La crisis económica mundial puede cerrase en falso : con más ración de Estado. Si el crac en potencia que aún pende sobre el sistema financiero se materializa, es muy posible que la salida que se busque para salvar este modelo de dominación sea la vuelta al Estado-patrón, cuando precisamente se voceaba el fin del Estado-nación.

La crisis económica mundial puede cerrase en falso : con más ración de Estado. Si el crac en potencia que aún pende sobre el sistema financiero se materializa, es muy posible que la salida que se busque para salvar este modelo de dominación sea la vuelta al Estado-patrón, cuando precisamente se voceaba el fin del Estado-nación.

Aquí y ahora, el pírrico vencedor de la actual desestabilización global, habida cuenta el fracaso estrepitoso de las políticas desreguladoras neoliberales (el Estado patrimonial al servicio de los de arriba), es una vuelta al proteccionismo social, la seguridad inducida, el supraEstado (¿a dónde fue el arrogante cosmopolitismo europeo ?) y todo lo que implique mecanismos para delegación de responsabilidades de los más en los menos. Así que sin haber paladeado aún las mieles del siglo XXI tomamos impulso para brincar directamente al siglo XIX. Más Estado a cambio de menos Bienestar.

Este escenario puede ser un verdadero festín para los autoritarios y totalitarios que, tanto desde la izquierda como desde la derecha, han creído siempre en el egoísmo como clave del factor humano y en la necesidad de líderes salvadores. Y hasta puede que digamos adiós a la autonomía, la solidaridad, el libre pensamiento y la sociedad civil como conciencia de la libertad. Porque el Leviatán Estado, teorizado en el siglo XVII por Thomas Hobbes, nació con esa misión ecuménica. El Dios Estado ha sido la alquimia política sobre la que nazis, estalinistas, fascistas, neocons y teocons diseñaron son respectivas y siniestras hojas de ruta.

Para los ultraliberales era un “camino de servidumbre”, pero a la hora del naufragio han sido los primeros en correr a reivindicarlo rogando hacer un paréntesis en su otrora titánica fe y esgrimiendo sus llagas para que “papá Estado” pague la factura de sus criminales aventuras económicas. Y, en el otro extremo, para los últimos y recalcitrantes bolcheviques, el desmantelamiento del Estado de Bienestar, al que habían tildado de añagaza capitalista durante la guerra fría, significaba un ataque identitario insoportable porque el Estado eran ellos. Nadie ha pensado de verdad en la sociedad civil como alternativa real, habida prueba de que el “socialismo de Estado” había cubierto su lúgubre ciclo con el derrumbe de la URSS en 1989-1991 y el “capitalismo de Estado” está a punto de escribir su epitafio. Son dos náufragos condenados a entenderse, aunque cada uno nade en distinta dirección. De hecho, lo que une al capitalismo en el Este (China y Rusia) y en el Oeste (Europa y EEUU) es el Estado aparato.

La bulimia de Estado que históricamente ha emparentado a comunismo y capitalismo, por su dual convencimiento de que es el instrumento más ejecutivo para el ejercicio del Poder, ahormados ahora por la crisis, les convertirá en sus franquiciados. Relegitimado el papel del Estado ante unas masas bruscamente desahuciadas por ambos regímenes de dominación integral, cada cual desde su particular ángulo de interés verá en esta debacle la última oportunidad para reinventar el ansiado asalto al palacio de invierno. Prueba de la obsesión en que ya parecen instalados, es que nadie repara en lo antidemocrático de las medidas de excepción económicas adoptadas por la administración Bush, primero, y por la UE (el mundo libre, ja, ja, ja), después. En la práctica, un Estado de guerra porque se utiliza la razón de Estado para subordinar todo a reflotar las finanzas de gran capital. ¡Si Marx levantara la cabeza y viera al proletariado socorriendo a sus explotadores !

