Rafael Cid. V de Vendetta
Circula por nuestras pantallas cinematográficas una película de alto presupuesto y actores famosos que no es una puta basura. Se llama “V de Vendetta” y está basada en un conocido comic ácrata que narra con la eficaz pirotecnia de la “factoría Matrix” el lado más criminal y sucio de la realidad del Poder en el capitalismo global. También su orweliana conexión con la manipulación de los medios de comunicación de masas para hacer de la democracia un sistema placebo de obediencia ciega. Se trata de una reflexión sobre la democracia de percepción realmente existente más profunda y lúcida que muchos sesudos tratados de ciencia política al peso. Porque como decía la escritora Elfriede Jelinek, galardonada con el Premio Nóbel 2004, hoy en día la auténtica experiencia humana es producto de nuestra segunda naturaleza impuesta por la avalancha de imágenes de los medios de comunicación. Y recalco lo de “auténtica” y lo de “naturaleza”.
Rafael Cid. V de Vendetta

Circula por nuestras pantallas cinematográficas una película de alto presupuesto y actores famosos que no es una puta basura. Se llama “V de Vendetta” y está basada en un conocido comic ácrata que narra con la eficaz pirotecnia de la “factoría Matrix” el lado más criminal y sucio de la realidad del Poder en el capitalismo global. También su orweliana conexión con la manipulación de los medios de comunicación de masas para hacer de la democracia un sistema placebo de obediencia ciega. Se trata de una reflexión sobre la democracia de percepción realmente existente más profunda y lúcida que muchos sesudos tratados de ciencia política al peso. Porque como decía la escritora Elfriede Jelinek, galardonada con el Premio Nóbel 2004, hoy en día la auténtica experiencia humana es producto de nuestra segunda naturaleza impuesta por la avalancha de imágenes de los medios de comunicación. Y recalco lo de “auténtica” y lo de “naturaleza”.

Hablar hoy de democracia significa todavía referirnos a autodeterminación, acción directa y autogestión personal. Aunque su praxis haya sufrido profundas rectificaciones a lo largo de los tiempos, desde la democracia directa ateniense a la democracia representativa vigente siempre se ha presumido la presencia de esos valores pioneros. Da igual que la combinación de isegoria, isonomía y parresía, friso que calificaba la esencia de la democracia griega, sea hoy pasado remoto. Tampoco importa demasiado que hasta alcanzar una representación normativizada con el sufragio universal, secreto y directo haya sido necesario experimentar con sistemas imperfectos confiscadores del ejercicio del voto Históricamente ha sido una constante ligar democracia a “gobierno del pueblo”, nunca a un privilegio de notables. Quizás por eso tradicionalmente la democracia-fetiche ha tenido tan buena prensa. Por más que a menudo se olvide la juventud de esta democracia indirecta por representativa y representativa por indirecta, que fue instaurada plenamente por primera vez en 1906 en Finlandia y que no alcanzó la mayoría de edad hasta hasta el cercano 1965, cuando en Estados Unidos el voto sin discriminación se impuso también en las elecciones federales.

De hecho, en la democracia representativa realmente existente (indirecta) son mayoría los estudiosos que siguen viendo en los viejos valores “rebautizados” la garantía del concepto. Robert Dahl, por ejemplo, habla de la necesaria existencia de “inclusión” (sufragio universal) y “controversia política” para poder hablar de verdadera democracia. Otros pensadores añaden a esos dos activos el que además los ciudadanos puedan “revocar” a sus representantes. Al margen de que exista un Estado de Derecho y una Constitución, la clave democrática sigue radicando en una cierta idea de soberanía del individuo. Pero sería absurdo negar que a la complejidad física que hizo impracticable aquella democracia directa (de máximos) en las sociedades de masas se ha añadido la imposición en el imaginario político del término “representativo” casi como pensamiento único. Por cierto, “representación” es una abstracción que junto a “Estado”, otra abstracción, ha desplazado a los más cercanos conceptos de “Poder” y “Autoridad” como referentes del mismo árbol ideológico.

