco, quizás porque no se airee suficientemente en los medios de comunicación. Por ello, para entrar en materia es preciso definir al menos el concepto. Es un ingreso mensual a cada una de las personas (universal), pagado por el Estado como derecho de ciudadanía, y de manera incondicional, incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si se es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta o pensión, y sin importar con quién conviva.
Nada tiene que ver con las políticas paliativas para sectores de población necesitados, o para permitir un nivel mínimo de vida a las personas que padecen situaciones de exclusión social o marginalidad. No es una “ayuda”, “limosna”, sino que, la Renta Básica, se formula como un derecho de todas las personas a percibir un ingreso suficiente para garantizar la vida digna.
Nada tiene que ver con las políticas paliativas para sectores de población necesitados, o para permitir un nivel mínimo de vida a las personas que padecen situaciones de exclusión social o marginalidad. No es una “ayuda”, “limosna”, sino que, la Renta Básica, se formula como un derecho de todas las personas a percibir un ingreso suficiente para garantizar la vida digna.
Hay quienes ante esta propuesta formulan sus reservas. En primer lugar porque al ser universal y su cuantía necesariamente ser consistente, el volumen del gasto del Estado aumentaría considerablemente. En segundo lugar, porque al ser incondicionada permitiría el mantener, con los impuestos de aquellos que producen, lo que en el argot popular se definen como, haraganes, vagos, personas que no desean trabajar.
Otras personas piensan que hay que encontrar una solución a la imposibilidad del sistema económico capitalista de generar pleno empleo. La creencia general es que sólo se justifica la obtención de ingresos mediante la realización de un trabajo. El trabajo se percibe como el medio necesario para que cualquier persona pueda obtener ingresos económicos, que le permitan vivir independiente de sus familiares y amigos. Pero es evidente que la economía actual no reconoce el derecho al trabajo, no garantizando que todas las personas tengan trabajo, y por tanto millones de familias no reciben ningún ingreso que les permita vivir con dignidad. Ello es posible, entre otras causas, porque las tecnologías hacen innecesaria la intervención humana en muchos procesos productivos o prestación de servicios. En definitiva se reduce la necesidad del trabajo humano, aunque se mantienen las jornadas de 8 horas de los que si tienen trabajo.
Tampoco se plantea seriamente un reparto del trabajo existente, de forma que trabajando menos horas, podamos trabajar todas y todos. Y esto es contradictoriamente así, porque el derecho al trabajo, el derecho a una vida digna, depende de los mercados. Y en ellos una parte pequeña de la población es la que genera puestos de trabajo, para obtener un beneficio cada vez mayor. Los mercados, donde se subastan los productos, bienes y servicios, al mejor postor y siempre con el único objetivo de aumentar el patrimonio particular, no forman parte del Estado. Utilizan al Estado para aumentar los márgenes de beneficios, mejorar las condiciones en las que pueden captar la plusvalía que genera el trabajo de la mayoría de las personas, apropiársela y confrontar con el Estado, siempre que se les demande incrementos de impuestos para poder redistribuir una parte de la riqueza que sólo el trabajo produce. Aquellos que hablan de Renta Básica deben comenzar explicando a la ciudadanía que sólo será posible en otra sociedad distinta, donde con los derechos del pueblo no se pueda mercadear.
Rafael Fenoy Rico Comunicación Educación CGT
Fuente: Rafael Fenoy Rico