A medida que se acercan las elecciones, más cruda parece que será la caída. La derecha, rehecha, puede alcanzar el poder. Ya ha copado la calle, con movilizaciones hasta las cachas, y controla muchos medios y púlpitos de comunicación, siempre dispuestos a ser armas de tontización masiva. Así que si el 9-M certifica el fin de la era ZP, la revancha va de suyo. No se trataría de un recambio de gobierno más, asistiríamos al retorno del Jedi. La factura que la reconquista del PP pasaría sería una vuelta a la caverna de las más rancias tradiciones, el macizo de la raza sin naftalina, consagrado en las aguas bautismales de neocons y teocons.

A medida que se acercan las elecciones, más cruda parece que será la caída. La derecha, rehecha, puede alcanzar el poder. Ya ha copado la calle, con movilizaciones hasta las cachas, y controla muchos medios y púlpitos de comunicación, siempre dispuestos a ser armas de tontización masiva. Así que si el 9-M certifica el fin de la era ZP, la revancha va de suyo. No se trataría de un recambio de gobierno más, asistiríamos al retorno del Jedi. La factura que la reconquista del PP pasaría sería una vuelta a la caverna de las más rancias tradiciones, el macizo de la raza sin naftalina, consagrado en las aguas bautismales de neocons y teocons.

Modestas reformas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, la interrupción condicionada del embarazo, el cupo inmigratorio y demás “conquistas” (ja,ja,ja) socialistas se irían al carajo. La iglesia, señores plenipotenciarios ya de los destinos de sus pupilos políticos, a los que acogió bajo palio y en sagrado en momentos de zozobra, pasará por caja para cobrar la pieza y la recompensa. Aparte del golpe de timón que tratará de dar el búnker popular para meter en cintura a la descontrolada economía y a las autonomías de última generación. La temeraria situación de esperar y ver en que se ha instalado un acosado Tribunal Constitucional, con una Audiencia Nacional encantada de reinventarse como TOP de la democracia y un Consejo General del Poder Judicial en cruzada continua, auguran tiempos difíciles que nos harán más ciegos.

Los datos son tozudos. Existe una crisis económica en ristre, aunque el gobierno se niegue a reconocerlo porque cuando hay unas elecciones a la vista nunca pasa nada, hasta que pasa, y lo que pasa pasa nada más cerradas la urnas y sobre las espaldas de los de siempre. ¡Asombra la sincronización de estos paletos de la democracia ! La monserga de un crecimiento de puta madre, una renta mayor que la de Italia, el sorpasso sobre Alemania anunciado por Zapatero y las afirmaciones de los gurús económicos en nómina del PSOE sobre la irrelevancia de los datos de destrucción de empleo, ya no encandilan a nadie. La suerte está echada, y lo que queda por ver es la dimensión de la galerna mientras el ejecutivo se sitúa en el ojo del huracán (que como casi todo el mundo ignora es su punto más confortable) hasta que escampe. Pero con el descalabro al monedero (el índice de inflación trepa por encima del 4 por 100, con lo que supone de mordida para las endeudadas rentas salariales) no termina la espantá socialista. A ello hay que sumar los daños colaterales ocasionados por el fuego amigo. La trágala de un canon (impuesto revolucionario de la SGAE) que ha ahuyentado al sector más espabilado de la izquierda, las melonadas lingüísticas del Chaves vernáculo que puede mermar el granero andaluz y el aviso envenado de un Pascual Maragall apostando por el voto en blanco en mensaje diferido a Moncloa de que Catalunya no paga traidores, apuntan a una debacle sin paliativos y con agonía, al sobrio estilo Lamela-Aguirre.

En estas condiciones, la pregunta recurrente es la misma de siempre para la gente históricamente engañada por políticos de la izquierda lingual y la derecha real. ¿Qué hacer ? En estas lides los anarquistas tenemos hecho un master. Hay que votar en conciencia (con ciencia) y eso incluye también no votar, la abstención. “Hombres sin miedo y sin esperanzas”, que decía Sender, tenemos que zafarnos de coyunturas y jeremiadas, y decidir desde la ética libertaría, nunca desde la tamborrada sectaria, aunque nos llamen bonzos o compañeros de viaje. El consejo es que no hay consejos sino actitudes. Tan errático en este cara-cruz de la política-poder (¿qué ha de lo mío ?) es vocear que quien ejercita su voto con la nariz tapada para conjurar otro aznarato es un pringao, como pretender que el que manda a paseo con cajas destempladas a los impostores del talante es un pirao. Y por encima de todo y antes que nada, hay que tener claro el enorme valor político, subversivo, democrático y culturalmente transformador que tiene la abstención meditada, razonada y proclamada.

