“La única manera de ser libre ante el poder/ es tener la dignidad de no servirlo” (Miguel Torga)
España entró en la Unión Europea, con la consiguiente cesión de soberanía en determinados ámbitos, sin que los españoles dieran su parecer. Ni la adhesión al Mercado Común ni la integración en la Unión Monetaria se sometieron a referéndum. Y ahora, un organismo extraño a nuestras instituciones como es el Fondo Monetario Internacional (FMI) surge como la instancia habilitada para exigir al gobie...
“La única manera de ser libre ante el poder/ es tener la dignidad de no servirlo” (Miguel Torga)
España entró en la Unión Europea, con la consiguiente cesión de soberanía en determinados ámbitos, sin que los españoles dieran su parecer. Ni la adhesión al Mercado Común ni la integración en la Unión Monetaria se sometieron a referéndum. Y ahora, un organismo extraño a nuestras instituciones como es el Fondo Monetario Internacional (FMI) surge como la instancia habilitada para exigir al gobie…
“La única manera de ser libre ante el poder/ es tener la dignidad de no servirlo” (Miguel Torga)
España entró en la Unión Europea, con la consiguiente cesión de soberanía en determinados ámbitos, sin que los españoles dieran su parecer. Ni la adhesión al Mercado Común ni la integración en la Unión Monetaria se sometieron a referéndum. Y ahora, un organismo extraño a nuestras instituciones como es el Fondo Monetario Internacional (FMI) surge como la instancia habilitada para exigir al gobierno una contrarreforma laboral que liquidará derechos sociales. ¿Qué democracia es esta que admite imposiciones desde fuera ? ¿Quién ha elegido al FMI ? El Estado español debe rechazar el fondo de rescate para financiar su deuda ofrecido por el FMI porque ni colonialismo económico ni el vasallaje figuran en la Constitución de 1978.
Desde que comenzó la bola de nieve del timo global de las hipotecas basura, las autoridades, económicas y políticas, han demostrado su completa nulidad. No sólo han sido totalmente incapaces de hacer un diagnóstico aproximado del problema, sino que las medidas adoptadas, lejos de aliviarlo, han servido para potenciarlo y propagarlo. Estamos ante el ejemplo típico del “efecto mariposa” por incompetencia manifiesta, un suave aleteo en un extremo del mundo que, sólo dando tiempo al tiempo a imbéciles y bribones consagrados, puede convertirse en un huracán en el otro confín. Eso cuando existe voluntad política de encarar el problema o, por lo menos, no consta mala fe entre el equipo médico habitual. Mientras que cuando se presume intencionalidad manifiesta en ocultarlo y se es juez y parte, como ocurre ahora, los peores augurios se quedan chicos.
Desde el principio se ha hablado de que estamos ante una “crisis sistémica”, en el bien entendido de que con el concepto se quería expresar que era una crisis múltiple, económica, política, ecológica y hasta civilizatoria. Pero lo que apenas se ha comentado es que la crisis inicial, surgida al amparo de las famosas hipotecas subprime en Estados Unidos, que contagiaron a medio mundo financiero con sus activos tóxicos, era la madre putativa de todas las crisis sucesivas : financiera, crediticia, de deuda y fiscal. Médicos a palos, los gurús a sueldo de gran capital, han ido pasando la patata caliente de la crisis de un terreno a otro hasta lograr la suprema vileza de lograr que la crisis la paguen las víctimas y que sus verdugos dirijan el ejército de salvación que debe entronizarles otra vez sobre un túmulo de “caídos todo por la patria”.
