Al parecer
la confluencia de opiniones, críticas y conformistas, con la puesta
de largo de unas “mesas de convergencia ciudadanas” para
comprometer a la sociedad civil en la batalla al neoliberalismo
rampante ha tenido otros efectos colaterales no deseados. Aunque
seguramente, más que esas posiciones hechas desde la legítima
discrepancia para avanzar en una mayor y más amplia formulación
del proyecto, la polémica en sí tenga que ver sobre todo con el
hecho de que a su conjuro se han desperezado asuntos internos.
Hablo
de meritorias organizaciones que sin respaldar institucionalmente la
propuesta si contaban en el acto con algunos de sus máximos
representantes a “titulo personal”. La lección que posiblemente
haya que extraer entonces es la dificultad de desdoblamiento entre la
representación particular y la institucional en cuestiones de
carácter político que además merecen la atención de los medios de
comunicación, con el plus de relevancia focalizada y deformante que
Hablo
de meritorias organizaciones que sin respaldar institucionalmente la
propuesta si contaban en el acto con algunos de sus máximos
representantes a “titulo personal”. La lección que posiblemente
haya que extraer entonces es la dificultad de desdoblamiento entre la
representación particular y la institucional en cuestiones de
carácter político que además merecen la atención de los medios de
comunicación, con el plus de relevancia focalizada y deformante que
ello comporta.
Lástima,
porque esa disidencia sobrevenida ha impedido centrar el debate en
temas los de interés general que una iniciativa de esa
trascendencia precisa para ganar cohesión. En esa dinámica la
primera observación de entidad radica en formular la falta de una
referencia al apartado ecológico como denominador común entre el
neoliberalismo y su superación por sistemas económicamente
sostenibles. No parece pieza menor a la hora de buscar una identidad
en la movilización dejar patente que la superación del modelo
realmente existente pasa por afrontar el problema de la escasez de
recursos naturales y la aplicación de políticas que pongan también
la prioridad en las consecuencias globales de la huella ecológica.
De lo
contrario corremos el riesgo de esbozar planeamientos estrictamente
economicistas, por más que estén imbuidos de pretensiones
rupturistas respecto al neoliberalismo. Y llegado a este punto es
preciso hablar claro, en la convicción de que a menudo es mejor
ponerse una vez rojo que ciento colorado, de otros solapamientos que
afectan al contexto político del momento presente en que el
neoliberalismo ejecuta sus designios. Aceptemos por mor de la unidad
en la solidaridad que para una parte de los antineoliberales que
generosamente apoyan “las mesas de convergencia ciudadanas”,
Comisiones Obreras y UGT, por un lado, y el PSOE, por otro, son uno
de los suyos y que su “cuestionamiento” puede restar potencial al
proyecto. De hecho algunos de los protagonistas a “título
personal” del acto celebrado el pasado 19 de febrero en la sede
central de comisiones han tenido cargos de responsabilidad en las
administraciones socialistas del Estado. No se trata de pedir
certificados de “pureza de sangre” a nadie y muchos menos de
exigir virginidad partidista. Sería absurdo. Pero de la misma forma,
esa impronta no deje interferir en el despliegue del movimiento
cívico contra el neoliberalismo depredador. Y esa sí es una duda
pertinente, desde el momento en que en la declaración del 19-F se ha
soslayado mencionar la responsabilidad directa de la socialdemocracia
en el poder en la ejecución de esa doctrina neoliberal cuyos
desastrosos efectos queremos refutar de raíz.
Si se
depuraran esos supuestos necesarios que ahora mismo menudean como
fastidiosos tábanos, seguramente por un problema de comunicación
(el diario Público
enmarcó a uno de las convocantes a “título personal“contra un
fondo con las siglas UGT, sindicato del que ha sido dirigente), la
adhesión a las mesas de convergencia ciudadanas sería mayor. Porque
de lo contrario el proyecto puede incubar una déficit de
incongruencia difícilmente superable. El mundo es un pañuelo y la
experiencia es un activo recurrente que no se puede echar en el
olvido. Recordemos que también el primer mandato del gobierno
Zapatero se cimentó en un cestón de mejoras sociales y derechos de
ciudadanía de cuarta generación que permitieron aglutinar a su
alrededor a buena parte de la izquierda sin collar, la misma más o
menos que precisamente ahora intenta coordinarse para sacar del
espacio público a las reaccionarias políticas antisociales que el
PSOE y el gobierno socialista ejecutaron en el segundo mandato
confabulándose contra su propio programa electoral.
Necesitamos
transparencia para generar la confianza necesaria que facilite una
movilización general capaz de sentar las bases de una democracia
participativa ahora ausente. Ya no valen solo heraldos con buenas
intenciones ni un elenco apabullante de abajofirmantes. La opción
está clara: o mesas para la revuelta ciudadana o copias
certificadas. El “republicanismo deliberante” ofertado por
Rodríguez Zapatero mediante guión del que fuera su jefe de
gabinete, el sociólogo José Ándres Torres Mora, actual responsable
de Cultura de la Ejecutiva Federal del PSOE y miembro del Consejo
editorial del periódico Público, ya no mueve los molinos de la
historia contingente y otra operación reencanto parece una quimera.
Rafael Cid
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Otros enlaces:
Mesas de convergencia ciudadana -José Manuel Naredo