Después de recaer por segunda ocasión en una dura enfermedad, Ramón Fernández Durán decidió abandonar el tratamiento para despedirse de la mejor manera posible de la vida y de sus gente querida. A principios de abril envió una larga Carta de Despedida, en la que, con suma lucidez y entereza, explica además de las razones de su decisión, sus ideas y pensamientos en torno a las derivas del Capitalismo Global, que es la parte que aquí se publica...
Desde Rojo y Negro recibe, querido Ramón, un fraternal saludo por tu sabiduría y dignidad.
Para leer la carta completa se adjunta el pdf de la misma.
Querid@s tod@s: os había prometido una carta de despedida, sobre todo
después de la gran cantidad de correos tan bonitos y cariñosos que he
recibido de vuestra parte, que no os he podido responder
individualmente, y aquí me pongo a ello sin saber muy bien cómo saldrá.
He estado pensando mucho estos días en qué es lo que quería decir. Me
venía a la mente (y al corazón) un montón de cosas, y bueno, no sé,
espero poder ordenarlas mínimamente y que cobren sentido al contarlas.
(…)
Querid@s tod@s: os había prometido una carta de despedida, sobre todo
después de la gran cantidad de correos tan bonitos y cariñosos que he
recibido de vuestra parte, que no os he podido responder
individualmente, y aquí me pongo a ello sin saber muy bien cómo saldrá.
He estado pensando mucho estos días en qué es lo que quería decir. Me
venía a la mente (y al corazón) un montón de cosas, y bueno, no sé,
espero poder ordenarlas mínimamente y que cobren sentido al contarlas.
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Proyectos inacabados que otros seguramente continuarán
Como muchos de vosotros sabréis, desde hace unos cuatro años estoy embarcado en la gestación de un, para mi, ambicioso proyecto de libro, que constaría grosso modo de dos grandes volúmenes. Va sobre la crisis del Capitalismo Global y el colapso de la Civilización Industrial, pero contemplándola desde una muy amplia perspectiva histórica, necesaria a mi entender para comprender los nuevos escenarios y mundos hacia los que nos encaminamos. Y empezando nada más y nada menos que en el paleolítico y neolítico, haciendo un recorrido por las civilizaciones agrarias, para ver cómo se gesta posteriormente la expansión mundial del capitalismo en torno al siglo XV, hasta acabar en la Sociedad Industrial de los siglos XIX y XX. El eje conductor principal sería quizás la energía, pero también la evolución del Estado y el patriarcado, la relación de las distintas sociedades humanas con su entorno ambiental y territorial, el despliegue de las formas de producción y tecnología, así como de los diferentes tipos de dinero, de los dioses y los valores dominantes y de las distintas resistencias a los proyectos de dominación y expansión. El objetivo sería aprender del pasado (el primer volumen) para atreverse a pensar y a poder transformar el futuro que se avecina (el segundo volumen cuyo avance es el texto que os he adjuntado). Un proyecto ambicioso que todavía me requeriría seguir trabajando a buen ritmo al menos dos años más. Pero como eso ya no va a poder ser posible, y quería que el trabajo realizado hasta ahora no se perdiera, y que pudiera ser retomado por alguien que lo ultimara. Y así, le pregunté a Luis González, de Ecologistas, gran amigo y compañero, con el que tengo una importante sintonía, aparte de una gran confianza y admiración, si estaría interesado en continuarlo. Él me mostró en principio su interés por seguir con el proyecto, una vez que acabe su actual turno en la coordinación de Ecologistas. Sé de antemano que si finalmente lo aborda, lo que muy seguramente será así, se lo tomará con toda la pasión que le sabe poner a las cosas en las que se embarca, y también le dará su personal y muy valioso sello propio. Lo cual me ha alegrado enormemente pues significa que un trabajo iniciado, que necesitaba todavía bastante elaboración en muchos de sus tramos, no se perderá, y que habrá alguien en el que confío plenamente, que se lo tome con el interés que creo que merece. Es el trabajo como ya digo con el que he estado liado estos últimos años, algunos de cuyos productos parciales han ido viendo la luz como pequeños libros. En concreto algunas de las piezas del análisis del siglo XX. Así que es una gran alegría para mí saber que alguien de la valía y el compromiso de Luis se va a animar a hacerlo suyo, dándole los giros que estime necesario y contando con los apoyos que vea oportunos.
