De Londres a Estrasburgo, en sólo dos días, Obama ha conseguido transmitir al mundo la percepción de que con él la crisis tiene remedio. Y que, además, su administración es de fiar. Pero el resultado contante y sonante de su maratón europeo, aparte de un mazo de buenas intenciones sobre la eliminación de los paraísos fiscales y un mayor control sobre las finanzas internacionales, ha consistido en dotar de más de 500.000 millones dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) y aprobar el envío de otros 5.000 soldados de la OTAN a Afganistán “en son de paz”.
Todo ello sin una palabra sobre la reforma del FMI, el principal perpetrador global de la política neoliberal que está en la raíz de la actual debacle económico-social, ni cuestionar la necesidad de una organización militar que nació como disuasión frente a la hoy inexistente URSS.
Los líderes mundiales siguen abordando la crisis financiera más profunda de la historia con la misma receta mágica de salida : dando dinero público para apoyar los intereses estratégicos del gran capital multinacional. Eso, mientras hace unos días la Unión Europea (UE) suspendía una cumbre sobre el empleo por falta de ideas y cuando el tobogán de los indicadores oficiales no cesa de arrojar cifras pavorosas sobre los ratios de paro que alcanzarán muchos países.
Con una seductora puesta en escena made in Metro Goldwyn Mayer, Barack Obama ha logrado ser entronizado por sus aliados europeos como el agente moral que la situación reclama para infundir buenas vibraciones a los atribulados contribuyentes. Para ello no ha dudado en darse un baño de multitudes mostrando su campechanía, y convertir a su esposa en un icono clave de la diplomacia sombra. Algo que no recordábamos desde los tiempos de Kennedy y su mujer Jackie. Pero tras esos calculados fastos se escondía una agenda igualmente consensuada en sus puntos básicos por el núcleo duro del G-20.En realidad una agenda-acordeón, porque los acuerdos de Londres se complementaban con otros similares en el plano militar en Estrasburgo.
Aunque, para hacer gala de un pluralismo virtual que desfigurara sospechas malintencionadas, antes de la inaugurarse la cumbre las estrellas se permitieron hacer su particular paripé. Primero aparentando concesiones de EEUU ante Francia y Alemania en el G-20 y luego simulando que éstos eran a su vez los que cedían en la reunión de la OTAN. Todo atado y bien atado. Porque, después del minuto de gloría mediático del eje Sarkozy-Merkel criticando el “proteccionismo” sobrevenido de Obama, el manifiesto rubricado unánimemente por todos los asistentes dejaba claro que no había más que una voluntad, y esa era la de plasmar un nuevo orden global para evitar cualquier tentación de ruptura sistémica.
Ellos, “los líderes”, como blasona la declaración de 29 puntos el G-20, han admitido que “la recuperación debe centrarse en las necesidades y los puestos de trabajo de las familias que trabajan con ahínco”, constatado “que los grandes fallos en el sector financiero y en la regulación y la supervisión fueron causas fundamentales de la crisis”, declarado que “la era del secreto bancario ha terminado” y afirmado su “compromiso histórico de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio” y “afrontar la amenaza del cambio climático irreversible”, pero ni el voraz relanzamiento del FMI , ni la “refundación” de la OTAN con el punto de mira puesto en Afganistán, preludian un cambio real, profundo y democrático respecto a lo hasta ahora visto. Más parece que la gira triunfal del presidente norteamericano Barack Obama ha servido para diseñar la matriz de un gobierno mundial, con gendarme incluido, que a medio plazo puede terminar desplazando a la ONU del concierto internacional, al no haber podido Estados Unidos “privatizarla” como se demostró con ocasión de la invasión de Irak.
Obama ha dicho en Europa lo que los mandatarios europeos querían oír y el complejo militar-industrial-financiero norteamericano necesitaba para pasar página. Lo principal : que la solución de la crisis es tarea conjunta de Europa y Estados Unidos, aunque dejando claro que eso requiere triplicar los recursos del FMI y aumentar la implicación de los miembros de la OTAN en la defensa común, salvados al fin los desencuentros de la era Bush. En este sentido es altamente significativo que el presidente norteamericano haya advertido que la diana de Al-Qaeda es ahora Europa, al tiempo que en Praga hacia un ofrecimiento para la distensión nuclear, en un mensaje que doble intención : como guiño a Rusia y como expresión de solidaridad económica y militar a los gobiernos del Este, convulsionados por la actual crisis. Es curioso, pero en su gira europea Obama ha hablado mucho de mercado libre y disuasión militar, pero muy poco o casi nada de derechos, libertades y democracia.
Fuente: Rafael Cid