Rafael Cid
Si no fuera porque el calendario es implacable, creeríamos que galopamos en caída libre hacia el 36. Tal es el estruendo de la nueva confederación española de derechas autóctonas y foráneas. No es una percepción vana. Pasen y vean. El líder de la derecha y máximo representante del primer partido de la oposición, Mariano Rajoy, dice que Zapatero es como Stalin. El alcalde urbanicida de Alhaurín el Grande llama descerebrado al presidente del gobierno y clama por una nueva “revolución nacional”. Prensa y todólogos tachan de traición el proceso de paz aprobado por todo el arco parlamentario excepto el PP. Y la Conferencia Episcopal Española, a rebufo de aquella pastoral parafascista que santificó el Alzamiento, emite una declaración sobre la “unidad de España” como elemento básico del bien común. O sea, todos los ingredientes para cocinar una estampida.
Rafael Cid

Si no fuera porque el calendario es implacable, creeríamos que galopamos en caída libre hacia el 36. Tal es el estruendo de la nueva confederación española de derechas autóctonas y foráneas. No es una percepción vana. Pasen y vean. El líder de la derecha y máximo representante del primer partido de la oposición, Mariano Rajoy, dice que Zapatero es como Stalin. El alcalde urbanicida de Alhaurín el Grande llama descerebrado al presidente del gobierno y clama por una nueva “revolución nacional”. Prensa y todólogos tachan de traición el proceso de paz aprobado por todo el arco parlamentario excepto el PP. Y la Conferencia Episcopal Española, a rebufo de aquella pastoral parafascista que santificó el Alzamiento, emite una declaración sobre la “unidad de España” como elemento básico del bien común. O sea, todos los ingredientes para cocinar una estampida.

Se dice pronto. Pero parece como si el tiempo hubiera pasado en balde. Hoy como antaño la derecha, furia y saña, se define tildando a su adversario de rojo, separatista, ateo, masón y encubridor de los violentos. Es una estrategia de la tensión que busca a corto plazo el rédito electoral y a largo la desestabilización y el pasmo. Algo que en una sociedad adulta democráticamente experimentada sería pólvora meada, pero que entre nosotros aún rula. Cuando los primeros de la clase, los más listos y bien pagados, se producen con tamaña empanada mental y la gente no se descojona, es que lo que nos pasa es que no tenemos ni pajolera idea de lo que nos pasa.

La española es una sociedad sin personalidad ni atributos, una peonada de ventrílocuos abducida por cantamañas de postín, que ha metabolizado los valores políticos de gañanes y matapobres de alcurnia como virtudes cardinales. Aquí no hay sociedad civil ni cristo que la fundó. Por eso los trogloditas y sus melonadas gozan de buena prensa. No diré yo que diez millones de votos no les contemplan -aunque es cierto que a menudo un hombre es un voto pero también una boina-, pero una clase política con esas credenciales es una severa penitencia. Desde Hitler, sabemos que las elecciones por sí solas no garantizan la democracia.

Entonces, ¿qué hay de la modélica transición que dio continuidad al franquismo en los odres nuevos de una supuesta derecha civilizada ? Un experimento probeta de tres décadas es más que suficiente para verificar su rotundo fiasco. Esta derecha de tiro al pichón es en lo sustancial de la misma estirpe que la que monopolizó vida y haciendas durante 40 años de dictadura. Sólo se diferencia de la innombrable en que esta se apellida popular, seguramente por contumacia. Pero es genéticamente igual : reaccionaria, curíl, centralista, inquisitorial, latifundista y soberbia hasta el tuétano. Así, que verde y con asas. Si la transición no hizo el milagro, y lo único que a fin de cuentas ha logrado es inocular la mentalidad oscurantista entre las nuevas generaciones, habrá que romper amarras.

Zapatero logró ampliar la base social del PSOE al aprobar reformas ciudadanas, pero ahora su proyecto puede naufragar a manos del bunker de todos los santos y la quinta columna del filipismo rampante y mediático unidos en una nueva cruzada-lapa La democracia en España se corresponde con una profunda renovación ética, educacional y cultural o no será. Y eso ya sólo se puede lograr con una alianza estratégica que incluya en pactos estables, sostenidos y sociales a todos los partidarios de una federalización del Estado. La ruptura democrática que no pudo ser en el 75 es hoy un imperativo vital entre libres e iguales. Sólo de ahí nacerá la fuerza social capaz de asfixiar definitivamente al terrorismo etarra.

Y en el otro extremo, pero compartiendo intercambiador, está la cruzada-lapa de De Juana Chaos. El legítimo ejercicio de autodeterminación personal y de libre albedrío razona que el aborto y la eutanasia, como actos que no repercuten en terceros ciertos, son atributos inalienables del individuo adulto. No así la guerra y el patíbulo, que aunque se vistan de legítima defensa encubren motivos de venganza y razón de Estado. De ahí que no haya razones para impedir que un preso, sea cual fuera su condición delictiva, ponga fin a su existencia mediante una huelga de hambre. Uno no elige cuándo nacer pero si puede decidir cuándo morir. Por eso los terroristas de toda laya no sólo son asesinos, además son liberticidas.

Esta claro que en lo que a De Juana Chaos respecta se trata de un claro acto político y propagandístico. Busca ser el Boby Sands de la ETA post T4. Luego, si los jueces quiebran por la fuerza su voluntad están yendo mucho más lejos de lo que sus competencias y atribuciones permiten, por motivos políticos. Y si por el contrario ceden a la presión de De Juana y provocan su excarcelación estarían reconociendo implícitamente que su situación anterior era injusta. Curiosamente la denuncia de tratarse de un chantaje al Estado hecha por el PP y la actitud suicida de De Juana comparten, sin quererlo, el mismo resultado : dar a ETA un mártir para (re)legitimarse tras la sima que se estaba abriendo a sus pies después del atentado de Barajas y su posterior comunicado. Una ETA que ha roto la tregua-trampa al darse cuenta de que la aplicación de un derecho penal de autor revela que el PSOE está en el poder pero tiene que conspirar para gobernar. Cosa que con la derecha no ocurre nunca : en ella gobierno y poder son tal para cual.


Fuente: Rafael Cid