Pero también sé que mucha otra gente de Ecologistas (Yayo, Tom, Fernando, Marta, María, Erika, Paco, Santi, Berta y Toño), aparte de desarrollar una labor propia de elaboración de pensamiento crítico, concienciación y movilización muy loable, se está volcando también como decía en impulsar debates en torno a mis últimos textos. Desde aquí quiero agradecer a Ecologistas en Acción el interés que ha mostrado por la publicación del libro ya mencionado, que va como enlace en esta carta, y cómo se está involucrando el conjunto de la organización en las presentaciones del mismo en los distintos territorios del Estado. Es una enorme alegría para mí contemplar esta explosión de cariño y consideración de l@s compañer@s de una organización de la que me siento muy orgulloso de ser miembro. Además, la entrada ya desde hace años de mucha gente joven muy valiosa y activa, está sirviendo no solo para promover un necesario relevo generacional, sino para insuflar nueva fuerza a una organización que se está convirtiendo en un muy importante referente de transformación político-social a escala estatal, así como en una importante impulsora de dinámicas de confluencia y transversalidad que rompe con los hábitos muchas veces sectarios de la Vieja Izquierda.
Eso sí, me da algo de pena desaparecer en estos momentos en que la Historia parece que se acelera, pues se ha puesto otra vez en marcha irresistible después de que nos alertaran en los noventa sobre el Fin de la Historia en el marco de la “globalización feliz”. Y esta nueva activación de la Historia viene también determinada cada vez más por la Crisis Energética, Ecológica y Climática que amenaza al Planeta y a las sociedades humanas. Sobre todo la primera, a corto plazo, pues el principio del fin de los combustibles fósiles, a punto de empezar, va a suponer una ruptura histórica total, como comento en el libro recién publicado. Pero sé también que he vivido un periodo histórico excepcional, las décadas apoteósicas de la Era del Petróleo, y además en las mejores condiciones posibles. Es más, en los últimos 60-70 años (los de mi generación), el sistema urbano-agro-industrial mundial ha consumido grosso modo la mitad de los combustibles fósiles que disponía el Planeta. Y eso ya no puede continuar más tiempo, pues estamos a punto de iniciar el declive energético fósil. Y por tanto los escenarios que se aventuran para las próximas décadas, como comento en el texto, van a ser a buen seguro muy duros, al menos en el futuro más cercano.
Una vida privilegiada e intensa que va tocando a su fin
La verdad es que me siento un ser privilegiado. Primero, por haber nacido y vivido en una familia acomodada, en un país del Norte, aunque ello me creara muchas contradicciones al llegar a la edad adulta. Segundo, por ser un hijo del 68, ese momento de quiebra histórica sin precedentes que se dio en casi todo el mundo, y que nos cambió las vidas a muchos y muchas de los que lo vivimos. Y tercero, porque a partir de entonces me enzarcé en muy distintos procesos de transformación político-social e ideológica, en donde fui aprendiendo conjuntamente con sus actores nuevas formas de vida y de estar en el mundo, al tiempo que intentábamos ir transformando las estructuras de poder existentes. Fueron años excepcionales: la paulatina concienciación en la universidad tardo-franquista (1968-70); el poder vivir en directo los movimientos contra la guerra de Vietnam en EEUU (1970-71), en donde me encontraba en esos años con una beca para estudiar planeamiento urbano; el iniciar proyectos colectivos de vida a mi vuelta de mi estancia en el gigante estadounidense; el comenzar también mi experiencia profesional como urbanista en un sitio tan apasionante como la COPLACO de aquel entonces, que hizo posible que un “nido de rojos” maravilloso nos aglutináramos allí; el participar entonces de la lucha antifranquista desde lo que luego sería el ámbito de la autonomía obrera, en concreto en el barrio de Vallecas, y después en el barrio de San Blas; el barrio donde estuve seis años de