El domingo 15 de mayo pasará a la pequeña historia de la democracia ciudadana como un hito. El día en que decenas de miles de personas en las principales ciudades de España se echaron a la calle al margen de las consignas de partidos y sindicatos representativos y de la censura previa de los medios de comunicación, que hicieron todo lo posible para que fracasara la convocatoria a favor de una democracia real.

Claro que
visto el éxito de las movilizaciones, su calidad democrática y la
pluralidad de los asistentes, es lógico que esos pretorianos del
sistema intentaran sabotearlas.

Claro que
visto el éxito de las movilizaciones, su calidad democrática y la
pluralidad de los asistentes, es lógico que esos pretorianos del
sistema intentaran sabotearlas. EL 15-M ha supuesto una enmienda a la
totalidad de un statu quo que ha provocado hasta ahora 5 millones de
desempleados, un 45 por cien entre la juventud, y ha hecho aún más
ricas a las grandes fortunas, banqueros y magnates de las
multinacionales, que son los que con su infinita codicia han atizado
la crisis que padecemos.

Respiren
hondo nuestros intelectuales de pitiminí, los periodistas de
cabecera del régimen, los todólogos del esperpento reinante, los
cruzados de las políticas matapobres, la juventud ni-ni ha hablado,
y ahora a prepararse, se ha abierto la veda, ya no valen monsergas.
Algo está empezando a cambiar en el país más resignado de Europa.
Esta vez no podrán golosinarnos con el circo de unas elecciones para
que todo siga igual.

Pero lo más
grave es que con su desprecio, negando la evidencia, han demostrado
que prefieren la injusticia al desorden. Temen a la calle, a la
democracia directa, porque saben que sus oscuros intereses peligran.
Son tan irresponsables que les gustaría que la protesta se
encarnara en focos xenófobos y ultras, reales o prefabricados, en la
convicción de que en un contexto de violencia ellos tienen la última
palabra. Pero hasta en eso se equivocan, ya nadie les hará el juego.

Por eso
horas antes de que la ciudadanía se desbordara en la capital al
grito de “PSOEPP, la misma mierda es” y “no nos representan”,
Felipe Gonzalez y Jose María Aznar recibían la medalla de oro del
ayuntamiento de Madrid.

Rafael Cid