La revista Mujeres Libres surge de la iniciativa de un núcleo de mujeres vinculadas a CNT de Madrid. Se trata de un núcleo del que destacan tres mujeres: Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch, que desde Zaragoza se trasladó a vivir a Madrid en 1934. Este núcleo madrileño deseaba crear espacios colectivos, y la revista era uno de ellos, para facilitar el encuentro e impulsar la capacitación laboral y el acceso a la educación de las obreras.

Fue en 1936 cuando se unieron este grupo madrileño y el  “Grupo Cultural Femenino” de Barcelona (1934), para dar lugar a la organización  “Mujeres Libres”. Este grupo demostró un grado de conciencia feminista muy desarrollado al cuestionar el sistema patriarcal y vincular la emancipación femenina con la transformación revolucionaria, es decir, uniendo lucha de género y lucha de clases.

Fue en 1936 cuando se unieron este grupo madrileño y el  “Grupo Cultural Femenino” de Barcelona (1934), para dar lugar a la organización  “Mujeres Libres”. Este grupo demostró un grado de conciencia feminista muy desarrollado al cuestionar el sistema patriarcal y vincular la emancipación femenina con la transformación revolucionaria, es decir, uniendo lucha de género y lucha de clases. Con una gran modernidad de planteamientos asentó la libertad femenina a partir del desarrollo de la independencia psicológica y de la autoestima, solo factible poniendo en valor, además de la lucha social, la lucha individual, la llamada “emancipación interna” de la que hablaba la anarquista Emma Goldman. De este modo, las mujeres se convertían en sujetos de su proceso de liberación, que no solo se basaba en la independencia económica, sino en el empoderamiento y la afirmación de la personalidad femenina.

Pero hoy me quedaré en analizar el editorial del primer número de la revista, un proyecto muy querido por Lucía, que apareció en la segunda quincena de mayo de 1936, ahora hace ochenta años. En este editorial destacan diversos aspectos que arrancaban del feminismo anarquista obrerista estructurado por las pioneras, Teresa Claramunt y Teresa Mañé.

Las “dos teresas” cuestionaban el feminismo existente (el sufragista) porqué consideraban que había muchos entusiastas de la emancipación de la mujer pero pocos de su dignificación. Afirmaban que la emancipación de la mujer se entendía como libertad relativa, ficticia, sin ocuparse de:

(…) emanciparla de la tutela que en ella ejerce el tutor ambicioso y explotador, como también darle rudimentarias nociones científicas que nada dan de por sí, puesto que no alcanza a todas las clases de la sociedad, ya que solo sirve para la clase ALTA y aun la MEDIA… (…)

Si ven que la mujer se revoluciona (…) procuran ahogar las quejas, soterrar sus derechos y hacer ver que la mujer es un gallo, una cotorra, una charlatana que quiere inmiscuirse en lo que no le importa y en lo que no entiende ; cuando el hombre mismo debiera enaltecerla y ayudarla, la moteja y la desprecia.

Sin embargo, que lo tenga presente el hombre, la mujer temprano o tarde llegará a dignificarse, aunque no pueda contar con su apoyo, y esto será, cuando la mujer, haciéndose superior a sus preocupaciones, deje de ser la paria, la esclava de la sociedad para convertirse en lo que realmente es: el factotum de todas las acciones del hombre [1].

El rechazo al sufragismo se planteaba, por tanto, por considerarlo un movimiento burgués y por su rechazo a la vía electoral, pero no significaba la aceptación de ninguna limitación al sexo femenino[2].

En la editorial de la revista Mujeres Libres encontramos este mismo rechazo al feminismo porque buscaba su expresión fuera de lo femenino, tratando de asimilarse virtudes y valores extraños[3].

Las “dos Teresas”, igual que el resto del feminismo español del siglo XIX, defendían un feminismo social que se basaba en la diferencia de género y en la proyección del rol social femenino de esposa y madre a la esfera pública.

Este feminismo asumía las distinciones entre los sexos, tanto biológicas como culturales, por lo que existía una naturaleza femenina diferente a la masculina que fomentaba la división sexual del trabajo y de las funciones dentro de la familia y la sociedad. Este planteamiento era feminista porque reclamaba los derechos de las mujeres, como mujeres, definidas por sus capacidades para ser madres que podían contribuir a la sociedad de manera diferenciada que los hombres sin que eso supusiera desigualdad con ellos.