convivencia colectiva, tras dos años casado y dos años viviendo solo; el formar parte de los inicios del movimiento ecologista en España, y más tarde en el impulso del movimiento Anti-OTAN, en el que participé activamente hasta su final, tras perder el referéndum; el reincorporarme de lleno otra vez, entonces, al movimiento ecologista, para abordar nuevas temáticas: la crisis de la ciudad al convertirse esta en metrópoli; el transitar luego, más tarde, conjuntamente con una diversidad de nuevas luchas sociales (okupación e insumisión, principalmente) en nuevas dinámicas de movilización político-social (¡Desenmascaremos el 92!, apoyado también desde la okupa Minuesa); y posteriormente con un abanico mucho más amplio de colectivos y organizaciones en las actividades contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en el Foro Alternativo “Las Otras Voces del Planeta” (Madrid, 1994), que se prolongó al año siguiente en una dinámica similar contra la presidencia española de la UE (“Contra la Europa del Capital”, y Foro “La Otra Cara del Proyecto Europeo”); hasta desembocar finalmente en el Movimiento contra la Europa de Maastricht y la Globalización Económica, que sería uno de los gérmenes principales en España del movimiento antiglobalización junto con la RCADE; movimiento que irrumpe con fuerza a en torno al año 2000 con las movilizaciones de Barcelona contra el BM, y posteriormente contra la presidencia española de la UE del gobierno Aznar, con actos y movilizaciones en muchas ciudades del Estado. Son los años también de las múltiples okupaciones de El Laboratorio, en Lavapiés, con los que se mantienen relaciones muy fluidas.
Todos esos años fueron enormemente vitales, he disfrutado ahora al ponerlos por escrito y recordarlos. Pero también tuvieron mucha importancia para mí los cambios que acontecieron en mi vida personal y comunitaria. En 1982 decidí abandonar el barrio de San Blas, donde había vivido en una especie de comuna durante seis años, y participado en proyectos colectivos como el Centro Cultural Autogestionado Migrans, porque el barrio estaba siendo destrozado por la entrada de la heroína, entrando en un proceso de deterioro social muy importante. Me vine al centro de Madrid, a la calle Barquillo, donde iniciamos una convivencia en común cuatro amigos, que estuvimos juntos diez años. Desde entonces por esa casa estupenda han ido pasando más de treinta personas, a lo largo de casi 30 años, creándose relaciones muy intensas que han perdurado en el tiempo entre todos los que hemos ido viviendo allí. Sobre todo con Víctor, compañero del alma, con el que compartí piso durante más de 20 años, pero también con toda la otra gente que allí vivió. Barquillo 33, 3º, ha sido un hogar alternativo no sólo para la gente que lo disfrutábamos en directo, sino para todos y todas los que han ido pasando por allí a comer, a cenar, a tomar café, a reuniones diversas o a disfrutar de sus fiestas mogollónicas. Se ha llegado a crear una especie de familia alternativa extensa entre todos los “Barquilleros”, y de tanto en tanto nos reunimos a comer algunos para celebrar nuestra amistad. Yo he tenido la gran suerte de vivir todo este proceso, pues el piso era de alquiler y estaba a mi nombre. Pero Barquillo ha tenido también una importante proyección exterior, no sólo de mucha gente del resto del Estado que ha pernoctado allí en alguna ocasión, sino que ha servido de lugar de encuentro con muchos amig@s de otros países. Amig@s de Dinamarca, Alemania, Italia, Holanda, Grecia, Gran Bretaña, EEUU, Brasil, Argentina, México… y últimamente también del Este: Macedonia, Bulgaria y Hungría, desde que se incorporaron a Barquillo Danche (la macedonia) y Tom (de la antigua RDA y padre húngaro). Amig@s que encontré en mis visitas a dichos países (algunas extensas, entre ellas a Dinamarca en 1980, y a Berlín en 1984 y 1989, cuando cayó el Muro), o en visitas de ellos a Madrid, o por otras razones más rocambolescas (caso de Sandro Stella), y que se han ido manteniendo y reforzando a lo largo del tiempo.
