Llevamos años sufriendo la destrucción de empleo, de la cual tenemos, lectores, oyentes o espectadores, conocimiento a través de los medios de comunicación. En las empresas dedicadas a la comunicación encontramos una variedad de puestos de trabajo desempeñados por personas que en general desean hacer bien su oficio. Un oficio que tiene una proyección pública indudable y que dice algo o bastante sobre una parte importante de la persona trabajadora de los medios.

El buen hacer es un sello de prestigio que como persona trabajadora pocos desean perder y que sin embargo fruto de despidos y más despidos, silenciosos e invisibles, el contador de noticias ve como su capacidad creadora va siendo mermada.

Los diarios notarios de una parte de la realidad
cada vez más tienen menos tiempo para firmar sus actas, porque la
vorágine de los acontecimientos les agota en el intento de cumplir
con el número de páginas a escribir, de los reportajes fotográficos
a realizar, el montaje audiovisual que producir y un largo etc, de
tareas que, para el público en general, pasan desapercibidas, pero
que son tan importantes como necesarias para que el medio informe a
la ciudadanía 363 días al año.


Los diarios notarios de una parte de la realidad
cada vez más tienen menos tiempo para firmar sus actas, porque la
vorágine de los acontecimientos les agota en el intento de cumplir
con el número de páginas a escribir, de los reportajes fotográficos
a realizar, el montaje audiovisual que producir y un largo etc, de
tareas que, para el público en general, pasan desapercibidas, pero
que son tan importantes como necesarias para que el medio informe a
la ciudadanía 363 días al año.

En estos días salta la
noticia: Miles de puestos de trabajo se perderán en la ERE anunciado
por el Grupo Prisa, que posiblemente tiene prisa por resolver la
deuda multimillonaria que padece. Tendrá algo que ver quizás el
anuncio de Berlusconi, no hace mucho, de poseer la Cadena Ser. No
nos extraña que detrás de esta operación de «saneamiento»
del grupo se pretenda la venta de los activos a un buen postor (que
pretende descarriar a las obejas). La Cuatro y CNN ya cayeron y aún
quedan buques insignias como el País o La Cadena Ser, con la cohorte
de cadenas musicales, que en el dial no llegan a 40, pero que a todos
nos suenan.

Es curioso como los
medios sienten verdadero miedo cuando deben abordar la noticia de
despidos de compañeras y compañeros. Frases como «Perro no
come perro», son susurradas por propios y extraños y refleja
bien la creencia en la existencia de un «pacto entre
caballeros» (si así pudieran llamarse), entre las empresas
mediáticas. Pero ya hay muchos que piensan que a la altura de esta
crítica película, mucho perro está deseando comerse a otro perro.
Incluso mejor que se lo coma otro y de paso evitar la competencia
molesta, porque el mercado publicitario se agota día a día,
consecuencia inevitable del cierre de millares de empresas y la falta
de liquidez de las instituciones publicas. Con ser grave lo de la
SER, no debemos olvidar el rosario de despidos que se han producido
en el sector y que en cifras de sus asociaciones profesionales ha
supuesto una tasa de más del 50% en la destrucción de puestos de
trabajo. Una de las tasas más altas de este país después de la
debacle producida en el sector de la construcción. Pero de esto se
ha hablado poco por no decir casi nada. Y es que hay miedo en los
medios, porque las condiciones laborales, nunca lustrosas, se han
vuelto raquíticas y las personas que a esto de los medios de
comunicación se dedican profesionalmente sienten que nada seguro
tienen y es más, que cualquier desliz puede acabar con sus huesos en
la calle.

Mala época para aquellos
que a doscientos años de la Pepa (1812), deberían asumir el papel
de contadores de la realidad sin presiones, sin prisas y sin
cortapisas, para hacer posible la Libertad de Expresión, sacrosanto
mandamiento del decálogo de la revolución burguesa. La libertad a
la que aspira cualquier persona para desarrollar profesionalmente su
trabajo, ajustado a las exigencias del buen hacer y la honestidad
como divisas. A fuerza de meter miedo en los medios la ciudadanía
sufre una merma terrible a sus derechos a una información de
calidad, porque sólo una ciudadanía bien informada puede formarse
un criterio riguroso sobre la situación de lo que afecta al común,
y de esta manera ejercer su ciudadanía interviniendo activamente en
las decisiones que directamente le atañen. Al final la muerte del
mensajero nos deja huérfanos a todos.

Rafael Fenoy Rico