El alcalde de Madrid, Ruíz Gallardón, don Alberto, el ex fiscal de la insigne figura, aquél al que pobre Miguel Sebastián, competidor por el PSOE para el ayuntamiento de la capital, relacionó en otro tipo de ayuntamiento con una imputada en el caso Malaya, ha lanzado la idea de reformar la ley para sacar de la calle a los indigentes.
Los sin
techo, esa gente que por su mala cabeza o por culpa de la crisis
desatada por la clase social en la que milita el edil del PP no tiene
donde caerse muerta. Y claro, en estos tiempos preelectorales,
cuando se necesita mostrar los aspectos más relucientes de la
ciudad, dar palmadas a los ancianos y besuquear a las criaturas
ajenas para dorar la propia imagen, unos haraganes tumbados a la
Los sin
techo, esa gente que por su mala cabeza o por culpa de la crisis
desatada por la clase social en la que milita el edil del PP no tiene
donde caerse muerta. Y claro, en estos tiempos preelectorales,
cuando se necesita mostrar los aspectos más relucientes de la
ciudad, dar palmadas a los ancianos y besuquear a las criaturas
ajenas para dorar la propia imagen, unos haraganes tumbados a la
bartola y sin reglas de urbanidad ni cristo que lo fundó son un mal
ejemplo para esa fiel ciudadanía de plástico que vota y calla. Por
eso, el actual alcalde, pisando en la misma huella tectónica que su
padrino político, Manuel Fraga Iribarne, el último dinosaurio de la
dictadura, ha dicho “la calle es mía”.
Pero no es
el único que la tiene tomada con la vivienda. El ministro de
Fomento, José Blanco, el de frikis y anarkoides, está haciendo
bolos por media Europa como agente inmobiliario de la gran banca, a
ver si alguien pica y compra unos cuentos millones de pisos que le
sobran a las entidades bancarias. Porque si no escampa pronto pueden
poner en evidencia su solvencia, esos mismos garitos que financian a
los partidos políticos y a los que este año de comicios hay que
mimar para que sigan condonando las deudas que Ferraz y Génova,
tanto monta-monta tanto, acumulan con ellos.
Esta es la
radiografía pornopolítica del país que estaba en la Liga de
Campeones y en el que no pasa día sin que conozcamos algún brote
verde que misteriosamente sólo llama a la puerta de las mansiones
de los ricos y de los poderosos. La casta de los caseros y sus
banqueros, responsables de la burbuja inmobiliaria que ha vomitado 5
millones de parados, trajina con ministros de cabecera para seguir
acumulando beneficios. Y por el contrario, los damnificados por sus
fechorías están en la calle y esperando a la pareja de la guardia
civil para que una nueva versión urbana de “limpieza étnica”
abrillante la carrera política de quienes han hecho del parasitismo
ciudadano una de las bellas artes.
“Si
quieres ser feliz, ahorca a tu casera”, que decía un grafiti de
mayo del 68.
Rafael Cid