La lógica cuantitativa de la sociedad de masas, anuladora del pathos cualitativo de la primera democracia, se ha valido del concepto de “representación” para escribir el guión que legitima el nuevo sistema democrático. Y lo ha hecho incorporando la técnica de división del trabajo a la acción política de la sociedad civil, a través de los partidos como agentes naturales de participación. Se trata, pues, de una transferencia de competencias (y al mismo tiempo de su naturaleza) del individuo a los partidos políticos, con tres consecuencias claras : la recuperación del elitismo ; la socialización de lo público por lo privado y el riesgo de alienación para los titulares de la soberanía. Una prueba de esta “desviación” es la bajísima participación política que registran hoy los comicios, cuando precisamente la democracia representativa (de mínimos) venía justificada para lograr una más amplia “inclusión” ciudadana en las sociedades complejas.

Pero no es esta la única contradicción del sistema representativo. En realidad la generalización de la participación política, asumida como progreso histórico, había servido para nivelar la eterna desigualdad en el reparto de la riqueza. La democracia representativa se entendía como el modelo que, aún en un entorno de flagrante concentración de recursos económicos, permitía en a cualquier persona llegar al Poder socializándolo con esa demostración de teórica apertura. Sin embargo, con la dinámica elitista que fagocita la representación, el resultado es el contrario : el monopolio de la política por una casta de notables “libremente” elegidos por sus representados. Una vuelta de tuerca que coloca política y economía en manos de unos pocos jerarcas “democráticamente”.

Y llegamos al último eslabón de esta saga-fuga democrática con la aparición de los media como nuevos representantes de la opinión pública -que es la expresión de la ciudadanía agregada- cuando el desprestigio de los partidos parece tocar techo. Hoy los nuevos púlpitos que adoctrinan a las gentes son los medios de comunicación de masas. El llamado “quinto poder” se está erigiendo de facto en representante de los ciudadanos, produciendo una opinión pública paulovianamente ahormada para el consenso y el statu quo. Este nuevo proceso constituyente que ocupa a prensa, radio y televisión fomenta una democracia de percepción y promueve la ausencia de la presencia humana, suplantando la voz de los ciudadanos por la de sus ventrílocuos. Vivimos así el penúltimo tramo de una deriva seudoaristocrática empeñada en sustituir al ciudadano real por su doble virtual, en relación de muchos a pocos, a través de los medios de comunicación como terminales del hombre, que dijo Mc Luhan. La actual representación de los media está alejando al sujeto del objeto en vez de que, mediante una pluralidad de información veraz y opinión responsable, ayudar a superar las barreras cuantitativas que alejan al ciudadano del espíritu de la auténtica democracia directa.

El resultado salta a la vista e hiede al olfato. Los que mandan, esos representantes democráticamente elegidos por los de abajo -la cúpula y la base de la trama en vertical copulación- se encumbran, hacen famosos y enriquecen a costa de lo público. En todos los órdenes del sistema. Desde el personaje más alto y carismático al más anónimo e insignificante, todos nadan en la opulencia ajena, como parásitos de postín. Y cuando salen de la función pública, a donde accedieron en nuestro nombre, se descaran sin pudor. Véase al ex canciller Gerhard Schróder como gran preboste de la multinacional rusa Grazprom ; a Felipe González promocionando negocios en Latinoamérica para su amigo mexicano Slim, una de las mayores fortunas del mundo en un continente de necesidades. Y gente menor, tal que un ex presidente del Tribunal Supremo o un antiguo magistrado de la Audiencia Nacional, devenidos en abogados defensores de los capos del narcotráfico o, ya metidos en la rabiosa actualidad, a todo un ex Jefe de la Unidad de Fraude Fiscal de Hacienda convertido en testaferro jurídico del cerebro de la trama de Marbella. Vicios privados, falsas virtudes públicas y manipulación masiva, esa es la certera denuncia libertaria de “V de Vendetta”.


Fuente: Rafael Cid