No hay que dejar el proceso de paz al albur de los políticos. La sociedad civil debe tomarlo entre sus manos para sacarlo de la uvi en que se encuentra en estos críticos momentos. Hay que salir a la calle para exigir la paz y la palabra. Y hacer de la resolución definitiva del conflicto un paso adelante en la historia de este país de todos los demonios. Cuando están en juego derechos tan fundamentales como la libertad y la vida, el protagonista somos todos. A veces es preciso que un hombre muera por todo un pueblo, pero jamás que todo un pueblo muera por un hombre.
Como en la guerra criminal de Irak. Entonces, una clase política engolfada en sus juegos y artimañas de poder, metió al pueblo español en una guerra inmoral e injusta, y fue este mismo pueblo quien diciendo en “nuestro nombre, no” logró frenar aquel brutal asalto a la razón. Ahora, con el proceso de paz baleado por la barbarie de ETA y las miserias de una clase política que busca capitalizar el desastre para recuperar el mando, la verdadera alternativa está en la calle. La gente debería movilizarse en manifestaciones contundentes para exigir al Gobierno que culmine lo que empezó y derrotar al terrorismo con las armas de la respuesta social y ciudadana.
De lo contrario, estamos abocados a repetir otra impostura como la del 11-M, contemplando como los responsables por acción (ETA) y por desistimiento (este nuevo Acebes de apellido Rubalcaba) consigan imponer la razón de la fuerza a una sociedad que sólo aspira a la fuerza de la razón para superar sus diferencias políticas. Únicamente la iniciativa ciudadana masiva, que por su propia naturaleza es una expresión progresista y democráticamente avanzada, logrará el fin del terrorismo en sus raíces. Sólo la puesta en valor por la izquierda social del principio de autodeteminación, en ausencia de violencia y sin las trampas de la coacción selectiva por parte de los aparatos del Estado y de las estructuras que han hecho un negocio de la continuación de la represión, asfixiará a ETA negándola el espacio vital en que se refugia.
Sería un suicidio colectivo seguir asistiendo al esperpéntico espectáculo de un presidente de Gobierno, que evidenció su reiterada voluntad de no tirar la toalla ante el proceso de paz, secuestrado y suplantado por sus halcones políticos y mediáticos, ventrílocuos todos de una táctica irresponsable de exterminio revanchista, sin que la sociedad civil grite “en nuestro nombre, no”.
Que no cese el proceso de paz. ¡¡Pásalo !
Fuente: Rafael Cid