Y a partir de 1989 decido dar un giro muy importante en mi vida, después de una importante crisis amorosa, y cuando ya el aliento vital de trabajar en la Consejería de Ordenación del Territorio (que sustituyó a primeros de los 80 a la COPLACO) se agotaba. Decidí dejar la administración, mi puesto de funcionario, e iniciar una nueva vida, al tiempo que nos embarcábamos también Goyo, Josi, Paco y yo en la rehabilitación del “casute” de Pelegrina, junto con mucha gente amiga que pasó a echar una mano. Fue entonces cuando redacté el libro de La Explosión del Desorden. La Metrópoli como Espacio de la Crisis Global”, y cuando reorienté mi actividad profesional, para ganarme la vida, hacia la enseñanza no formal. Es decir, hacia la posible participación en cursos y actividades universitarias, y extrauniversitarias, pero sin tener un ningún vínculo fijo institucional. Colaboraciones puntuales, en muchos casos precarias, pero que me daban una enorme libertad para hacer lo que quería, aunque a veces eso hiciera que la reproducción de mi fuerza de trabajo se pudiera resentir. Pero fue una apuesta muy importante para mi, que me abrió nuevos horizontes, y posibilidades de compatibilizar (y reforzar) este trabajo informal con mi militancia ecologista, así como con la elaboración de nuevos textos, al tiempo que me permitió conocer y ahondar en nuevas relaciones personales y colectivas. Entre ellas, aunque más recientemente, las colaboraciones con el Transnational Institue de Amsterdam, y la Fundación Deep Ecology de San Francisco, que han apoyado mis proyectos de investigación. En definitiva, un gran soplo de aire fresco que necesitaba al atravesar la frontera de los cuarenta, y en los que me he centrado más después de 2003, cuando el cáncer apareció por primera vez en mi vida.
Desde entonces mi actividad militante ha sido mínima, aunque mis vínculos con Ecologistas son estrechos. Tan solo me he implicado en la Red por las Libertades y el Diálogo, para apoyar el proceso de paz en Euskadi, denunciar el juicio del 18/98, apoyando especialmente a los compañeros de la Fundación Josemi Zumalabe. Pero todo esto saltó por los aires el día que ETA voló el aparcamiento de la T4 de Barajas, y con ello el llamado proceso de paz en gestación. Un inmenso error que arrastró tras de sí a una Izquierda Abertzale incapaz distanciarse mínimamente de la organización armada, y que acabó reforzando aún más al Estado, que se vio legitimado además para incrementar su deriva represiva, no sólo por supuesto hacia el mundo Abertzale, sino en relación con las múltiples disidencias y resistencias a escala estatal. Denuncié eso en su día en un escrito: “Entre la Espada del Estado y la Pared de ETA”. Sin embargo, hoy en día esas dinámicas parecen que están cambiando, pues es la propia Izquierda Abertzale la que, por fin, ha iniciado un distanciamiento claro de la última actividad armada autóctona que queda en Europa, eso sí, junto con la de la Yihad que periódicamente sacude el continente y el mundo. Pero ETA parece que se muestra reticente a desaparecer, y el Estado a reconocer a la nueva Izquierda Abertzale. Es más, es posible que ETA llegue a ser desmantelada policialmente por el Estado después de casi cincuenta años de existencia, o convirtiéndose en un grupo marginal como el GRAPO. Un viaje con final a ninguna parte. Este conflicto que ha ensangrentado la historia del Estado español durante este periodo (desde mi adolescencia), y condicionado en muy gran medida la conflictividad político-social en todo el territorio estatal, ha ayudado a establecer algunas relaciones personales muy ricas entre personas a favor de la desobediencia civil y la no violencia activa entre Euskadi y el resto del Estado, en concreto de Madrid. Mientras que la Izquierda Abertzale ha despreciado en general hasta ahora el cultivar esos contactos, a no ser con grupos que actuaban como franquicias suyas; aparte de que la loca deriva vanguardista, criminal y sin sentido de ETA desde los ochenta (Hipercor, Yoyes, Vallecas, Tomás y Valiente, Miguel Angel Blanco, etc., etc., etc.) fue dinamitando los puentes entre la Izquierda Abertzale y la izquierda más consecuente del resto del Estado. Pero en ese proceso, como ya digo, hemos conocido a gente magnífica, estableciéndose lazos de amistad y complicidad política que permanecen en el tiempo.
