Esa joya de historiador que es Joseph Fontana ha escrito un lúcido artículo (otro más) sobre la colusión de intereses entre la noción de “Estado” y el concepto de “nación”, amancebados en peligrosa coyunda en esa cosa que llamamos Estado-nación y que la globalización neoliberal y ultracapitalista hace tiempo ya dinamitó, aunque los poderosos (los nacionales, claro) siguen usándolo como mecanismo de coacción y tente tieso.
La tribuna libre periodística, que no tiene desperdicio, invoca la irrupción del sufragio como clave de bóveda sobre la que la burguesía triunfante en 1789 condimentó ese gazpacho de dos vuelcos a cuya invocación tantas atrocidades se han perpetrado. El quid, es que no están todos los que son, porque ser habitante no significa ostentar la condición de ciudadano, o sea, ser nacional de un Estado con derechos plenos, lo contrario sí, en todo ciudadano cohabita un habitante. Ahora, no sé si el Rey, primer ciudadano nominal y habitante espectral cabe en esa taxonomía. Al fin y al cabo, es una excepción de la regla y lo modernidad se configuró como la generalización de los derechos en igualdad ante la ley sin reservas ni privilegios. Pero sigamos. Hablando de cosas raras, para extraña la política del Partido Popular. No hay muchos precedentes en la historia reciente de las democracias occidentales de un caso así. O asao. Quiero decir, de que el primer partido de la oposición de un país-Estado-nación, con casi tantos votos de sufragio como el gobernante, se obstine en tirar por la calle de enmedio y hacerse extraparlamentario. Que eso, en breve y por directo, es lo que van a hacer el 25 F las huestes de don Mariano Rajoy y sus mentores Acebes y Aznar. Colgar los trastos parlamentarios y tirarse al bordillo a solicitar firmas para un referéndum imposible.
Y como tontos no son, uno, analista marginal y atrabiliario, tiene que pensar en secretas intenciones de rentabilidad no tan inescrutables. Estos caballeros (más vale honra sin barcos que barcos sin honra) serían admirables si en su alegre disipación hacia la nada de esa “marcha sobre Madrid” del 23-F más 2 no anidaran posibles y desestabilizadores efectos colaterales. Porque el pertinaz tancredismo(no pasarán) que practican los actuales mandamases del Génova 13 suena más a alzamiento populista que a fino pronunciamiento ideológico-estratégico. ¿Quién y para qué va a canalizar las legítima ansias de esas resmas de abajofirmantes cuando vean, sepan y digieran que su pulso y firma no servía para poner patas arriba lo aprobado con luz y taquígrafos en la sede de la soberanía nacional ? Miedo da pensar en el reflujo de tanta frustración tan calculadamente condimentada con medias verdades, mentiras, estadísticas y tertulianos todólogos.
Sobre todo cuando la “enmienda a la totalidad” que está pretendiendo promover el PP promover en su torniquete sobre el ruedo ibérico (siente un NO en su mesa petitoria) está a punto de formar masa crítica con enemigos juramentados del proceso de paz con ETA, salga el sol por Antequera. Lo han dicho de todos los colores. El más subido de tono, el proporcionado por el ilustre Defensor del Pueblo (que no Babeuf sino Enrique Múgica, eh) con su neroniano e inefable : ¡vencedores y vencidos ! ¡queremos que haya vencedores y vencidos ! ¡Acabáramos ! Para este viaje no se necesitaban esas alforjas. Resulta que el fin de ETA, del terrorismo político y del negocio del terrorismo (a uno y otro lado) exige que se entreguen previa y solemnemente diplomas de víctimas y verdugos como reconocimiento a los servicios prestados, con quinquenios incluidos. Lo dicen, lo proclaman (y quizás ahí esté la clave freudiana del engendro) quienes sellaron una paz con el criminal franquismo donde -de hecho y derecho- los verdugos (que seguían) perdonaban a sus víctimas (que pasaban al exilio interior).La transición al revés. Todo muy democráticamente.
Las víctimas, las de ETA primero, las del franquismo, las del Gal, las del Batallón Vasco Español y tutti quianti, exigen, no faltaba más, plena reparación moral y material. Pero no pueden utilizarse como escudos humanos. Es una indecencia política. Una sucia mascletá mental propia de charlatanes al peso. Máxime, cuando por una vez, la salida del conflicto se está modulando sin cadáveres en cal viva ni chuscos reconocimientos al Movimiento de Liberación Nacional Vasco, como ocurrió con el felipismo profundo o el aznarismo rampante. Al contrario, Zapatero, que aunque con alguna concesión al furtivismo político con esa especie de nuevo “pacto del capó” con la CiU de Artur Mas, todavía sigue mostrando cierto tono de persona con convicciones.
Porque fuera de este entorno, todo es apocalítptico flato. Gruñido de sables, levitar de sotanas, intelectuales de homilía diaria, cuarto poder a chorros, opinión publicada, Bonos, Vázquezes y arrebatacapas. Como tamaño ex presidente popular que se ha ofrecido urbi et orbi para poner orden en la deriva “izquierdista” de América Latina. Ya dijo el malemérito general Galindo ante el tribunal que le juzgaba por haber exagerado manu militari su amor a la patria : “señoría, con siete hombres como estos, liberaba yo Latinoamérica”, afirmó señalando a sus conmilitones Dorado y Bayo, incursos en la misma sanguinaria manera de entender el servicio público.
Todo está iluminado y el punto más escondido se halla bajo el foco de la lámpara.
Fuente: Rafael Cid