La democracia de Pericles, expresión de la acción directa de la ciudadanía, contaba con un enemigo de categoría en la casta de los filósofos. Algunos de sus más notables representantes nunca aceptaron de buen grado que el pueblo se auto-organizara durante dos siglos para darse las instituciones que necesitaba sin que el consejo de calidad de los sabios fuera decisivo en las deliberaciones.
No eran ni más ni menos que los simples habitantes de la polis, aunque muchos de ellos se reconocían como una aristocracia natural, seres superiores. El Informe de los Sabios de la Unión Europea para salir de la crisis cojea de esa enfermedad senil. Porque pretende, como dice el slogan patriótico, que “esto sólo lo arreglamos entre todos”… siempre y cuando hagamos lo que manden ellos.
Encomendado por Sarkozy, el postulador de la refundación del capitalismo, y dirigido por el “carismático” Felipe González, hombre de amplia experiencia en la gestión de las crisis porque durante su gobierno España alcanzó las mayores cotas de paro y de inflación de la historia de la transición, nuestros sabios han alumbrado un texto de 34 páginas con sus geniales recomendaciones para la ocasión. Y ciertamente en ellas se aborda la refundación de capitalismo, mediante consejos como la apuesta por relanzar la energía nuclear, para hacer un provechoso nicho al sector financiero con que resarcirse de su última aventura ; políticas de inmigración a la carta de lo que exijan los mercados, en la línea xenófoba que han apuntado ya directivas comunitarias ; y poner freno a las prejubilaciones, tarde me lo fiais, unas medidas en las que recocemos la vieja fórmula cambiar algo para que todo siga igual. La econo-mía sigue siendo de ellos.
Aunque hoy parece que todos sabemos de economía. Unos, la mayoría, asalariados y/o contribuyentes, la parte activa de la sociedad, porque la padecemos. Y otros, los rentistas, grandes empresarios, financieros y altos cargos, en buena medida la minoría “improductiva” (la financiarización que ha desatado la crisis es un butrón sobre el sistema productivo), porque la gozan. Este es el modelo reinante. La fórmula mágica, por irracional e ilógica, que justifica la economía realmente existente. Pero una cosa es que eso sea lo reglado, que los afectados lo consideren normal e inevitable porque es lo que hay y “ha habido siempre”, y otra muy distinta que la consagremos como el no va más, la mentira con sangre entra. Cuando bien mirado es una entelequia, pura anti-economía. Si la crisis sistémica actual algo certifica, para legos y doctos, es que el rey está desnudo, que ese sistema no funciona, es ineficaz, derrochador, depredador y se basa en el uso del factor trabajo (humano) como auténtico desecho de tienta. Detritus del sistema. Como demuestra el hecho de considerar a la ligera que un 20 por cien de paro (oficial) puede ser asumido como algo estructural (natural-vitalicio) y llenarse la boca de grandes conceptos-talismán tal que productividad y eficiencia como artillería antisocial.
Primero está la gente. La economía rudimentariamente glosada es la actividad que trata de utilizar recursos (públicos en origen) limitados y susceptibles por tanto de usos alternativos para satisfacer necesidades humanas, también deseos en segundo y rigurosos orden de llegada. Es, por tanto, una de las claves de la acción humana. Nace en las personas y se destina a las personas. Personas, individuos en comunidad, socializados, no individuos probeta, asilados o pareados, como identifica pedestremente el capitalismo neoliberal a fin de evitar el contagio de la interacción solidaria y su efecto red. El zoom politikom, el hombre como animal social, que decía Aristóteles, siguiendo los pasos del precursor Protágoras y su democrática y holística identificación del “hombre como medida de todas las cosas”.
Pues bien, este crac en barbecho que nos mina y corroe con sus múltiples metástasis es profundamente antihumanista, porque actúa selectivamente, como una bomba de neutrones que ataca a las personas y conserva las cosas. De ahí que no podamos hablar de economía, en el sentido griego del término, oikos y nomos, gobierno de la casa, autogobierno, sino de negocios, explotación, dominación y ecocidio. Más allá del casting glamuroso de los protagonistas de la política-pasarela y las golosinas mediáticas con que nos embaucan y alienan para que perdure el efecto riqueza, lo cierto y verdad es que lo que se ventila es el efecto explotación en versión placeba. Por eso, por primera vez en la historia, el naufragio de una generación por la embestida homicida de la oligarquía gobernante se ha saldado sin experiencia moral. Los mismos responsables de la crisis que ha llevado al paredón del hambre y la desdicha y robado el porvenir a millones de personas en el mundo aparecen como los salvadores providenciales que señalan la solución al problema.
Esta crisis ha demostrado que la teoría económica neoclásica, utilitarista, neoliberal, conduce al desastre. Es una bandera de conveniencia que no llega más allá de los intereses cleptómanos de sus impulsores. Los mantras de la ley de la oferta y la demanda, la autorregulación de los mercados, incluso su olímpico desprecio a la función del Estado, antes considerado un estorbo para el equilibrio del sistema, han saltado por los aires comportándose como peligrosos misiles sin dirección. El odiado proteccionismo-intervencionismo se recupera para que papá Estado saque las castañas del fuego a los capitalistas al borde del naufragio. O sea, que frente a la lógica de primero la gente, la clase dominante, pone en marcha la fórmula primero los agentes y los grupos de interés.
Estamos ante otro diluvio universal donde el gran capital que atizó el vendaval selecciona el pasaje del Arca de Noé que debe salvarse para que continúe el ADN del capitalismo cuando las aguas vuelvan a su ser. Esa es la “razón de Estado” del Informe de los Sabios liderado por Felipe González, el estrecho colaborador de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, en sus horas de asueto. Siempre hay que tener a mano a un estandarte de izquierdas para justificar medidas de derecha. Pero que no nos vengan con cuentos. Esto no lo arreglamos entre todos. Precisamente, para empezar a arreglar algo, de ese “todos” hay que mandar al ostracismo a los que montaron la crisis, que son los que han pagado el Informe de los sabios y los que financiaron la campaña “Esto sólo lo arreglamos entre todos”.
Rafael Cid