Carlos Palomino, el joven madrileño de 16 años asesinado en el metro cuando acudía a una manifestación contra el racismo ha tenido una segunda muerte. La primera fue física, y se produjo cuando un militar neozani le asestó varias puñaladas con un machete reglamentario. Pero la segunda embestida homicida ha consistido en la agresión legal del parlamento europeo al aprobar por mayoría la “directiva del retorno”. Porque con su vergonzosa y brutal resolución la clase política de Bruselas ha legitimado en el Viejo Continente la barbarie de la xenofobia, dando rienda suelta a todo tipo de desmanes.
Al ritmo de involución actual, la clase política construirá vía decisionismo elitista la Europa panóptica y orwelliana que Hitler pudo soñar imponer por la fuerza bruta. Un inmenso establo de seres-reses, que abarca desde Gibraltar a los Urales, amartillado en el autoritarismo, la corrupción, la antidemocracia, el racismo y el ultracapitalismo. La Europa de las libertades, los derechos humanos y el Estado social está siendo canibalizada por la oligarquía más despótica y venal que ha conocido la historia desde la Segunda Guerra Mundial. El eje Sarkozy-Merkel-Berlusconi-Zapatero pretende hacer de la Unión Europea, no la sociedad del conocimiento más competitiva del mundo, como publicita el Tratado de Lisboa, sino un hiperlatifundio que consagre la servidumbre voluntaria y el expolio como forma placeba de gobierno.
Tras caer del Muro de Berlín por la irrefrenable tentación del consumismo capitalista y las atrocidades del stalinismo, el capitalismo de fachada democrática que le secundó ha demostrado ser sólo la cara cínica del mismo e inhumano sistema de dominación. Hoy en día, en un mundo que asiste inerme a la muerte, la miseria, la infelicidad, el sufrimiento y la desgracia de millones de seres humanos frente a la opulencia criminal de una cúpula dirigente, aquellas palabras de Thomas Hobbes calificando la existencia humana en el siglo XVIII como “solitaria, pobre, desagradable, cruel y corta” no han perdido actualidad. Sólo ha cambiado la relación de fuerzas. Hoy la fortuna de algunos pocos se fundamenta en la desdicha de los muchos. Unos pocos que, irónicamente, han sido elegidos como sus representantes por los muchos. Así funciona la trama de la farsa.
La burla de esos representantes ante el democrático “no” irlandés al Tratado de Lisboa, versión abreviada y subrepticia de la Constitución rechazada en referéndum por los pueblos francés y holandés, es la prueba de la contrarrevolución en marcha. Exportación de la crisis de las hipotecas basura por el sistema financiero a toda la economía ; directiva del retorno, directiva de las 60 horas semanales, espionaje legal a los sistemas de comunicación privados ; prisiones secretas y aviones gulag de la CIA ; paro y trabajo temporal, etc., son elementos que configuran el mapa de la refeudalización en marcha. La consigna es hacer superfluos a los seres humanos dejando que los gobiernos decidan por ellos. Y para eso sobra el Estado de derecho y la democracia, más allá del simulacro electoral rutinario. Una nueva leva euroentregada, formada por los países surgidos de la implosión soviética y su mugre moral, política y material, servirá de ejército de reserva al capitalismo neoliberal para consumar su latrocinio.
El 11-S sirvió para justificar la reacción que el deslegitimado capitalismo necesitaba para continuar su rapiña e invadir Irak y controlar sus estratégicas reservas de crudo. Ahora, la aplicación de sanciones a Irán por la UE anticipa la próxima invasión de aquel país para, por segunda vez, llevar la democracia militar a los infieles con bombas racimo y devolverles a la edad de piedra antes de que su potencial nuclear actúe como fuerza de disuasión en toda la zona. Los grandes de Europa, y con ellos sus alienados y resignados ciudadanos, parecen decididos ahora a secundar como protagonistas a los halcones de EEUU en su última cruzada. Y para completar el escenario, los mismos lobbys que en España intentan aprovechar la crisis energética para relanzar el parque de centrales nucleares de uso civil, presentan el programa nuclear iraní como un caso paradigmático de “armas de destrucción masiva”.
España no es diferente. Su clase política y su triángulo económico-financiero-dinástico están integrados a piñón fijo en el proceso europeo. Quizá la única diferencia radique en que, por graciosa concesión de un Estados Unidos que ha comprendido la ventaja de la lengua común, son entidades nacionales y algunas multinacionales nacidas de la rifa de la privatización, como Telefónica y Repsol, las que vampirizan subsidiariamente los recursos de América Latina, copando espacios de botín (“corralitos”) en banca, telefonía y extracción de petróleo.
Dependa est democracia. Zapatero ya no puede sacar más conejos de su chistera para distraer al personal mientras los medios de comunicación de cabecera agitan el burdo fantoche del aznarismo. Nada mejor que la izquierda para cabalgar la crisis por la derecha. Lo que ocurre es que los integristas del PP no valían para la política de consenso que demandan los nuevos y agitados tiempos. Había que borrarlos del mapa para dejar libre el camino al populismo seudoizquierdista de ZP. De ahí, la súbita rectificación de Rajoy tras su batacazo electoral. Alguien descolgó un teléfono y le convenció de que, ahora más que nunca, tenía que seguir liderando el partido para gobernar al alimón con Zapatero y así conjurar el peligro de ruptura del régimen que implicaba el frentismo trasnochado de los fanatizados teocons.
Está en juego el sistema de dominación inaugurado con la transición. Y como entonces, la salida de la crisis en el esquema de los que de verdad mandan es la contrarreforma laboral, la contención salarial, la involución social, más privatizaciones, menor presión fiscal sobre el sector empresarial y mucha vaselina para que la buena y confiada gente que paga el pato no se entere de la patada que están propinando en su propio culo. Pero esta vez va la vencida : o nos echamos a la calle -todos para uno y uno para todos- en una revolución cívica que frene la siniestra maniobra, o lo lamentaremos durante otro cuarto de siglo.
¡¡Allons enfant !! Coraje y dignidad.
Fuente: Rafael CId