El Estado corporativo, fórmula que identifica a gobiernos canallas, títeres de los amos del tinglado, es el último invento de la economía-mundo que nos expolia para elevar la simple extorsión y el vulgar atraco a la categoría académica de eficiencia mercantil y paradigma de la representación política de altura. El Estado así considerado son ellos, como en la vieja estampa de Luis XIV y sus feudales “razones de Estado” y los nuevos sátrapas que dirigen la solución final contra todo bicho viviente que no dice “sí, boana” o acepta complacido sus suculentas ofertas de muerte a crédito. Hoy Proudhon es más actual que nunca. La propiedad es un robo, y el Estado un ladrón. El siglo XXI, el mayor alijo que ha existido nunca en la historia de la humanidad de “progreso material” , “sociedad de la información” y “esperanza de vida”, está construido sobre la miseria moral, la resignación y la inmundicia más refinada de todos los tiempos. El temible Leviatán de comienzos del capitalismo fabril ha devenido en un Ogro Filantrópico que nos devora atentamente como cadáveres exquisitos.
Jibarizados con las artimañas de la sociedad de consumo, las golosinas mediáticas y el agobio del tan-tan diario, ya estamos listos para asumir el necesario canibalismo con la satisfacción del deber cumplido. Y así vemos a todo un secretario general de Comisiones Obreras, con casi 5 millones de parados en la trituradora de la exclusión social, reducciones salariales a los funcionarios públicos y congelación de las parcas pensiones de la tercera edad, afirmar que precisamente ahora es el momento menos indicado para ir a una huelga general. Precisamente ahora. Lo que aparte de llamar tontos a los trabajadores griegos y de negar las propias señas de identidad de su central sindical, sirve para dar la razón al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, cuando afirma a la remanguillé que el posible colapso de la banca está provocado por los sin-empleo. Tan extravagante coincidencia, entre base y cúspide, no sólo remite a la deriva de la cultura de las organizaciones, estudiada en su día por Robert Michels y Moisei Ostrogorski, como camino de servidumbre sino que inaugura la era en que al grito de “representantes del mundo uníos ! se establece un nuevo consenso mundial para la dominación estamental.
Pero con todo y eso, si hubiera que buscar un sólo asunto para definir el aspecto más grave de la crisis, éste lo hallaríamos en el riesgo moral, esa actitud que engloba la impunidad de los culpables con el castigo infringido a los inocentes, una característica histórica del totalitarismo más cínico y despiadado, el único y auténtico riesgo-país. Hace tiempo que venimos observando la similitud entre la fórmula en que se basó nuestra “modélica” transición y la operación rescate de la crisis. En ambos casos se ha usado el mismo modelo terapéutico para pasar página : las víctimas motivadas a pedir perdón a los verdugos. Ese riesgo moral por el cual el Estado además de no reprimir al culpable justifica el delito y hacer caer las cargas sobre el perjudicado, es el anticipo de un sistema de dominación nunca visto en un régimen pretendidamente democrático, que a la postre, según la escolástica de la teología de la revolución-líberación, desde Thomas Muntzer y San Agustín a Locke, justifica no sólo la desobediencia civil sino que eleva a imperativo categórico moral la necesidad de la insurrección frente al déspota.
El camino seguido por el gobierno (socialista y obrero, se proclama aún) de Zapatero a la hora de programar medidas contra la crisis, vulnerando olímpicamente acuerdos recién tomados sobre negociación colectiva en la función pública y el Pacto de Toledo en lo referente a la congelación de las pensiones, es una prueba de esa política de terrorismo social. Pero al mismo tiempo arroja una imagen fiel de la corrupción generalizada que asola al país ante la indiferencia de la clase política e institucional. Decir que algo huele a podrido en España sería un signo de miopía o de estulticia. La corrupción lo pudre todo y se ha convertido en el deux ex machina del sistema, mientras se explota miserablemente a los más humildes. Desde el Tribunal Constitucional, pasando por el Tribunal Supremo, la presidencia del Congreso de los Diputados (caso Bono-El Pocero), la de la Generalitat Valenciana (caso Camps-Gürtel) y la de la patronal CEOE (caso Díaz Ferrán- Air Comet-Marsans), apenas queda un pilar del Estado de Derecho que no cruja bajo la carcoma de la impunidad. Y el ministro Blanco se va al espacio basura La Noria de T5 para vender las “bondades” del latrocinio gubernamental.
“Si se quita la justicia, los reinos se convierten en una banda de criminales a gran escala y las mafias en pequeños reinos” (Agustín de Hipona)
Rafael Cid