La enmienda a la totalidad que han recibido los videos de la factoría Chiquilecuatre, grabada por UGT para dinamizar la huelga general del 29 de septiembre, sólo puede entenderse como un ejercicio de estulticia, planta endémica en esta sociedad de la obediencia debida, o síntoma del cinismo más redomado.

La enmienda a la totalidad que han recibido los videos de la factoría Chiquilecuatre, grabada por UGT para dinamizar la huelga general del 29 de septiembre, sólo puede entenderse como un ejercicio de estulticia, planta endémica en esta sociedad de la obediencia debida, o síntoma del cinismo más redomado.

Los insultos, chistes soeces y salivazos que ha recibido la iniciativa recuerdan en la cercanía a los despropósitos con que el coro de ranas habitual y sus mentideros gananciales despacharon la dignísima huelga del metro del Madrid, Recordemos : aquel bárbaro capricho de unos cuantos descerebrados que un día se levantaron con la mala baba de amargar la existencia a los probos ciudadanos.

Igualito que entonces, todos a una, sin ni siquiera saber lo que supuso Fuenteovejuna, al conjuro de tertulianos, opinadores y demás correligionarios, han saltado sobre la yugular del malhadado Chiquilecuatre para escenificar, cargados de prístina razón, que los sindicatos son unos cutres y que los que aún les siguen son un hatajo de tontos del haba que tienen bien merecida la indigencia en que se rebozan. Más finura, cultura de postín, un poco de profesionalidad, un mínimo de decoro y algo de racionalidad, son las exigencias que se reclaman desde todos las troneras donde campan los sicofantes del estatu quo.

Y sin embargo, el adefesio Chiquilecuatre es la viva imagen de lo que desprecian con tanto aparato y desvergüenza esa gente de bien, misa de domingo, señores de corbata y mantel puesto. El gran Manitú de su dni colectivo. Excusatio non petita, accusatio manifesta.

Qué sino un Chiquilecuatre elevado al fistro es ese esperpento garbancero y bribón que se llama Gerardo Díaz Ferrán, friki estelar y malabarista de la mayor organización empresarial del país que, ¡oh maravilla !, con una mano dirigía la mesa del diálogo social con los centrales mayoritarias mientras con otra metía el guante en la caja. Qué nombre sino y qué jeta se puede atribuir a un sujeto condenado en primera instancia que desde su alta condición como líder corporativo ha cerrado empresas comprando hombres de paja, afanado salarios de sus empleados y estafado a miles de emigrantes con pasajes de unos aviones que yacían premeditadamente en los hangares. Si semejante ejemplar, mitad malhechor social y mitad Torrente, no es el fotomatón del Chiquiletrate de marras que tanto critican, que venga Martes y Trece y lo digan.

Porque Chiquilecuatre no es un nombre particular, es una marca registrada, unas siglas, ese negociado estilo Fernando VII donde abrevan nuestros más conspicuos líderes, empresariales, y políticos, esos auténticos tahúres del arte de la subvención privada y la rapiña de lo público, eminente panda de mangantes y matapobres, que está aprovechando la desdicha de los más humildes en una crisis de su puño y firma para volver a llenarse las bolsillos. Mientras, como el desvergonzado del cuento, gritan impávidos ¡¡al ladrón, al ladrón !!

Cada época tiene sus retratistas de cámara y sus cuentas que pagar. Diego Velázquez y Goya para la Familia Irreal que suma y sigue, Francis Baçon para el horror viscoso y tumefacto de una sociedad que agoniza en la charca de la deshamunización tarifada. Y Chiquilecuatre representa el gentilicio de ese mundo cavernario que el 29-S hay que mandar al paro si no queremos que lo que empezó como un engendro festivo termine en una tragedia sin paliativos. ¿Verdad, señora Aguirre, doña Esperanza, y sus coces de co-grande de España al aguijón de los sindicatos que no le bailan el agua ? ¡Qué banda, Miiquelarena ¡

Aquí y ahora, el feismo delirante de Chiquilecuatre, que tantos aspavientos desata, es, como en su momento las pinturas negras, el monumento casposo, felón y voraz del discurso dominante, que como ya se sabe es la cantinela de la claque dominante.

Rafael Cid