La crisis crediticia, que según ZP es un simple resfriado aunque sólo en dos meses ha reducido a la mitad el superávit del Estado y el PIB, es una crisis del sistema. Es una crisis económica y política. Integral e integrista. Porque lo que pone en cuestión es el modelo de confianza mutua en que se fundamenta el mercado y la política. La representación, entendida como el proceso por el cual son otros los que deciden por ti -y contra ti- consentidamente, es el cáncer que nos amenaza. Pero no nos damos cuenta porque nos lo vendieron bonito y con celofán : el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

La crisis crediticia, que según ZP es un simple resfriado aunque sólo en dos meses ha reducido a la mitad el superávit del Estado y el PIB, es una crisis del sistema. Es una crisis económica y política. Integral e integrista. Porque lo que pone en cuestión es el modelo de confianza mutua en que se fundamenta el mercado y la política. La representación, entendida como el proceso por el cual son otros los que deciden por ti -y contra ti- consentidamente, es el cáncer que nos amenaza. Pero no nos damos cuenta porque nos lo vendieron bonito y con celofán : el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Por nuestro propio bien, y con nuestro dinero (público, estatal, social y colectivo), metiendo mano en nuestra cartera, atraco legal, los gobiernos capitalistas están rescatando al cleptómano mundo de las finanzas y la banca cuando caminaban al borde del abismo. Por nuestro bien, con nuestra pasta, nuestros representantes llenan las arcas de una mafia económica-financiera que con sus latrocinios acechaban el big-bang. Ellos, nuestros representantes, políticos profesionales y gobernantes electos, escoltados por sus periodistas y sindicalistas de cabecera, socializan sus pérdidas sobre las espaldas de los ciudadanos sin reparar en que nunca antes repatriaron sus beneficios.

Un chollo. Negocios. Tienen el poder porque tienen la representación política y tiran porque les toca. Los privilegiados que han creado una economía virtual y depredadora destruyendo empleo para aumentar el valor de la acción, deslocalizando empresas hacia países de esclavitud laboral asegurada, evadiendo riqueza en paraísos fiscales, imponiendo el trabajo klinex, malversando los recursos naturales, van a ser salvados por los explotados de hoy y excluidos de mañana. Y todo porque, en esa cascada de la representación de la representación a tumba abierta en que se basa el tinglado de la vieja farsa, hemos perdido el control de nuestras vidas. El adversario, el enemigo incluso, decide por nosotros. Vamos de la servidumbre voluntaria al derecho de pernada, y quien no lo quiera ver es más zombi que persona.

La política es cosa de los poderosos, ¿y siempre lo será ? Los ciudadanos votan y santas pascuas. Por eso es lógico que ahora recurran a la hucha común para sanear sus tenebrosos negocios empresariales. ¿O no queremos que sigan sacándonos las castañas del fuego de la política ? Ellos lo dan todo por la causa, ¿vamos ahora nosotros a defraudarles ? Recordemos el espíritu de la transición y lo bien que resultó. Tantos años de dicha, prosperidad y libertades, gracias a esa amnistía por la que las víctimas pidieron perdón a los verdugos para que inmediatamente después ocuparan sus nuevos cargos en la democracia. Fue un éxito, ¿o no ? Pues repitámoslo ahora en el plano económico : dejemos que nuestros representantes, que tanto saben de las necesidades de los privilegiados, les salven a nuestra costa.

De momento aliviemos su carga quitando el impuesto sobre el patrimonio. Son unos 300.000 millones de pesetas que no van a ninguna parte. Luego, el cielo proveerá. La sanidad pública, la educación, las pensiones, la vivienda digna, el seguro de paro, el empleo estable y decoroso…todo eso puede esperar. Lo primero es evitar que los capos se arruinen, porque si ellos echan el cierre nosotros nos quedamos huérfanos. Sin oficio ni beneficio. Sin referentes.

El estado, mal que nos pese, son ellos. Ahora y siempre. Luís XIV sólo hizo una mayestática atribución de casta. Por eso hacen de su capa un sayo. Con el gorro liberal puesto, hostigan para rechazar las migajas de transferencias de renta de los de arriba a los de abajo, argumentado falta de competitividad, ineficiencia y otras gaitas. Pero en cuanto les vienen mal dadas olvidan su santo y seña ideológicos y se convierten en duros intervencionistas. Jamás pagan los platos rotos. No es tradición en la casa. Ni en momentos de hemofilia financiera como los actuales. En este punto todo les está permitido. Son jueces y parte. Y sagrados principios de su Biblia ideológica, como la seguridad jurídica y el derecho de propiedad, pasan a beneficio de inventario. Tengamos, pues, fe en el sistema representativo. Está escrito, sigamos el ejemplo dominante : ganarás el pan con el sudor del de enfrente. Sale gratis.


Fuente: Rafael Cid