Hasta donde yo conozco, de todas las fundaciones o similares que trabajan en la difusión del pensamiento libertario, la más dinámica, prolífica, rigurosa y capaz sin duda es la Anselmo Lorenzo. Este centro, vinculado a CNT, se ha convertido por derecho propio en un lugar de referencia indispensable para cuantos deseen hallar materiales den interés sobre el movimiento anarcosindicalista, historia, experiencias, personalidades, análisis y teorizaciones. Decir Fundación Anselmo Lorenzo es nombrar hoy, sin desmerecer de cuantas otras empresas similares están en la ciclópea aventura de rescatar el acervo anarquista de la censura del mercado, a la editora que está poniendo en circulación la bibliografía, tradicional y contemporánea, más valiosa sobre el devenir y el porvenir de las “idea”.
La FAL cumple una misión encomiable en condiciones adversas y fundamentalmente gracias al tesón y al cierto de sus integrantes. Por eso mismo la fundación -o quien tutele los archivos de la CNT- han contraído una responsabilidad que difícilmente podrán soslayar. Me refiero a la cuestión matanza de Paracuellos. Hace ahora algo más de un año, el diario El País publicada una doble página sobre el tema escrito por el veterano periodista e novel historiador José Martínez Reverte, en realidad una recreación para el diario de lo que sobre el caso tenía publicado en su libro La defensa de Madrid, aparecido en 2005, en vísperas del setenta aniversario de aquella heroica defensa popular que conmovió al mundo.
En ese texto, Martínez Reverte hacia una revelación y refutaba lo que hasta entonces había sido una creencia, soportada por diversos testimonios, sobre la responsabilidad de aquella masacre que llevó a la ejecución arbitraria de decenas de prisioneros del bando nacional cuando las tropas de Franco amenazaban la capital.
En su relato con aires de exclusiva editorial, el historiador aseguraba que, lejos de haber sido obra de allegados al consejero de Orden Público del momento, Santiago Carrillo, la brutal razzia fue organizada por Amor Nuño, un miembro de la ejecutiva CNT destacado en la primera Junta de Defensa de Madrid. Y soportaba su afirmación con un dato que parecía dar fe notarial a la revelación : el hecho constaba en un documento depositado en los archivos de la CNT (¿Fundación Anselmo Lorenzo ?) al que él había tenido acceso.
En el momento de aparecer el reportaje, algunos expresamos serias dudas sobre la veracidad contextual de semejante “descubrimiento”. Jesús Salgado en documentada réplica denunció su debilidad argumental al demostrar que el Amor Nuño que Martínez Reverte daba por desaparecido-muerto tras los hechos era el mismo que “resucitaba” en la crónica Nosotros los asesinos, del periodista Eduardo de Guzmán, antiguo director de Castilla Libre, órgano de la regional centro de la CNT, y en el libro del también libertario Jesús Leiva Memorias de un condenado a muerte, sobre el vía crucis de los derrotados republicanos en los campos de concentración y exterminio franquistas. Por su parte, el que estuvo escribe, también puso en cuarentena la pista Amor Nuño puesto que introducía un notable elemento de incoherencia en la saga de aquellos acontecimientos, todas vez que es notorio que fueron precisamente significados militantes anarcosindicalistas, como el ex director general de prisiones y faista Melchor Rodríguez, quienes se opusieron con más decisión a las sacas y los paseos de encarcelados.
Pero el relativo éxito del libro y la difusión que esa tesis alcanzó gracias a la lanzadera ofrecida por el periódico El País, dejó el asunto en tablas, no obstante contar con opiniones de investigadores y especialistas en ese periodo de nuestra historia que recelaban de esa sobrevenida versión (ver Helen Graham, La República española en guerra 1936-1939, 2006, 492-493). Yo mismo, conocedor de la trayectoria profesional del periodista, mostré mi extrañeza de que Jorge Martínez Reverte, persona muy próxima a Fernando Claudín, no ofreciera ningún testimonio de quien, como brazo derecho en su día de Carrillo en Orden Público, debía haber sido poco menos que testigo de cargo del suceso.
Chocaba también que en el libro La defensa de Madrid, apareciera la referencia a Gregorio Gallegos, viejo y destacado militante de la CNT, en el rutinario capítulo de “agradecimientos”, lo que hacia sospechar que Martínez Reverte había consultado al respecto a Gallego, que vivió en primera línea la batalla de Madrid, y que éste no había desmentido su aportación implicando a la CNT en la matanza de
Paracuellos.
Pero coincidiendo con el reciente fallecimiento de Gregorio Gallego, El Solidario, periódico de Solidaridad Obrera, pública en su número 13 “la última entrevista” con Gregorio gallego en donde el escritor y destacado militante libertario niega rotunda y enfáticamente la acusación hecha por Martínez Reverte contra la CNT de entonces en la figura de Amor Nuño. Aparte de referir que él personalmente ayudó a huir a José Cazorla, dirigente del PCE que sucedió a Carrillo en la JD, y que Cipriano Mera cursó órdenes para liberara a los presos antifascistas detenidos por distintos motivos (“de hecho a bastantes prisioneros se les proporcionó pasaportes para marcharse a Valencia”), responde a la pregunta sobre la relación de Nuño con Paracuellos : “Eso es mentira completamente. Yo no sé quién pudo hacer eso, pero sé que reciben una orden de traslado a Valencia para juzgarlos, porque ya estaban desapareciendo presos en las checas del PCE y claro no podía permitirse que s les quitase la vida a las personas sin juzgarlas, sin permitir que se defiendan o justifiquen sus actos. Y en este caso al llegar a Paracuellos se los cargan (…) De eso podéis decir que es mentira, que los historiadores objetivos, neutrales que investigan la verdad sabrán que ahí no estuvieron ni Amor Nuño ni la CNT, lo que nosotros pretendíamos era salvar vidas”.
Las palabras póstumas de Gregorio Gallego cuando Martínez Reverte no parece haber rectificado su versión, deja pelota en el campo de la Fundación Anselmo Lorenzo (¿”los que cuidan los papeles de la CNT” ?, según Martínez Reverte). Ella y quienes custodien “los archivos de la CNT” pueden ahora confirmar, matizar o desmentir la existencia de la prueba en sus archivos que aduce el historiador. No sólo se trata de una aclaración necesaria y pertinente en unos momentos en que arrecian historias escritas y visuales de macabros personajes que utilizaron la militancia anarcosindicalista como salvoconducto para perpetrar todo tipo de desmanes. Me refiero a la segada difusión en los medios del documental sobre Felipe Sandoval, vendido por El País con el título de “El verdugo anarquista” y el libro sobre “Miquel Mir, El diario de un pistolero anarquista”, igualmente publicitado por El Mundo. Es incluso una responsabilidad moral que incide directamente en esa necesaria recuperación de la memoria histórica negada. Sin miedo a la verdad. O eso, o seguir dejando que unos y otros nos cuenten cómo paso.
Fuente: Rafael Cid