La frase que encabeza este texto en versión afirmativa (“había un problema y lo hemos solucionado”) remite a José María Aznar en su etapa de presidente del gobierno. Y la pronunció a modo de justificación ante las críticas generalizadas por haber deportado en avión y sedados a sus países de origen a un grupo de “sin papeles”.
La cita fue durante la aznaridad el ejemplo vivo del decisionismo autoritario, propio de los mandatarios con síndrome bonapartista. Pero, claro, era la derechona quien utilizaba esas prácticas ejecutivas y la opinión pública y publicada progresista las consideró como una prueba de su carácter venal.
Pero ahora no está pisando moqueta esa trasnochada derechona (aunque se la espera por las malas artes de sus sucesores en la nave del Estado), y quien reproduce y magnifica ese talante antidemocrático es precisamente la gente que tanto vapuleó (y con toda justica) el jesuitismo-leninismo de aquel Partido Popular de armas tomar (aunque la excursión a Irak no pasó a mayores). La adopción del “estado de alarma” para sofocar un conflicto laboral, aunque se considere que se trata de un sector estratégico, es un acto de fuerza que, por definición, establece un “estado de excepción” al hacer depender las normas civiles de las militares, aunque se limite directamente a un colectivo de trabajadores determinado, por muy privilegiados que sean. Por cierto, otros grupos igualmente privilegiados que reivindican mejoras en sus estatus son los políticos profesionales y los jueces. Dos lobbies que también abandonan a menudo su trabajo (huelga de escaños vacíos en el caso de muchos parlamentarios) o acumulan retrasos dolosos en el ejercicio de su función (bastantes jueces). Aunque ellos, al ser la autoridad competente, están a salvo de linchamientos político-mediáticos perpetrados contra los trabajadores del Metro de Madrid y los controladores aéreos.
¿Tal para cual ? Pues, no, mucho peor. Aquel gobierno que hizo de cirujano de hierro para enfrentarse al problema del desbordamiento provocado por el “efecto llamada” representaba a la caverna política, y su postura se mimetizaba ideológicamente con toda seguridad con la mentalidad hegemónica en su mundo. Pero el pronunciamiento del actual Ejecutivo (poli-mili) ante un problema de la sociedad civil, por surgir del otro hemisferio ideológico, tiene todas las características de un golpe de mano, de una traición a las más íntimas convicciones democráticas que se presuponen al sector de la ciudadanía activa que le aupó al poder el 14-M.
Una defección que si se mira en perspectiva asusta por el atrezo chusquero que conlleva. El “estado de alarma” implantado en el ámbito del tráfico aéreo no es sino una escalada lógica tras el otro “estado de excepción” que ha facturado Rodríguez Zapatero al concurso de los mercados, el Banco de España, el FMI, el BCE y el Informe Everis, con los decretos-ley aprobados para que la crisis inmobiliario-financiera la paguen sus víctimas. Algo que, por otra parte, no figuraba en el programa electoral con que el PSOE concurrió a los comicios. Dos tipos diferentes de “estados de alarma” que se cruzan en el túnel de la recesión económica. Madrid, capital Bruselas. Y lo que queda de Estado son ellos, los Everis y compañía.
Todo este relato de “crónica negra” para llegar a un desenlace procaz : ¿en qué se diferencia sustancialmente el PP del PSOE aquí y ahora ?, ¿cómo justificar ya el voto al PSOE, o solapar su crítica, con la cantinela de “no hacer el juego a la derecha” ? , ¿compensa semejante “lucro cesante” ? Y la respuesta más obvia es decir que no, que contra el PP luchábamos mejor, que entonces no había expectativas desmovilizadoras y que al final del ciclo político (y gracias a los embates cívicos para refutar al nacional-catolicismo rampante) el saldo era una sociedad ética y axiológicamente más próspera. Lo contrario que sucede con la condescendencia hacia los que consideramos “uno de los nuestros”. La forzada tolerancia, el transigir, las justificaciones de última instancia y otras perversiones de andar por casa lo único que hacen es cebar una cultura retrógrada e insolidaria que asfalta como nadie el camino para el triunfo de la derecha. Es el PSOE quien trae al galope a la derecha al poder. El PSOE gobierno y el PSOE partido, convertido casi en exclusiva en un artefacto captación de votos.
La general aceptación por la nomenklatura (partidos, sindicatos, medios, etc.) y buena parte de la población del “estado de alarma”, gesto de autoridad que la buena gente de la mayoría silenciosa en su “miedo a la libertad” santifica, en un troquel que hará estragos en la mentalidad colectiva que consume, vota y calla. Solamente la exigencia democrática, tenaz e insobornable, de una sociedad civil responsable y comprometida con los valores de la emancipación, la solidaridad, la libertad y la justicia social puede promover un mundo mejor y conjurar el efecto llamada de las autocracias. Como dice la letra de una canción del conjunto musical Sin Dios, “el enemigo es fuerte y está bien preparado, hay que defenderse con toda nuestra unión”.
Rafael Cid