No sólo se ha perpetrado una gigantesca confiscación social, que pasará factura a las clases más débiles durante generaciones, a favor de los poderosos a punto de venir a menos, sino que además el atraco se ha ejecutado manu militari, sin pasar por los preceptivos controles parlamentarios o sobornándolos, como en el caso de EEUU (está probado que los representantes que votaron a favor habían sido favorecidos con donativos de bancos e instituciones financieras para la campaña presidencial de su respectivo partido). Incluso en el caso español, el golpe de mano a la caja común se realizó con nocturnidad, alevosía y el sordo aplauso de los sindicatos mayoritarios : cuando ya estaban “consensuadas” las partidas de los Presupuestos Generales del Estado para el año 2009. Aquí, al ya austero presupuesto diseñado para capear esa crisis -que según Zapatero sólo ven los antipatriotas- con un recorte en partidas sociales como Educación y Sanidad del 5,1% y 4,6%, respectivamente, se le ha añadido un butrón de entre 30.000 y 50.000 millones de euros para tener contenta a la gran banca, aquellos que se reían de la crisis (¿Crisis ? ¿Qué crisis ? ¿Yo no estoy en crisis ?, dijo Emilio Botín) Curiosamente 30.000 millones de euros es la cifra aproximada que banca y cajas tenían comprometida en deuda con vencimiento a 31 de diciembre de 2008. ¡Otro “corralito” a la argentina manera para nuestros financieros !

La crisis no sólo ha hecho añicos la economía real y productiva por el fuego amigo de la economía virtual, especulativa y financiera, también ha dejado en evidencia que los ciudadanos son sólo una claque a la que se recurre cuando se quiere dar visos de coherencia a la cosa política y de la que se prescinde olímpicamente cuando existe el riesgo de que se entrometa en ella (caso referendos sobre la constitución europea en Francia, Holanda y Tratado de Lisboa, en Irlanda). A la fuerza ahorcan. Los totalitarios en fuga por la prueba del algodón de la funesta experiencia histórica buscarán en el Estado Ogro Filantrópico, que decía Octavio Paz, la razones de Estado para conseguir una prórroga en su unidad de destino universal. Podemos encontrarnos con que, entre nostálgicos del “centralismo de Estado” y mangantes del paréntesis en el mercado libre, nos vendan la burra de una reconversión estatal. Con la opción de eso o el diluvio. Como hicieron cuando la trágala de la célebre transición franco-borbónica.

En este contexto, el anarquismo aparece como algo genuino y no deslegitimado por la historia. Y el anarquismo es la sociedad civil autoorganizada y autoinstituida. Sería una aberración incalificable no derogar de derecho lo que ha sido reiteradamente derogado por el tribunal de la historia. Acudo al sabio Emmanuel Kant para reafirmar la necesidad de aprender de los errores, sobre todo cuando suponen crímenes de lesa humanidad y reincidir en el error encumbrando al Estado caníbal como ave fénix. Decía el ciudadano de Königsberg :”Una época no puede obligar ni juramentar para poner a la siguiente en la condición de que le sea imposible ampliar sus conocimientos (sobre todo los más urgentes), purificarlos de errores y, en general, promover la ilustración. Sería un crimen contra la propia naturaleza, cuya destinación originaria consiste, justamente, en progresar. La posteridad está plenamente justificada para rechazar aquellos decretos, aceptados de modo incompetente y criminal” (¿Qué es la ilustración ?).

El Estado no es lo público, tampoco la sociedad ; es su camisa de fuerza. Como expuso Karl Polanyi en su obra La gran transformación : “La historia económica muestra que los mercados nacionales no surgieron porque se emancipara la esfera económica progresiva y espontáneamente del control gubernamental, sino que, más bien al contrario, el mercado fue la consecuencia de una intervención consciente y muchas veces violenta del Estado, que impuso la organización del mercado en la sociedad para fines no económicos”.


Fuente: Rafel Cid