El asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco no ha sido uno más de los habituales crímenes mafiosos de ETA. Su muerte tenía un precio político. Además de un cruel y nauseabundo ejercicio de matonismo, en esta ocasión la fascista puesta en escena de la organización armada pretendía manipular la quiniela electoral.

El asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco no ha sido uno más de los habituales crímenes mafiosos de ETA. Su muerte tenía un precio político. Además de un cruel y nauseabundo ejercicio de matonismo, en esta ocasión la fascista puesta en escena de la organización armada pretendía manipular la quiniela electoral.

Y lo consiguió con una macabra carambola a dos bandas. Al poner en su diana a un antiguo cuadro del PSE a boca de urna, los pistoleros etarras desencadenaban un factor emocional que necesariamente habría de gravitar sobre los votantes. La consecuencia fue estimular una rotunda victoria del PSE sobre el PNV en el País Vasco y como efecto colateral posibilitar que Rosa Díez arrancara in extremis un escaño en el congreso de los diputados.

Ninguna de las 8 encuestas publicadas auguraba al Partido Nacionalista Vasco un resultado tan pobre como el que finalmente obtuvo el pasado 9-M. El sondeo más adverso, el realizado por el Instituto Noxa para La Vanguardia, daba al PNV el 1,3% de los sufragios y el más favorable, la macroencuesta del CIS, le aseguraba el 1,7%. Sacó el 1,2%, perdió un escaño y 117.734 votos. Un duro castigo. Y todo ello con la humillación añadida para los nacionalistas de que verse superados por sus adversarios socialistas en las tres provincias de su feudo político, incluido el municipio Mondragón, donde se perpetró el atentado.

Con ello ETA pasaba factura a un PNV al que acusaba de no hacer causa común con la ilegalizada izquierda aberzale y, por el contrario, aspirar a capitalizar el vacío dejado por sus formaciones al no poder concurrir a las urnas. El comando de ETA que mató a Carrasco no actuaba a ciegas. El impacto en las papeletas habría sido distinto si la elección por ETA para su siniestra jugada hubiera recaído sobre alguien del PP (el asesinato de Gregorio Ordoñez fue un auténtico sorpasso electoral para los populares vascos) o del propio PNV. Algo semejante, pero de orden inverso, iba a producirse a nivel nacional con el partido franquicia liderado por postsocialista Rosa Díez. Sin base social ni experiencia política como formación, pero con un buen espaldarazo de famosos y medios de comunicación, UDyP resultaba agraciada con un puñado suficiente de votos de quienes reprochaban al Gobierno una presunta debilidad frente al terrorismo pero no comulgaban con el discurso facha, xenófobo y meapilas del PP. El CIS daba a Díez una estimación de voto del 0,6 %. Logró el doble, el 1,20%., igual que el PNV, y le aventajó en 269 votos.

La lógica del cuanto peor mejor que practica sistemáticamente ETA en su fuga hacia delante nunca es ingenua ni está exenta de cálculo político. La cúpula etarra sabe mejor que nadie que en nuestra mediatizada y cateta democracia de percepción casi siempre se vota contra alguien o algo. Somos los inventares de la variante electoral del método Ollendorff.


Fuente: Rafael Cid