En el editorial de Mujeres Libres, las diferentes naturalezas de hombres y mujeres ocupa un espacio central, reafirmando que el feminismo que buscaban es:

(…) más sustantivo, de dentro a afuera, expresión de un “modo”, de una naturaleza, de un complejo diverso frente al complejo y la expresión y la naturaleza masculinos.

La naturaleza masculina tiene exceso de audacia, de rudeza, de inflexibilidad, esas características del hombre han dado a la vida este sentido feroz por el que unos se alimentan de la miseria y el hambre de los otros. ¿Y las virtudes femeninas?, la naturaleza femenina se basaba en la comprensión, (…) ponderación y afectividad.

Dos naturalezas diferentes que debían equilibrarse y complementarse, entre otros motivos porque la especie para reproducirse necesita de dos elementos, masculino y femenino. Pero también porque la concepción feminista de Mujeres Libres (anticipada por las “dos teresas”) buscaba un destino común con los hombres, lo que no impedía señalarlos como causantes de la subordinación de la mujer, incluso cuando el tirano, como decía Teresa Claramunt, llevaba blusa y alpargata.

Un feminismo (llamado también humanismo integral) que como ya se ha señalado tenía una impronta de clase, al unir emancipación femenina con transformación social, y una clara concepción ácrata que se manifestaba en esta primera editorial en tres aspectos, por un lado el rechazo de la tiranía de la política (y de la religión) que:

(…) es como decir poder, y donde hay poder hay esclavitud, que es relajamiento y miseria moral. La política no entiende los problemas humanos, sino de intereses de secta o de clase (…) Esta es la incubadora permanente de la guerra. (…) [y] el germen del imperialismo.

Por otro lado, unida a esta crítica de la política, la defensa de la libertad al declararse partidarias de una vida libre y digna, donde cada hombre –empleamos esta palabra en sentido genérico- pueda ser el señor de sí mismo. Y la acción directa y libre como procedimiento nuevo para una vida nueva.

La revista Mujeres Libres se centró en artículos de contenido político y cultural, así como aspectos referidos a la maternidad y el cuidado de los hijos/as, la educación, la salud e incluso la moda. Este primer número es una muestra de esta variedad de temas. Artículos de Amparo Poch (con su nombre o con el de Dra. Salud Alegre), “Sanatorio de optimismo” y “El recién nacido”, ya que como médica que era, divulgó enseñanzas esenciales sobre maternidad, puericultura, sexualidad e higiene. Un artículo de la maestra Antonia Maimon sobre “Temas pedagógicos”, mostrando la relevancia que el anarquismo siempre dio a la educación como pilar fundamental de la rebelión contra la opresión. Un artículo sobre la vivienda de Luisa Pérez que era reflejo del interés del anarquismo, debido a su concepción de la opresión que va más lejos de la explotación económica, por  aspectos claves de la existencia: alimentación, vivienda, salud, familia, amor, sexualidad, relación y respeto a la naturaleza, etc.

En este primer número no podían faltar  las aportaciones de Lucía Sánchez Saornil con un artículo sobre “El espíritu nuevo en Castilla” y Mercedes Comaposada con un artículo titulado: “Cinema valorable. “Tiempos Modernos” o la locura de Charlot”.

Deporte, moda, un artículo de crítica al imperialismo italiano en Abisinia y crítica literaria, completan este primer número de Mujeres Libres que podemos considerar como una auténtica declaración de intenciones de su recorrido posterior.

[1] Soledad Gustavo (Teresa Mañé),  “La Mujer. A mi joven amiga María Montseny III”, El Productor, 21-02-1890, nº 185.


[2] Esta reflexión es de Gloria Espigado Tocino, “Las mujeres en el anarquismo español (1869-1939)”, Ayer, nº 45, pp. 42 y 65.

[3] Todas las citas de la editorial en Mujeres Libres nº 1, mayo 1936, Madrid, p. 1

Laura Vicente


Fuente: Laura Vicente