Una inteligencia común entre la clase política advierte sobre el peligro de dejar vacíos de poder porque, se asegura echando mano de la dinámica de los fluidos, existe una tendencia espontánea a rellenar espacios. Y uno se pregunta qué coño tendrá que ver los valores democráticos con los jugos gástricos. Ya decía el viejo Marcase que lo que no es química es política. El verdadero agujero negro está en la política basura y en el engaño permanente a los ciudadanos, y olvidan nuestros todólogos que el verdadero imperativo ético debía ser vivir como se piensa, pensar como se vive y decir lo que se siente.

El calibre de analfabetismo político en España se mide por la dosis de intolerancia hacia la abstención que machaconamente exhiben a piñón fijo derecha e izquierda. Resulta un dislate intelectual tener que recordar que la abstención es el más básico de los derechos políticos, el ejemplo más primario de la libertad de expresión, la capacidad de decir “no” sin morir en el intento. Hablamos de esa pulsión natural que Hermam Menville inmortalizó en la frase “preferiría no hacerlo” de Bartleby, el escribiente, que figura ya por mérito propio como icono de la insumisión pasiva. Hay una abstención técnica, otra fruto del aburrimiento y la despolitización de la sociedad de consumo, pero la abstención anarquista es todo lo contrario, es cognitiva, nace de la coherencia y significa re-politización en el camino de la auténtica paideia democrática. La anarquía es la más alta expresión del orden, aunque no hay diploma ni título universitario que imparta esa materia.

Tan importante es el derecho a la abstención que se sitúa en el mismo nivel que las opciones que tienen que ver con morir y amar, que Ovidio elevó a categoría de arte (ars Amandi). Ante una guerra, y las dos mundiales del siglo XX han demostrado la perversidad y el desgarro ideológico que supuso la opción maniquea, muchos anarquistas se inclinaron por decir “no a la guerra”, en vez de afiliarse patrióticamente a uno u otro bando. Y hay que decir que algo mejor le hubiera ido a la humanidad si esa misma posición anulatoria hubiera sida adoptada por una minoría representativa y movilizadora de personas en cada uno de los bloques en conflicto bélico. Y qué hablar sobre el derecho a la felicidad, incluso está recogido en normas constituyentes, como la Declaración de Independencia de Estados Unidos de 1776 y la Constitución de Cádiz de 1812. Algo tan privado, íntimo e inclusivo no admite reparos, tutelas ni componendas. En esto también los anarquistas han sido pioneros. Ante la opción-imposición de matrimonio canónico-enlace civil, la cultura y la identidad libertaria siempre ha elegido la abstención monda y lironda, o sea la unión voluntaria entre libres e iguales.

Los partos son dolorosos, pero llegará un día en que, al igual que sucede con la economía, la política al uso exija un contundente decrecimiento. Si ya resulta incuestionable que de seguir el ritmo productivo actual la vida en la tierra corre serio peligro y hay que adoptar formas sostenibles para no esquilmar los recursos naturales, otro tanto necesariamente tiene que ocurrir con los modelos tradicionales de hacer política. Resulta urgente frenar una dinámica seudodemocrática que ha institucionalizado la servidumbre voluntaria casi como un avance civilizatorio. Y la mejor y más radical manera de abrir ese horizonte es reivindicar el derecho a la abstención. El equilibrio económico general no existe, ni el mercado autorregulado, lo mismo que la representación de la voluntad general. Son mitos, ficciones de relatos-trampa para gastar la vida y arruinar nuestra existencia.

Volverán las golondrinas de sus nidos el Ku Klux Klan a colgar, pero traídos por las renuncias de quienes tuvieron la oportunidad de cambiar las cosas y sin embargo se dejaron cambiar por ellas. A cada uno según sus responsabilidades. De todas formas si al final gana el PSOE será por puntos y para canonizar a José Bono, el macero de ese orfeón donostiarra que forman Paco Vázquez, Rodríguez Ibarra y Rubalcaba. Ah, y de paso evitar que las investigaciones judiciales en curso sobre los aviones Gulag de la CIA le metan en talego junto al pillo Trillo.

Porque ellos no tienen ningún problema en provocar un vacío de poder cuando creen que les beneficia. Esa es la lectura política del referéndum sobre la Constitución Europea. Votado, deliberado y rebotado por los ciudadanos de Francia y Holanda y luego des-votado despóticamente por sus “representantes”, los jefes de Estado y de Gobierno, para apañarlo como un simple Tratado de obligado cumplimiento. La suplantación perfecta.


Fuente: Rafael Cid