Si alguien insinúa que el bloqueo de Gaza, siniestro método con que el Estado de Israel intenta rendir a los palestinos de aquel territorio gobernado por Hamás desde que este partido ganara las elecciones en 2006, recuerda las prácticas nazis en el Ghetto de Varsovia, seguramente le tildarán de cretino.
Si afirma que hablar asépticamente del cese de la violencia, como hace el gobierno español ante la atroz masacre de la población de Gaza, es de la misma estirpe cómplice que la argumentación de los grupos abertzales cuando se niegan a condenar los asesinatos de ETA, dirán que desvaría. Y si además sostiene que un periódico responsable no debe editorializar (El País 29/12/08) sobre la matanza de Gaza hablando unilateralmente del “movimiento terrorista Hamás”, “la locura suicida de Hamás”, “la respuesta desproporcionada del Estado sionista” y de que “Israel quiere paz más territorios, y Hamás, con o sin paz, la revancha”, sin mencionar al mismo tiempo el criminal bombardeo de hospitales, mezquitas, campo de refugiados y universidades, emulando la lógica errática de Egin en sus peores momentos, pasará a engrosar la nómina de los desnortados irrecuperables.
Pues bien. Yo digo todas esas cosas políticamente incorrectas y las mantengo. Y también digo que todo el mundo debe poder opinar lo que quiera sin que cierren un periódico, ilegalicen un partido político o le hagan volar por los aires en mil pedazos. Y mantengo rotundamente que nadie, nunca y en ningún lugar, Estado u organización, tiene derecho a usar la violencia letal, indiscriminada y desproporcionada como arma de legítima defensa, y que un gobierno no es democrático si no condena el terrorismo venga de donde viniere. Y por encima de todo digo que todo esto lo dijo antes y mejor San Agustín : “Cuando se halla suprimida la justicia, qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones”.
Fuente: Rafael Cid