Pero en paralelo a este rico trenzado de relaciones personales a lo largo de los últimos treinta años se fueron gestando también otros procesos colectivos y comunitarios, en los que he tenido el gusto y el honor de poder participar y disfrutar. Desde la creación de Gea 21, a la gestación de la Tertulia de los Miércoles (que lleva ya funcionando 25 años), pasando más tarde por la cristalización del proyecto colectivo La Maloca del Montgó, a partir de la mencionada tertulia. Un proyecto que se creó cerca de Denia, en la Xara, en las faldas del Montgó, hace ya más de 15 años, y en el que participan 27 personas. Una iniciativa preciosa en la que sus diferentes integrantes han ido autogestionando colectivamente la rehabilitación de dos casas, pero también la creación de una zona de huerta, otra de frutales, y una de naranjos, aparte de un taller comunitario y almacén de bicicletas, pues muchos de sus miembros son personas activas en la promoción de grupos ciclistas y a favor de este medio transporte. El proyecto surgió al principio a instancias de Antonio Estevan, compañero ecologista de muchas movidas que nos abandonó ya hace un tiempo, pues un cáncer acabó con él. Él había sido también uno de los fundadores de la Tertulia y de Gea 21, aparte de un incansable luchador y gran pensador crítico sobre temas territoriales y urbanísticos, y en contra del automóvil y a favor de otras formas de transporte, así como incansable opositor a los trasvases y promotor de otra cultura del agua. Toda la gente que forma parte de estos proyectos me ha aportado un montón de cosas en los últimos años, y sobre todo me ha hecho llegar constantemente su apoyo y cariño, especialmente en los momentos más difíciles para mí. En este sentido, la ayuda de Gea 21 fue clave cuando me vi afectado en 2003 por el tumor, sobre todo por carecer de cobertura sanitaria, al no estar cotizando. Y muy en concreto ahora que mi tiempo vital se va agotando, y que noto el deterioro paulatino de mi cuerpo. Desde aquí muchas gracias a todos ellos. Y decirles también que nunca olvidaré las estupendas y divertidas tertulias nocturnas en La Maloca a las faldas del Montgó, que se convertían en un espacio mágico hasta bien entrada la madrugada.
Y cómo no, querría reconocer aquí todo lo que me ha aportado la relación con Ana a lo largo de más de quince años. Ella me ha ayudado a abrirme más a otros mundos, sobre todo al mundo feminista. Su pertenencia a la Asamblea Feminista de Madrid ha sido una fuente constante para mi de aprendizaje en la problemática y en las reivindicaciones de las mujeres. Como digo en la dedicatoria que le he hecho en mi último libro, sin su inestimable ayuda no habría podido afrontar esta última parte de mi vida de la forma que lo estoy haciendo. Y siempre me ha encantado la forma en que compartíamos nuestras reflexiones, anhelos y visiones de la vida. Me encantaban los fines de semana que solíamos pasar en Leganés, en los que cada uno trabajábamos en nuestras cosas, pero que servían también para poner en común nuestros elaboraciones y pensamientos, y hasta contrastarlos con su hijo Adrián en ocasiones. Los desayunos de los domingos compartiendo la lectura del periódico están siempre en mis recuerdos.
Me quedan algunos deseos y anhelos no realizados, y que ya serán imposibles de plasmar, pero bueno, ya lo tengo asumido. Y quizás otra vez será. Me hubiera gustado hacer un viaje largo con Ana a América Latina cuando acabase el libro, con el fin de conocer más la realidad de ese enorme y esplendoroso territorio y de sus pueblos tan diversos, combativos y vibrantes. Poder acercarnos a experiencias muy ricas de transformación social que allí se dan y compartir con ellas sus prácticas y peripecias con el fin de enriquecernos. Hubiera deseado también hacer alguna vez el Camino de Santiago, cosa que también tenía previsto acometer cuando acabara el libro, y me hubiera gustado también que Ana me acompañara una parte del mismo. Me habría encantado asimismo pasar mis últimos años en Córdoba, la ciudad que más amo y en la que tengo muy buenos amigos, con la idea de que Ana se incorporara cuando pudiera tras dejar finalmente su trabajo. Me apetecía mucho esa última etapa soñada de mi vida. Pero bueno no va a ser finalmente posible, y no pasa nada. Estamos disfrutando también horrores Ana y yo viviendo estos últimos e intensos meses juntos en casa de mi hermana y mi cuñado.
