El ascenso de la burguesía al poder del Estado arrebatándoselo al Antiguo Régimen con el apoyo de las clases populares ha supuesto en los cien años mal contados la emergencia del poder Parlamentario que en teoría contiene la voluntad popular. Los marcos constitucionales y las declaraciones de derechos y libertades se sostienen en la necesidad de mantener a las trabajadoras y trabajadoras, reales creadores de riqueza, en un estado de aceptación de una situación de explotación y control.

El ascenso de la burguesía al poder del Estado arrebatándoselo al Antiguo Régimen con el apoyo de las clases populares ha supuesto en los cien años mal contados la emergencia del poder Parlamentario que en teoría contiene la voluntad popular. Los marcos constitucionales y las declaraciones de derechos y libertades se sostienen en la necesidad de mantener a las trabajadoras y trabajadoras, reales creadores de riqueza, en un estado de aceptación de una situación de explotación y control.

Hace más de 4 décadas que M. Duverger y seguidores pusieron de manifiesto la falta de realidad de las pretendidas teorías democráticas, incluida la división de poderes de Montesquieu, ya que el Estado Moderno no detenta el poder real que es ejercido por las grades corporaciones multinacionales y financieras. Ni tan siquiera la parcela de poder técnico burocrático que se ubicaba en los partidos políticos escapa a ese poder real, convirtiendo a los partidos políticos en aliados de esas grandes corporaciones, precisamente para seguir ejerciendo el control ideológico que supone predicar derechos y libertades formales, cuando se recortan derechos y libertades reales en aras de hacer más “competitiva” la acumulación inhumana de todo aquello que permite atesorar plusvalías. Todo ello naturalmente dentro de la más estricta legalidad y el estado de derecho.

La depredación a que el Sistema de producción capitalista somete al Planeta, a la especie humana y el resto de seres vivos que lo habitan, conlleva confrontaciones entre los entes que detentan el poder real, dejando a los aparatos tecnocráticos de los partidos políticos y estamentarios de los Estados modernos al margen de las decisiones reales.

En todas la latitudes las personas estamos asistiendo al recorte paulatino y claro de nuestros derechos y libertades, con la colaboración inestimables de sindicoempresas, asociaciones patronales y partidos políticos, subordinados a los intereses del Gran Capital, y utilizando instituciones antidemocráticas como por ejemplo el Banco Europeo y también los resortes parlamentarios de los Estados.

Los grupos de grandes empresas privadas han encontrado en la privatización de los servicios públicos “rentables” un vivero de pingües beneficios, que reparten con la estructura del poder formal “los partidos”, estableciéndose un coincidencia de intereses. El patrimonio del pueblo acumulado desde generaciones se vende al mejor postor para que lo utilice como fuente de beneficio privado.

La actualmente llamada crisis financiera, provocada por el la irracional avaricia del sistema capitalista, es un reflejo de esa incapacidad del Estado Neoliberal de ser consecuente con sus postulados del libre mercado, recurriendo en auxilio de las grandes fortunas cuando las contradicciones en los bloques hegemónicos del Capitalismo evolucionado se hacen insostenibles.

La máxima privatizar el beneficio y socializar las perdidas muestra su cara más amarga.

Despertemos del sueño democrático, que supone la delegación de nuestro potencial como pueblo.
Retomemos nuestra voluntad de forjar un mundo más humano en un futuro cercano, ya que el tiempo se nos agota.
Y asumamos consecuentemente que nuestra dignidad (la de todas y todos) pasa por la lucha de nuestros derechos y libertades reales.


Fuente: Rafael Fenoy