A menudo, quienes tenemos por ocioso oficio el análisis político de la actualidad incurrimos en exageraciones y patinazos, siendo frecuente el uso y abuso de tópicos para describir situaciones. ¡Con la iglesia hemos topado !, amén de una cita culta del Quijote, el menos leído de los best-seller más citados, es uno de ellos. Lo que no impide que, aquí y ahora, sea una realidad sin paliativos. La genuflexión del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero ante las demandas de la jerarquía eclesiástica española confirman la justicia del tópico : ¡Con la iglesia hemos topado !

A menudo, quienes tenemos por ocioso oficio el análisis político de la actualidad incurrimos en exageraciones y patinazos, siendo frecuente el uso y abuso de tópicos para describir situaciones. ¡Con la iglesia hemos topado !, amén de una cita culta del Quijote, el menos leído de los best-seller más citados, es uno de ellos. Lo que no impide que, aquí y ahora, sea una realidad sin paliativos. La genuflexión del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero ante las demandas de la jerarquía eclesiástica española confirman la justicia del tópico : ¡Con la iglesia hemos topado !

Siempre he creído que, dejando al margen el indiscutible avance material, la sociedad española actual no ha cambiado en lo sustancial respecto a la de la transición. O sea, que después de 30 años de aquella Constitución que según los todólogos del régimen alumbró una democracia parida por una dictadura, desde el punto de vista ético, cultural, social y político (entendiendo lo político no como lo oficialista y políticamente correcto) esto que los patriotas llaman España es un puto páramo. Los mismos esquemas mentales estrechos y cutres. Idénticas afamadas miserias de personalidades del tres al cuarto. Y una asfixiante sensación de más de lo mismo, déjà vu. Cultureta, trinque, cencerros, melonadas y el macizo de la raza. Y claro, en consecuencia, las dos Españas.

Y este es el problema. Si después de todo el agua que ha pasado bajo el puente, con tantos cantos a la “libertad sin ira” y tanta mandanga coronada de ciencia infusa, aún hay dos Españas, la que embestía y la que moría o se exiliaba, es que algo falla o somos una pandilla de cretinos. Esto certifica el tremendo fracaso de esa “modélica” transición que ya nadie con dos dedos de frente se traga. Y qué mejor y más alucinante ¡impasible el ademán ! que comprobar la beligerancia del “partido de las sotanas” y la rendición sin condiciones del ejecutivo socialista ante su nueva cruzada. Lo siento, pero otra vez tengo que recurrir al tópico : cambiar algo para que todo siga igual, ese sería el diagnóstico que arroja la España lampedusiana de todo a cien de hoy.

Es curioso, porque mayores gigantes han caído (o casi). Ahí está el también percutente “`partido militar” que ha escoltado a la sociedad española desde el doble fusilamiento de Riego y Torrijos. Haberlo haylo, pero incordia menos. Salvo cuando, como en el 23-F, saca los píes del tiesto y se forra a dar hostias (¡el único país del mundo con un golpe de Estado dado por agentes de tráfico !). Lo peculiar del episcopado español es su continua actuación e interferencia política, y el calabobos que produce en los sitios más recónditos. La iglesia española es un poder factico. Con todas las letras. Tiene radios y televisiones, ocupa una posición preferente en el mundo de la educación a todos los niveles, maneja un enorme capital-cepillo como se vio en la pillada golfa de Gescartera, su presencia en el área de sanidad y servicios asistenciales es notoria (y en algunos ocasiones, pocas, de manera digna) y utiliza a políticos infiltrados en todo el arco parlamentario para hacer valer sus intereses en la sede de la soberanía nacional. Eso sí, los pulpitos apenas cuentan con clientela y no tiene un partido que la represente, porque el único gesto rupturista de la transición fue precisamente despeñar electoralmente a los vaticanistas de la democracia cristiana (una contradicción en sus términos, cuando está bajo disciplina de Trento), que se camuflaron en el Arna de Noé de UCD, primero, en AP, después, y en el PP y el PSOE ahora.

Por eso se explica menos (pero se explica y los explicaremos) el vasallaje a que se presta el gobierno. Un gobierno que no ha dejado en ningún momento de hacer obras pías en su favor, buscando el codo a codo, el arrejuntamiento, como haciéndose perdonar por haber sufrido en alguna etapa de su estirpe ideológica las iras de esa inquisición. Sigue el franquista Concordato que hizo del dictador “caudillo de España por la gracia de Dios”, se la ha permitido escalar hasta un 0,7 por ciento en las rentas del IRPF y la generosidad del Estado con la escuela concertada, en donde la acientífica impronta integrista impera, es un auténtico latrocinio para los no creyentes. Eso y mucho más obtiene la jerarquía de la iglesia de ZP, aparte de dar pública y escandalosa muestra de sumisión cuando los ministros juran o prometen su cargo en Zarzuela ante un crucifijo y una biblia. Por no hablar de los jueces, otros señores de negro que, qué puñetas, para que quede claro su independencia cada solemne apertura del año judicial la inauguran con una misa de celebración. Y en el caso del actual presidente del Consejo General del Poder Judicial con un besamanos al anillo del cardenal Rouco Varela. Es la iglesia oficial. Aunque lo desmienta la Constitución vigente trampeando su ser.

¿Por qué cede el gobierno ante el partido de las sotanas ? Porque si no le monta una cruzada que empieza con una procesión y dos Ave María. Algo que el debilitado gobierno de Rodríguez Zapatero no puede permitirse en estos momentos de extrema volatilidad política, cuando su tancredismo ante la crisis –ni está ni se la espera, según ZP- le ha puesto a tiro de piedra del PP. De ahí que haya cedido aceptando reconocer en la Ley de Memoria Histórica que hubo víctimas de la persecución religiosa (lo que significa aceptar el carácter de Cruzada del Alzamiento), lavarse las manos cuando el Tribunal Supremo se niega a reparar los derechos vulnerados de los apóstatas y consensuar con toda la unción que el asunto requiere a un beato como Carlos Divar, cruz del Mérito Policial, al frente de uno de los poderes del Estado, el Judicial, sin reparar en los efectos subliminales de un posible conflicto de intereses.

La ofensiva del portaviones sotánico contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, pautada y monitorizada en la escaleta de un puñado de sentencias judiciales ad hoc, es la prueba de que tenemos un gobierno que necesita el Nihil Obstat de la Iglesia para Gobernar. Trono y Altar, y el pueblo es otro cantar. Lo mismo que con Franco, que hasta libros infantiles, como Robinson Crusoe, necesitaban el visto bueno curíl para editarse (escribo con un ejemplar de la famosa obra de Daniel de Foe editada por EDAT, con guión (sic) del falangista Joaquín Aguirre Bellver, que lleva la leyenda “Obispado de Madrid-Alcalá. Con censura eclesiástica. Madrid, 21 de agosto de 1961”).

.


Fuente: Rafael CId