Una última reflexión sobre mi supervivencia como parte de la Sociedad Hipertecnológica
No me gustaría cerrar esta carta sin apuntar una meditación sobre mi capacidad de sobrevivir estos últimos años, y en especial estos últimos meses, que se deben en muy gran medida a la existencia de esta Sociedad Hipertecnológica. Sin ella, lo más probable es que yo ya no estaría aquí. Y yo que soy un crítico de la Sociedad Hipertecnólogica, sobre todo de su insostenibilidad en el medio y largo plazo, quiero resaltar esta contradicción que vivo. Y también cómo mi supervivencia diaria depende de generar una cantidad muy considerable de residuos, pues si ya el “ciudadano medio” en nuestra sociedad del Usar y Tirar genera cada vez una mayor cantidad de desechos, en el caso de un enfermo como yo ese volumen se multiplica aún más. Cuando estaba en el hospital observaba con asombro la cantidad de residuos que allí se generaban. Una verdadera desmesura. Y pensaba si no sería posible tratar las enfermedades que nos asolan con menos despilfarro, utilizando un menor flujo energético y sobre todo una tecnología más sencilla. Pero la medicina oficial actual es un pivote muy importante de esa Sociedad Hipertecnológica, y ha hecho posible una reducción de la mortalidad, sobre todo de los mayores con enfermedades graves o crónicas, pero a coste de un gran uso de recursos, un consumo energético elevado, y una tecnología muy sofisticada. Todo lo cual no podrá darse en el futuro. Además, como apunto en el texto, la expansión hasta ahora imparable demográfica mundial, se frenará en seco cuando se inicie el declive energético, la Quiebra del Capitalismo Global y el colapso de la Sociedad Industrial, empezando muy probablemente un brusco descenso demográfico. Es por eso por lo que abogo por impulsar desde ya un debate sobre cómo controlamos de la forma más justa y equitativa posible la actual explosión demográfica y la caída consiguiente. Y ahí me veo yo, que he podido sobrevivir un tiempo adicional por la propia existencia de esta Sociedad Hipertecnológica, aparte de por un sistema público de salud que todavía funciona relativamente bien en el caso español. Bueno, pues esta reflexión, y todas las contradicciones que implica, también me rondaban por la cabeza en el hospital cuando tomé mi decisión. En definitiva, con mi decisión pretendo dejar de ser no sólo un consumidor in crescendo de cuidados proporcionados por otros, sino también un consumidor de recursos, energía y tecnología que solo son posibles en los espacios centrales de un Capitalismo Global crecientemente desigual, que va tocando a su fin.
A modo de conclusión
Al final me ha salido un texto bastante más largo de lo que en un principio me imaginaba, pero también he podido desarrollar todas las ideas e inquietudes que me rondaban por la cabeza al comenzar a escribir, y mientras lo estaba haciendo. A lo mejor es un culebrón todo lo que he volcado en estas líneas, pero no me importa, en ellas también estáis de una u otra manera reflejados toda la gente a la que os llegará este escrito. Toda la gente que he conocido y que me importa en la vida. Y l@s que habéis hecho en muy gran medida que mi vida transcurra de esta forma, y que yo sea como sea. Por eso he querido como “desnudarme” ante vosotr@s, algo que también necesitaba acometer ante los próximos pasos que voy a dar en mi vida. Además, sentir vuestro apoyo es también fundamental para darlos de la forma más serena y segura posible, para que no me flaqueen las fuerzas en el último minuto. Aunque sé también que como me va costando cada día más vivir, viviré esos momentos como un alivio final, un descanso que ya me toca. Pero sin vuestra compañía y energía, cercana o más distante, que me enviáis, ese alivio postrero me será más difícil de alcanzar. Un besote muy fuerte para tod@s vosotr@s Os quiero mucho. Un montón de gracias por estar ahí, queriéndome y apoyándome.
Ah! Y no os olvidéis de que “nos vemos” en Pelegrina, para celebrar que la vida sigue y es muy bella, aunque sea dura (o muy dura) a veces.
Ramón Fernández Durán